miércoles, 9 de octubre de 2024

Kris Kristofferson. Shake hands with the Devil.

 


El pasado 28 de septiembre de este 2024 nos dejaba Kris Kristofferson. Compositor, cantante, músico y actor que destacó por su buen hacer en todos estos campos. De vida y personalidad compleja, su calidad como compositor quedó demostrada en primer lugar con artistas consagrados del country como Johnny Cash y Charlie Louvin, y se ganó al público con la versión de Janis Joplin de su “Me & Bobby McGee”. Entró en el séptimo arte de mano de su amigo el actor Harry Dean Stanton, haciéndose con el papel protagonista de Cisco Pike. La policía y la droga (1972) y logró los roles principales de algunas de las más importantes películas de aquella década. Kristofferson se alzó como una de las más destacadas estrellas americanas (en cine y música) de los setenta, vertiginosos años en los que estuvo muy ocupado y cuando nos dejó sus más aplaudidos trabajos. Desde Les Danses Macabres hemos querido recordarle con una selección de seis de las muchas películas en las que intervino a lo largo de casi cinco décadas.

Pat Garret y Billy the Kid (Pat Garret & Billy the Kid, 1973), de Sam Peckinpah.

La balada de Cable Hogue (1970) no había funcionado bien en la taquilla. Pero tras Perros de paja (1971) y sus dos trabajos con Steve McQueen, Sam Peckinpah volvió al cine del Oeste en un film a medio camino entre la rudeza de Grupo salvaje (1969) y el intimismo de La balada de Cable Hogue. Para su visión del mito (y la muerte) de “Billy el niño” contó con Kris Kristofferson en el papel de dicho forajido, y con James Coburn como su némesis, el agente de la ley Pat Garrett. Un wéstern ejemplar: crespuscular y elegíaco, como todos los de su director, con un final tan inolvidable como el de Grupo salvaje (1969)-aunque más profundo que espectacular-, y que contiene la frase que resume el cine del Oeste (y el mundo) para Peckinpah: cuando Garrett trata de disuadir a su antiguo amigo Billy para que abandone su modus vivendi y le dice que los tiempos están cambiando, a lo que aquél responde “Los tiempos puede, pero yo no”.


Fuerza de vigilancia (Vigilante Force, 1977), de George Armitage.

Aprovechando el tirón comercial de las películas de vigilantes rurales del mestizo Billy Jack y, sobre todo, del Pisando fuerte (1973) que dirigiera Phil Karlson, George Armitage realizaba para Gene Corman Fuerza de vigilancia, remake "blanco” del blaxploitation Bucktown (1975), de Arthur Marks.

La acción tiene lugar en una pequeña población petrolífera de California donde reina el caos, como si fuera el salvaje Oeste. Protagoniza Jean-Michael Vincent en el papel de Ben, quien pide ayuda a su hermano Aaron, un veterano de Vietnam al que da vida Kristofferson, que acude con algunos de sus colegas para poner orden. Lo peor llegará cuando éstos consigan controlar la situación y decidan hacerse los dueños de la ciudad para su propio beneficio. Ben tendrá que tomar cartas en el asunto y, en clave rural del mito de Caín y Abel, pararle los pies a su hermano y a sus colegas, quienes pretenden robar el dinero de las nóminas durante el desfile del cuatro de julio.

Resulta curiosa la participación de Kristofferson encarnando al villano en esta respuesta al film de Karlson, cuando su nombre se barajó para el rol protagonista de Pisando fuerte, que finalmente recaería en Joe Don Baker, otro de los nombres indispensables del cine sureño de los setenta.


Convoy (Convoy, 1978), de Sam Peckinpah.

Para muchos cinéfilos y críticos Convoy es un film menor (e incluso indigno) para su director. Un título de encargo, donde el realizador tuvo poco espacio de maniobra, surgido para aprovechar la moda del cine de camioneros tan propia de los setenta y, sobre todo, para sacar partido del boom de Los caraduras (1977) de Hal Needham. Y sin embargo la actitud pesimista y anarquista de Peckinpah, así como su poética del perdedor está muy visible, sobre todo en el personaje de Kristofferson, el rudo camionero “Rubber Duck”, que pondrá en jaque a toda la policía consiguiendo el respaldo de su gremio, movilizando a un sinfín de vehículos en su ayuda.

El adorno del pato enfadado que luce el camión Mack RS700L que conduce Kristofferson en esta película, lo recuperaría Quentin Tarantino para el capó del Chrevolet Nova de 1971 del “Especialista Mike” (Kurt Russell) en Death Proof (2007).


La puerta del cielo (Heaven’s Gate, 1980), de Michael Cimino.

Michael Cimino había conseguido con El cazador (1978) el reconocimiento de la crítica, del público y hacerse con un buen puñado de premios. Era uno de los grandes del momento, aquellos tiempos cuando, en palabras de Peter Bogdanovich, el director era la estrella. Pero La puerta del cielo supuso un enorme clavo en el ataúd del Nuevo Hollywood. Los excesos (de presupuesto, de metraje, de drogas, de ego, y de todo) se saldaron con la ruina de la United Artists, terminando con la prometedora filmografía de Cimino (que nunca podría remontar su carrera, pese a algunos trabajos loables), mientras que la de Kristofferson como estrella de la pantalla veía que sus mejores días habían pasado. La compañía, en un intento de salvar lo que pudiera de aquel naufragio, estrenó un montaje muy recortado e ininteligible, pero todo fue inútil. El tiempo le daría la (tardía) razón a Cimino, y La puerta del cielo ha quedado como una de las obras maestras de su época (y del cine) y como reflejo de un tiempo imposible, irrecuperable e irreemplazable.


Lone Star (Lone Star, 1996), de John Sayles.

De finales de los noventa el papel más significativo (el que más terminaría calando en el imaginario popular) de Kristofferson sería el del Abraham Whistler de la saga Blade en las adaptaciones a la gran pantalla del personaje de los cómics Marvel. Pero hemos preferido traer aquí su rol en Lone Star, magnífico thriller rural ambientado en el sur de Texas. Un título escrito, editado y realizado por un John Sayles en plena forma para la Columbia, y que recibió los elogios de la crítica señalándola como una de las cintas independientes más relevantes de su década.


Lazos de sangre (Bloodworth, 2010), de Shane Dax Taylor.

Tomando como base una novela del escritor sureño William Gay, Lazos de sangre supuso el más destacable trabajo de Shane Dax Taylor en la dirección y de paso el último gran papel para cine de Kristofferson, cuya presencia llena siempre la pantalla en cada una de sus apariciones. Interpretando a un viejo cantante de country que regresa a su casa, en un pequeño pueblo de Tennessee, tras cuarenta años de haberse marchado, abandonando a los suyos. Los traumas y problemas son la moneda común para su disfuncional familia de hillbillies. En el reparto, como uno de los hijos de aquél, encontramos otro de los grandes intérpretes del country, Dwight Yoakan. 

Alfonso & Miguel Romero

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