domingo, 29 de septiembre de 2024

Doomsday: El día del juicio

 

Título original: Doomsday

Año: (2007, Estados Unidos/Reino Unido)

Director: Neil Marshall

Productores: Benedict Carver, Steven Paul

Guionista: Neil Marshall

Fotografía: Sam McCurdy

Música: Tyler Bates

Intérpretes: Caryn Peterson (chica vagabunda), Adeola Ariyo (enfermera), Emma Cleasby (Katherine Sinclair), Christine Tomlinson (joven Eden Sinclair), Vernon Willemse (David), Daniel Read (sargento), Karl Thaning (piloto), Stephen Hughes (soldado), Jason Cope (guardia del muro), Ryan Kruger (soldado), Nathan Wheatley (paciente “X”), Cecil Carter (patrullero de as alto), Jeremy Crutchley (Richter), Rhona Mitra (Eden Sinclair), Tom Fairfoot (John Michaelson), Eloise Cupido (chica afro), Lily Anderson (rubia en la bañera), Bob Hoskins (Bill Nelson), Alexander Siddig (John Hatcher), David O’Hara (Michael Canaris), Cokey Falkow (capitán Hendrix), John Carson (George Dutton), Nathalie Bolt (Jane Harris), Susan Danford (official centro), Adrian Lester (Norton), Rick Warden (Chandler), Nora-Jane Noone (Read) …

Sinopsis: Escocia, Gran Bretaña, 2007. El virus "reaper" se ha cobrado la vida de miles de personas. El gobierno británico decide evacuar a los supervivientes sanos y rodear con una muralla el área afectada para evitar la huida y el contacto con los infectados. Más de dos décadas después, el virus reaparece en las Islas, y como medida para una posible salvación el gobierno envía a la zona en cuarentena a un equipo de soldados de élite, dirigido por la mayor Eden Sinclair. La misión de este comando es obtener una vacuna. Atravesada la muralla, el equipo deberá operar en medio de un paisaje desolador.

Sangre nueva para el nuevo siglo.

Comenzando los 2000 una nueva generación de realizadores apostó por el cine de terror desde distintos puntos del globo. Rob Zombie, Alexandre Aja, Adam Green, Darren Lynn Bousman, Greg McLean, Leigh Wannell, Eli Roth, James Wan o Neil Marshall retomaban el relevo de los maestros del terror que habían revolucionado el género en los setenta y ochenta, y lo hacían con una serie de propuestas donde no faltaba la sangre, la violencia y la cinefilia bien entendida. Trabajos que ganaron premios por los distintos festivales por donde pasaban y que contaron con el beneplácito del público. Una serie de nuevos talentos que el crítico Alan Jones denominó "Splat Pack". Y a los que se sumarían otros más, caso de Marcus Nispel o Xavier Gens.

Arrancaba el nuevo siglo, el DVD iba avanzando, ganando terreno poco a poco al viejo VHS, que aún se mantendría en pie unos años más hasta que la misma industria lo consideró obsoleto e inviable y se deshizo de él. Los canales temáticos llevaban unos años haciéndose un hueco en el panorama audiovisual, pero aún eran los cines y los videoclubs los que gobernaban en el consumo de películas. Las descargas (piratas) de títulos todavía no se habían implantado ni generalizado (ni tenía suficiente calidad), por lo que en aquellos momentos no había tantos "cinéfilos" ni “críticos” como hoy. Aún había que pagar para ver las películas. Tampoco las redes sociales tenían el alcance ni la fuerza que ostentan desde unos años a esta parte, ni los youtubers, tiktokers, y demás influencers (de postín) habían impuesto su mediocridad en el día a día. En 2001 aún el panorama era muy similar al de finales del recién por entonces extinto siglo XX.

Es en esta tesitura cuando Neil Marshall, oriundo de Newcastle, presenta desde el Reino Unido su primer largometraje: Dog Soldiers (Dog Soldiers, 2001). Film de hombres lobo donde tenía cabida el gore (el director siempre ha confesado su gusto por la sangre en las películas), la acción y mucho humor negro, junto a una cinefilia que rendía homenaje a cintas de licántropos tan reverenciadas como Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, 1981), de John Landis, o Aullidos (The Howling, 1981), de Joe Dante. El debut del británico fue aplaudido por el respetable y no tardaría en convertirse en un título de culto. La crítica también se puso (mayormente) de su parte y se la consideró la película que recuperaba el cine fantástico en las Islas. En su país fue un éxito en cines y en el mercado internacional funcionó estupendamente en los videoclubs. Precisamente fue la mencionada cinta de hombres lobo de John Landis la que motivó a Neil Marshall a hacer sus propias películas junto a sus amigos. Después, tras pasar por la escuela de cinematografía, que terminó en 1992, pasó ocho años trabajando como montador. Dog Soldiers fue el primer guion que escribió, cuyo más temprano tratamiento data de 1996 y le costaría cinco años en poder materializarlo. Estaba ideado como el inicio de una trilogía, pero para conseguir el dinero con el que poder llevar a cabo esta su primera película, Marshall tuvo que vender los derechos de la misma, y el propietario de éstos no ha querido saber nada de una secuela. El cineasta hace años que tiene una historia para la continuación, pero al no ser viable piensa, junto al productor de Dog Soldiers, sacar adelante en un futuro otra película (diferente) de licántropos.


En 2005 el inglés tendría listo su segundo largo, The Descent (The Descent). Una historia aún más claustrofóbica que la anterior. Si la primera estaba conformada por un elenco mayormente masculino, The Descent está protagonizada por un conjunto de chicas (no adolescentes, apostillaba su responsable), que se ven atrapadas en el interior de unas grutas que, para colmo, están habitadas por unos seres que parecen primos hermanos de los mutantes de Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 1977), de Wes Craven [1], pero aún más involucionados. Marshall presentaba aquí un grupo de féminas que tendrán que demostrar ser fuertes y decididas si quieren (o pueden) sobrevivir al terror que les aguarda en esas cavernas. En ningún momento Marshall sexualiza ni resulta explotativo con las muchachas. Y a partir de este trabajo, los personajes femeninos en las películas del director resultan siempre fuertes, inteligentes e independientes. La cinta funcionó de maravilla, costó unos cinco millones de euros y recaudó casi diez veces lo invertido, afianzando el puesto de Marshall en la industria. Era lógico que se animaran los productores en hacer una secuela, que llegaría en 2009, con realización de John Harris y con Neil Marshall ejerciendo de productor ejecutivo. Pese a la calidad y cuidado de esta continuación, a día de hoy aún no se ha podido ver en nuestro país, ni en cines, ni editada en formatos físicos, ni emitida por ningún canal o en la parrilla de alguna plataforma.


Doomsday. Días de futuro pasado.

Con la buena recaudación y crítica de The Descent, era también de esperar que los productores se fijaran en nuestro protagonista. El siguiente largometraje de Marshall sería más grande, más ambicioso. Avalado por Rogue Pictures y con un presupuesto de treinta millones de euros, en 2008 llegaba a las pantallas Doomsday: El día del juicio (Doomsday). Una cinta futurista, que combinaba la ciencia ficción post-apocalíptica con la acción. El film trata sobre un virus letal, denominado "the reaper", que ha diezmado la población de Escocia. El Estado construye un muro para separar a los infectados del resto de la población, pero tras unos veinticinco años el virus reaparece y un grupo de élite es enviado a la zona "infectada" para buscar una posible cura en un tiempo determinado. Las influencias más evidentes (buena parte del público no vio más allá) son 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, 1981), de John Carpenter, y Mad Max 2, el guerrero de la carretera (Mad Max 2, 1981), de George Miller [2], y el director ha confesado también haberse inspirado en los films de fantasía heroica -tipo Excalibur (Excalibur, 1981), de John Boorman- y los de ciencia ficción post-apocalíptica de los ochenta. En sí, era un homenaje a aquella década, cuando el futuro realizador confiesa se enamoró del cine de género, adelantándose casi diez años a la reivindicación ochentera que se extiende hasta nuestros días (y ya cansa) [3]. Pero Doomsday: El día del juicio, además de ser una estupenda película de acción futurista, entronca perfectamente con la filmografía de su realizador y con buena parte del cine (y la literatura) fantástica de Gran Bretaña e Irlanda. El muro que separa la Escocia infectada del resto del país (y del mundo) no deja de ser la "franja celta" que diría Ian Bradley. Los infectados en este trabajo de Marshall no tardan en regresar a un estado de barbarie, a una nueva edad oscura (medieval), compuesta por clanes salvajes con una estética claramente inspirada en la citada cinta de Miller. Sería esta Escocia la región indómita de bárbaros que viven en los márgenes de Gran Bretaña que escribiera Bradley. Una región dominada por el folclore y las supersticiones, enfrentada a la civilización. Donde se impone un primitivismo que se opone/contrapone con la modernidad. Los que quedaron en la zona infectada fueron abandonados a su suerte y, tras sobrevivir a la pandemia, regresaron a un pasado que nunca terminó de irse, que ha estado aguardando el momento para volver. Un retorno y continuidad de un tiempo previo a la civilización y sus leyes y normas (escritas o no), donde se repetirá todo lo que ha sido reprimido y rechazado por el progreso (incluso el canibalismo).


Rhona Mitra, en el papel de su vida, es Eden Sinclair. De niña pudo salvarse (aunque perdió un ojo) y consiguió pasar a la zona no contaminada justo antes de que el ejército cerrara el muro. Ahora trabaja como agente para el gobierno. Nuevamente un personaje femenino coge el protagonismo, una heroína de acción al estilo de la Alice que interpretaba Mila Jovovich por aquellos primeros 2000 en la saga de Resident Evil [4]. Bob Hoskins, en el rol del funcionario Bill Nelson, le encarga la tarea de buscar una posible cura contra el virus y la pone al mando de un grupo de soldados de élite. Una vez Eden y su equipo atraviesen el muro y entren en Escocia, la zona infectada, dejan la civilización atrás para adentrarse en un territorio donde reina la barbarie. Allí nuestra chica deberá tratar de entrar en contacto (si es que sigue con vida) con el doctor Kane (Malcolm McDowell), quien trabajaba para el gobierno, pero no pudo salir de la franja contaminada a tiempo. Lo encontrará, ahora convertido en el amo y señor de aquel territorio, que preside desde un castillo a modo de un señor feudal [5], volviendo a las prácticas medievales en cuanto a modo de regir y castigar. Un “rey” que gobierna con mano de hierro y entretiene a sus súbditos con sangrientas gestas donde sus hombres tienen ventaja sobre los intrusos. Opuesto a Kane está Sol (un excesivo pero adecuado Craig Conway), líder de un clan de salvajes (a lo Mad Max), entregados al hedonismo como forma de vida, en forma de rituales de violencia, sexo y canibalismo. Sol es el hijo rebelde de Kane. Ambos son la cara y la cruz de una misma moneda, la de la barbarie que se ha adueñado de aquellas tierras.

Conectando con el espíritu nihilista del film de Carpenter que le sirve de modelo, Marshall arroja con Doomsday: El día del juicio una ácida mirada a los burócratas y gobernantes, quienes sólo piensan en salvarse ellos mismos, mientras mantienen el estatus, sin importarles nada lo que le pueda ocurrir al pueblo. Ni siquiera les preocupa lo que pase con el equipo de soldados que han enviado a una misión suicida en busca de una posible solución para la pandemia. Como el Serpiente Plissken (Kurt Russell) de 1997: Rescate en Nueva York, nuestra también tuerta Eden realizará su misión, pero no cree ni confía en la sociedad ni en el Estado. Y si Plissken al final se la jugaba a los dirigentes, la también individualista señorita Sinclair renegará de la supuesta civilización en la que se crio y volverá a Escocia, a su tierra natal, abrazando la barbarie y dispuesta a liderar al grupo de salvajes. El director no se considera un cineasta político, aunque es de la opinión que a través del cine de género se pueden decir ciertas cosas sin caer en el panfleto, yo con este trabajo coincidía intencionadamente con la campaña por el referéndum de la independencia de Escocia. Marshall se extrañaba que mucha gente, tras su visionado, pensara que el cineasta se posicionaba en contra de Escocia.


De piratas, romanos, dragones y demonios sin cuernos.

En los momentos previos al estreno de Doomsday: El día del juicio, el nombre de Neil Marshall se barajó, junto al de Rob Zombie y otros, entre los candidatos para llevar al celuloide en el presente siglo las aventuras del personaje por excelencia creado por Robert E. Howard, Conan el barbaro. El inglés comentó que era una historia de Conan Rey y que participaba Arnold Schwarzenegger, pero finalmente cuajaría el proyecto que llevó a cabo el director de origen alemán Marcus Nispel, responsable de los remakes de La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 2003) y Viernes 13 (Friday the 13th, 2009), así como de una nueva versión de El guía del desfiladero (Pathfinder, 2007) [6]. El siguiente trabajo de Neil Marshall se estrenaría en 2010 y sería Centurión (Centurion), un péplum a la británica protagonizado por un acertado Michael Fassbender, un título con no pocas similitudes con la algo posterior La legión del águila (The Eagle, 2011), y donde al igual que en su trabajo previo volvíamos a encontrarnos con una frontera y un muro que separaba la civilización de la barbarie en las Islas, una vez más dos formas culturales distintas van a encontrarse y chocar. Y a continuación, el británico se enfrascaría en la pequeña pantalla, un campo bien fructífero desde los comienzos del nuevo siglo, y donde nuestro hombre trabajaría en algunas series de notable éxito, caso de Hannibal (Hannibal, 2013-2015), Constantine (Constantine, 2014-2015), Black Sails (Black Sails, 2014-2017), o la tan aplaudida Juego de tronos (Game of Thrones, 2011-2019), suyos son de esta última los celebrados episodios Aguasnegras (Blackwater) y Los vigilantes del muro (The Watchers on the Wall). Además, en 2015 se encargaría de uno de los capítulos que componen la antología de terror Cuentos de Halloween (Tales of Halloween). Volviendo a ponerse al frente de un largometraje para cines en 2019 con Hellboy (Hellboy), una nueva adaptación, tras las dos aportaciones del director mexicano Guillermo Del Toro, del personaje de cómic creado por el escritor y dibujante Mike Mignola en 1993. Una producción que trataba de ser el arranque para una nueva franquicia sobre este demonio de las viñetas. En esta ocasión, Marshall sólo se encargaría de la dirección, cuando en sus anteriores largos había también escrito el libreto y venía ocupándose de la producción y el montaje. No obstante, se palpan detalles propios de su tierra, como la presencia de duendes y otros seres habituales del folclore de Gran Bretaña e Irlanda. Pero la cosa no cuajó. Al público no le terminó de convencer un Hellboy más parecido al de las historietas que al de las cintas de Del Toro, con el que estaba más familiarizado, pese a que David Harbour consigue hacernos olvidar a Ron Perlman. A través de las redes, el público manifestó su desinterés en este nuevo título. Marshall no lo hace mal, aun sin desenvolverse como él acostumbra, y el film cuenta con un reparto muy convincente en sus respectivos papeles, pero supuso un gran batacazo en la taquilla. En un intento de ampliar el espectro de público y rebajar la calificación por edades, en algunos países (entre ellos España) se estrenó en salas (y en sus posteriores ediciones físicas) un montaje cortado en sus momentos más violentos y gore. Pero los tijeretazos castradores no consiguieron llevar más gente a los cines, más bien al contrario. Hellboy supondría una enorme piedra en la carrera del realizador, no volviendo desde entonces a recuperar el prestigio y seguimiento del respetable del que había venido gozando. Es más, durante el rodaje de esta Hellboy Marshall iniciaría una relación sentimental con la actriz Charlotte Kirk, y algunas voces acusan al realizador de descuidar sus funciones para con la película en aras de pasar más tiempo con su nueva compañera. El susodicho ha comentado en diversas entrevistas su repudio hacia este Hellboy por la poca libertad creativa que le dejaron los productores, y reconoce que fue la película más difícil de su carrera, para la que contó con el mayor presupuesto con el que ha trabajado hasta el momento. Tras la no muy gratificante empresa, el cineasta decidió centrarse en proyectos personales, prefiriendo sacrificar y prescindir de muchas cosas para poder levantar sus propios films. Más pequeños, pero donde dispone de un mayor control creativo respecto al resultado final.


Anatomía de una caída.

Para empeorar más las cosas, a comienzos de 2020 llega la pandemia del COVID-19 que afectará gravemente a la sociedad en todos sus ámbitos y hábitos. Entre los, digámoslo así, daños colaterales, la pandemia cambiará la manera del público de ver las películas. Éste, enclaustrado en sus hogares, se acostumbra a las plataformas digitales, que se instauran de manera bien fuerte durante los tiempos en que la gente no puede salir a la calle por temor a los posibles contagios. Los cines tardarán (y mucho) en poder ponerse en pie y recuperarse del duro golpe, y más aún sufrirán los formatos físicos, que van perdiendo el favor y el interés del personal a pasos agigantados. Muchos de los estrenos previstos para 2020 encontrarán salida, al estar cerradas las salas de cine primero y después con múltiples restricciones en su acceso, vía streaming. A partir de entonces las plataformas digitales se harán más fuertes y apostarán por conseguir el estreno y exhibición de títulos de envergadura y contar con trabajos de directores de prestigio. Pero la forma no sólo de acceso a las películas, sino de su disfrute, ha variado mucho desde entonces. La enorme oferta (no todo, evidentemente, con la calidad/diversidad deseada) de los distintos y variados servicios de streaming y la falta de tiempo factible conlleva a que la espera, el estreno y el olvido de un título (más o menos esperado) se hace en un tiempo récord. Estamos en los años de la inmediatez, el tiempo de vida de un producto es mínimo. Mucha gente confiesa que olvida hoy el título de la película que ha visto nada más termina.

En esta posición se las ve la siguiente propuesta firmada por Neil Marshall, The Reckoning [tv/dvd/br: The Reckoning, 2020], realizada al margen de los grandes estudios, con un libreto escrito por Marshall y la Kirk junto a Edward Evers Swindell, y donde ella se ocuparía además del papel principal y andaría metida en la producción ejecutiva. Cercano en intenciones al clásico del folk horror El inquisidor (Witchfinder General, 1968), de Michael Reeves, pero reforzando el elemento femenino (y feminista), que ya venía tratándose en títulos previos de su responsable. El rodaje tuvo lugar en Budapest, Hungría, y su estreno acaeció en el Festival Internacional de Cine Fantasia, en Montreal, Quebec, Canadá, el 20 de agosto de 2020, con una respuesta muy tibia por parte de la crítica y del público. Su distribución, a comienzos de 2021, se haría vía plataformas digitales en la mayoría de los países. Coincidiendo en ciertas similitudes (temáticas y formales) con la coetánea producción española-argentina Akelarre (2020), dirigida por Pablo Agüero, el film de Marshall se desarrolla en 1665 en la Inglaterra septentrional, en tiempos de la peste negra [7], y trata un tema de acusación de brujería a una mujer por parte de un terrateniente al rechazar ésta, viuda, contraer nupcias con aquél y en aras de hacerse con sus tierras. El film contiene algunas escenas de torturas (ya las había en Doomsday: El día del juicio), pero sin caer en la explotación pura y dura de, pongamos, Las torturas de la inquisición (Hexen bis aufs Blut gequäl, 1970), de Michael Armstrong. Pese a la buena voluntad de sus implicados, así como la estupenda fotografía de Luke Bryant, la película no terminó de convencer al personal. Se la acusó de tener un guion confuso, de excesivo metraje (mal que asola a gran parte del cine de unos años a esta parte), de un pésimo trabajo de edición, de un subrayado en sus pretensiones feministas, y de reposar toda la trama sobre los hombros de una intérprete sin el suficiente carisma. De carecer, en definitiva, de la profundidad y el acabado de los trabajos previos del cineasta. Y los seguidores del realizador comenzaron a cogerle ojeriza a la Kirk. El film perdió dinero, según el director, pero éste quedó bastante satisfecho del resultado y disfrutó mucho de todo el proceso, asumiendo que tanto los logros como los errores eran suyos. Considerándola parte de su proceso de aprendizaje.


El tándem Kirk/Marshall, a la sazón desde su productora en común, Scarlette Productions Ltd., tendría en 2022 lista otra cinta, la muy independiente The Lair [tv/dvd/br: The Lair]. Un intento de regresar a los primeros trabajos del director, con claros ecos a The Descent y, sobre todo, a Dog Soldiers, pues de nuevo hay un grupo de militares [8] que se enfrenta con una amenaza fuera de lo común en un espacio cerrado. En esta ocasión la acción se desarrolla en Afganistán y los chicos y chicas de camuflaje se las tienen que ver con unos experimentos hallados en un viejo bunker soviético. Nuevamente con la Kirk de protagonista (y metida en el guion y la producción ejecutiva) para desespero de sus detractores, en el rol de la capitana de las fuerzas especiales Kate Sinclair (mismo apellido que el personaje de Rhona Mitra en Doomsday. El día del juicio, como vimos más arriba). Un film que cuenta a su favor con ese (intencionado) aroma a serie B de toda la vida, sin hacerle ascos al gore, y algo de humor que ayuda a que pese al (notable) bajo presupuesto se mantenga bastante bien la trama durante (casi) todo el metraje. Marshall comentó que para los FX contrataron a un equipo local de Budapest, y que para las criaturas sólo disponían de un traje más otro de repuesto, por lo que tuvieron que jugar a que en pantalla pareciera que había más que lo que disponían, apostando en lo posible por los efectos prácticos sobre los digitales. La película se presentó en la sección Midnight X-Treme de la quincuagésimo quinta edición del Festival de Sitges, donde el director recibió el galardón honorífico Máquina del Tiempo, por su contribución al género, coincidiendo con el vigésimo aniversario de Dog Soldiers


¿Qué es lo próximo del binomio Marshall-Kirk? Pues contraatacan en estos momentos con The Duchess, retomando el primer libreto que la pareja escribió al alimón y donde dejan lo fantaterrorífico a un lado para apostar más por el thriller y la acción. Una cinta de gánsteres rodada en Tenerife en 2022 que ahora está empezando a distribuirse en algunos países vía plataformas y servicios de pago por visión. El visionado de su trailer no augura gran cosa. También tiene el de Newcastle lista Compulsion, filmada en 2023 en Malta, pero aún sin fecha de salida, un trabajo más en la línea del giallo y el slasher. Y cambiando de tercio anda liado con Mach One, una película basada en una historia real, sobre un grupo de científicos británicos que construyeron un coche con el que batieron el récord de velocidad en tierra en 1997, y que aún hoy no se ha superado. Y, entre otros proyectos, anuncia que prepara Invaders, una cinta de ciencia ficción familiar [9] sobre unos alienígenas que pretender invadir el Reino Unido durante la II Guerra Mundial. El tiempo nos dirá si con estos trabajos, Neil Marshall volverá a recuperar el aplauso y la confianza del público y/o la crítica, así como el prestigio de antaño.

Alfonso & Miguel Romero


[1] El arriba mencionado Alexandre Aja, tras darse a conocer desde su Francia natal con Alta tensión (Haute tension, 2003), sería requerido por Hollywood para llevar a cabo un remake de Las colinas tienen ojos que llegaría a las salas en 2006. Le seguiría una secuela al año siguiente que contó con la realización de Martin Weisz y con guion de Wes Craven y su hijo.

[2] Títulos que ya en su día fueron canibalizados por no pocas películas, algunas de ellas (entre las más conocidas) de nacionalidad italiana, como 1990: Los guerreros del Bronx (1990: I guerrieri del Bronx, 1982), de Enzo G. Castellari.

[3] Aunque hay, junto a Marshall, otros directores que rinden en los primeros años del presente siglo homenaje al cine de los ochenta, es a partir del éxito de la serie de Netflix Stranger Things, iniciada en 2016 por los hermanos Matt y Ross Duffer, cuando se desata una auténtica fiebre por las películas de aquella época. Pero no nos confundamos, la mayoría de los títulos reivindicados (muchos de ellos de aventuras, fantasía y/o terror) son blockbusters de aquellos años: como Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984), de Ivan Reitman, o las distintas propuestas con dirección y/o producción de Steven Spielberg.

[4] Rhona Mitra, posteriormente a Doomsday: El día del juicio, se hizo con el rol protagonista de la también comercial y lucrativa saga de Underworld, sustituyendo a Kate Beckinsale al frente del reparto de Underworld: La rebelión de los licántropos (Underworld: Rise of the Lycans, 2009), con dirección de Patrick Tatopoulos.

[5] Estamos en Escocia, donde no faltan castillos. Divertido el detalle de la placa turística.

[6] Lamentablemente, el Conan el bárbaro (Conan the Barbarian, 2011) de Marcus Nispel, con Jason Momoa encarnando al cimerio más famoso de la literatura y de los cómics no convenció a nadie. Por cierto, un par de años antes otro personaje de Robert E. Howard había sido llevado a las pantallas con Solomon Kane (Solomon Kane, 2009), con dirección de J.M. Bassett y con James Purefoy en el rol principal. Otro intento fallido.

[7] Black Death (Garra negra) (Black Death, 2010), de Christopher Smith, también ambientó (diez años antes) su trama en una Gran Bretaña asolada por la peste, pero cuya acción transcurría a mediados del siglo XIV.

[8] La continua presencia de militares en el cine de Neil Marshall se debe, según él mismo, a una obsesión personal. Su abuelo fue soldado en la I Guerra Mundial y su padre también sirvió en el ejército, justo después de finalizar la II Guerra Mundial.

[9] La ciencia ficción para un público familiar no es nada nuevo para el realizador, quien se encargó de algunos episodios de la serie de Netflix Lost in Space (2018-2021), donde tuvo algunas discrepancias con el showrunner.

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