lunes, 28 de julio de 2025

Cuentos Macabros: "El Centro Comercial"


 


Nunca había ido a ese centro comercial. Mi amiga me convenció de ir para ver cómo era. Era como otro cualquiera: tiendas, supermercados, cafeterías, bares...

Vimos unas cuantas tiendas de ropa, luego nos metimos en el supermercado para comprar algo de comida, que hacía falta en nuestras casas. Después fuimos a una cafetería a tomar un café.

Al terminar fuimos en busca de algún aseo.

El de la primera planta lo estaba limpiando una señora muy mayor, que nos comentó que fuéramos al de la planta del sótano. Bajamos por las escaleras, nunca me gustaron los ascensores. Al llegar todo estaba casi en penumbra. Los aseos se encontraban al lado de los ascensores. Mi amiga decidió esperar fuera, mirando el facebook en su móvil.

Eran unos servicios muy oscuros, con azulejos marrones, lo que les daba un tono más tenebroso. Tenían sólo una luz pequeña encima de unos de los dos lavabos que había. A la derecha, en un pasillo, había tres puertas con los unitarios. La primera puerta estaba cerrada, en la última había una poco de luz, pero se escuchaban risitas de cría. Pensé  “vale, es una niña pequeña que está haciendo pis, su madre estará arriba esperando”. Me pareció raro que una madre dejara a una niña pequeña bajar al sótano ella sola. Fue un pensamiento corto. Entré en el del medio.

 Me bajé los pantalones y empecé a orinar. Noté que la risa era más fuerte y sentí que el pomo de la puerta giraba. Tenía puesto el pestillo. Grité “ocupado”. La risita paró y escuché cómo corría. Me quedé paralizada, un miedo atroz se apoderó de mí. Me quedé quieta y se apagó la luz. Me levanté y me subí los vaqueros enseguida. Grité que ya estaba bien de cachondeo, que se estuviera quieta. Volvió la luz.

 Abrí la puerta, salí y vi que en el de al lado se volvía a escuchar la risita.

Me metí de nuevo en el aseo y volví a cerrar la puerta. Noté como el pomo giraba de nuevo. La risa se elevó a una risa infernal. Empezó a dar patadas a la puerta y oí que algo decía:

 -         Está ocupado.

No podía moverme del miedo. Escuché de nuevo el sonido de alguien corriendo.

 Abrí la puerta y fui corriendo hacia la salida. Subí las escaleras y enseguida vi a mi amiga, que me vio y sonrió:

 -         Por fin, has tardado bastante.

-         ¿No has visto salir a nadie del baño?

-         No ha salido ni entrado nadie.

-         Pero si había alguien dentro y ha salido corriendo... Era una niña pequeña.

-         No me asustes, no ha salido nadie.

 Le expliqué lo que me había sucedido. Decidimos entrar las dosa los baños del sotano.

 La primera puerta estaba cerrada, la segunda y la tercera abiertas por completo y no había nadie.

 Me fui a los lavabos  para lavarme las manos, mi amiga me siguió.

 De repente se escuchó un portazo, las dos nos miramos asustadas.

 Miramos hacia el pasillo y vimos como unas manos huesudas aparecían en la penumbra. No lo pensamos dos veces, salimos corriendo, gritando. Subimos las escaleras y al final vimos a un vigilante.

Nos quedamos mudas por un momento, le comentamos que alguien nos había molestado en los baños de abajo. Él nos respondió:

 -         No hay baños en los sótanos.

-         Sí, acabamos de estar en ellos.

-         Pues lo siento mucho, pero no hay baños abajo.

-         Una limpiadora nos dijo que fuéramos al del sótano mientras ella limpiaba el de aquí arriba.

-         ¿Qué limpiadora?

 Fuimos al otro baño y vimos que había una muchacha joven limpiando los baños. No era la misma.

 Nos tomaron un poco por dos chifladas.

 Nos fuimos corriendo en busca del coche.

 No sé qué ocurrió ese día y, la verdad, no creo que quiera saberlo.

 Mi amiga y yo no hemos vuelto hablar del tema. Y por supuesto no pensamos volver a ese centro comercial.

 Es más, nunca he vuelto a entrar en un aseo público sola.


Cuento de Malina Murnau.

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