-
¿Doctor,
me encuentro bien?
-
Claro,
lo único que le encuentro es una pequeña costra en su brazo. Pero por lo demás
esta usted como un roble.
-
Sí,
me hice una pequeña herida al trepar a
un árbol el otro día haciendo un poco el payaso, la verdad.
-
Muy
bien Jaime, hasta la próxima visita.
-
Gracias,
doctor.
Jaime salió de la consulta
del médico sin pensar que aquella costra le iba a traer más de un problema.
Se marchó para su casa, donde
le esperaba su esposa Ángela.
-
¿Cariño,
eres tú?
-
Sí
¿quién quieres que fuera, Tom Cruise?
-
Déjate
de tonterías ¿qué tal en el médico?
-
Bien,
estoy de fuerte como un roble. Por cierto ¿qué vamos a cenar?
-
Vamos
mejor a un restaurante chino, me apetece.
-
Bien,
vamos pues.
Cenaron dos rollitos de
primavera, cerdo agridulce, fideos fritos con gambas y unos postres de limón.
En el postre Ángela se fijó
en la costra que Jaime tenía en el brazo, le pareció que la tenía más grande
que esa misma mañana y su aspecto era un poco repulsivo. Pero decidió no
preocuparle.
Terminaron de cenar y se
marcharon a su casa.
Ya en la cama a Jaime le empezó
a doler el brazo, fue al baño. Se llevó bastante tiempo ahí metido, Ángela se
estaba preocupando y lo llamó. Jaime salió del baño, tenía cara de asustado.
-
Jaime
¿qué ocurre, te pasa algo? Por dios, tienes esa costra grandísima. Mañana iras
de nuevo al médico.
-
De
acuerdo Ángela.
A la mañana siguiente Jaime y
su esposa se encontraban en la consulta del doctor.
-
Jaime
¿seguro que esta herida se la hizo en un árbol? ¿pero qué clase de árbol puede
hacer esto?
-
Doctor,
se lo hizo el domingo pasado, con un árbol muy alto y viejo. La verdad, tenía
un aspecto tenebroso.
-
Vamos
a mirarla más de cerca ¡Por dios, parece corteza de un árbol!
DOS
MESES MÁS TARDE
-
Dios
mío, abre la puerta Jaime, vamos a que te vea el doctor.
-
¿Para
qué? Me estoy volviendo un monstruo, no quiero que me veas.
-
Abre
la puerta, soy tu puñetera mujer, tengo derecho a saber qué coño te pasa ¡Abre
la puta puerta de una vez!
Jaime abrió la puerta, Ángela
entro en la habitación para poder observar con terror como su marido tenía todo
el cuerpo cubierto de corteza de árbol. Ángela gritó.
-
¿Qué te esta
ocurriendo? ¡Te estas convirtiendo en un puto árbol!
Ángela empezó a reírse a
carcajadas, estaba histérica. Se calmó un poco, abrazó a lo que era su marido y
lloró con fuerza.
-
Cariño ¿qué te ha
pasado? Fue ese maldito árbol, no tengas miedo amor, te vas a curar.
Volvió abrazar a Jaime,
convertido simplemente en corteza.
SEIS MESES DESPUÉS
Jaime, mirando a su esposa,
se dio cuenta de que no podría continuar así. Perdió todo o casi todo, ya no
tenía brazos, tenía ramas, en esas ramas ya no quedaban dedos sino hojas, sus
piernas ahora convertidas en raíces. Solo le quedaba su corazón, boca y uno de
sus ojos. Este lloraba por él y antes de que se le cerrara la boca, suplicó a
su esposa:
-
Ángela,
si me quieres, mátame. ¡Estoy sufriendo! ¿O es que no lo ves?
-
Jaime,
tranquilo mi vida. No te pasa nada. No tengas miedo, amor.
Ángela se había vuelto loca. Una
de las noches arrastró a su marido, o lo que fue su marido, y lo plantó en el jardín
de la casa.
-
Jaime
plantado en el jardín… venga ya, Ángela. ¿Dónde esta su marido? Hace ya más de
seis meses que no va a consulta, y por lo que he oído, ni al trabajo.
-
Doctor
Martín, es verdad. Se encuentra en nuestro precioso jardín.
-
De
acuerdo, pues enséñemelo.
El doctor Martín fue a la
casa de Ángela. Ella llevó al doctor hacia el jardín.
-
Muy
bien, dice que ese es su marido.
-
Sí.
-
No
me lo creo, señora. ¿Si le hago algo le dolerá?
-
No
se le ocurra hacerle daño, doctor.
El doctor Martín sacó una
pequeña navaja. La clavó en el tronco del árbol y la retiró de inmediato. Brotó
un líquido rojo, era sangre.
Ángela cogió del suelo del
jardín unas tijeras de podar y, sin pensarlo dos veces, se la clavó en la
cabeza al doctor Martín, brotando de ella un río de sangre.
Ella excavó una fosa al lado
del árbol que un día fue Jaime, y enterró al doctor.
Pasaron varios días desde que
el doctor visitara la casa de Jaime y Ángela.
Los vecinos estaban
preocupados, no veían a Jaime hacia meses. Y su esposa llevaba ya un mes sin
salir de casa. Llamaron a la policía.
La policía se encontraba en
la puerta, pero nadie abrió. Derribaron la puerta. De la casa salía un olor
nauseabundo, se encontraba toda a oscuras, sólo se veía un pequeño filo de luz
que entraba por la ranura de las cortinas de la puerta del jardín. La policía
abrió la puerta del jardín. Encontraron totalmente desnuda a Ángela, abrazada a
su marido, para los demás estaba abrazada a un árbol.
Los policías la cogieron y la
cubrieron con una manta. Le preguntaron dónde se encontraba su marido. Ella
respondió que su marido estaba enfrente de ellos. Los policías le volvieron a
preguntar.
-
Mi marido está
tomando el sol. ¿No veis ese árbol tan grande y hermoso? pues ese es mi marido ¿Es
que sois tan estúpidos que no lo podéis ver?
Un policía que estaba al lado
del árbol vio que en el suelo, al lado, se veía un trozo de tela. Estaba
enterrado, lo intento coger pero este no cedió, había algo más de peso que lo
sujetaba. Llamó a los demás.
Excavaron y vieron que allí
había enterrada una persona con unas tijeras de podar en el cráneo. El cuerpo
estaba putrefacto, algunos tuvieron que taparse la nariz para no vomitar.
Las raíces del árbol
penetraron en el cuerpo del muerto, por la boca, el ano y por los que una vez
fueron ojos.
Se llevaron a Ángela. Al poco
tiempo fue juzgada por el asesinato del doctor Martín y el de su propio esposo,
que nunca pudieron encontrar el cuerpo.
Ya en un sanatorio para
criminales peligrosos, aislada totalmente, decidió poner fin a su vida. Dejó
una nota al lado de su cuerpo, en ella había escrito:
“Lo siento Jaime, por dejarte
solo en casa. Sin tu calor ni cariño no quiero seguir viviendo, te amo”
Caso cerrado.
LA CASA ABANDONADA
DOS AÑOS DESPUÉS
-
Luis nos vamos a
meter en un buen lío como nos cojan entrando en esta casa...
-
Venga Paula, no
seas tonta. Vamos a entrar para ver el árbol de la loca esa que decía que era
su marido.
-
¡Joder, que es
ese! Es un árbol horrible.
-
Paula, te va a
escuchar.
-
Idiota, no me
asustes.
-
Mira en este
agujero estaba enterrado el médico de la familia. Dicen que se lo comió el
árbol, incluso cuando lo encontraron tenía ramas hasta en el culo.
-
¡Qué asco! Venga,
nos vamos ya.
-
Espera un poco,
Paula. Dicen que la mujer hacía el amor con ese árbol, la encontraron en pelotas
refregándose contra el árbol.
-
¡Dios, pobre
mujer! Murió ¿verdad?
-
Sí, Paula. Ven,
vamos a subirnos al árbol.
-
Luis, yo me voy a
mi casa. Si quieres, pues súbete tú. Parece que me está mirando ¡qué horror!
-
Pues vete. Adiós,
tonta cagada.
-
Ojala el árbol te
dé por el culo, capullo.
-
Asco de mujeres.
Vete ya para tu puta casa. Bueno, por fin solo, árbol de los cojones, te voy a
trepar.
El joven se puso a trepar por
el árbol, pero ¡qué fatalidad! se enganchó el pantalón en una de las ramas y,
al tirar, se hizo un pequeño corte en la piel.
- ¡Mierda, joder! Mira que
engancharse el puto pantalón... Vaya, tengo un poco de sangre… Tranquilo, ya se
secará y se formará una pequeña costra...
Cuento sacado de mi libro 13 Relatos macabros
Cuento de 1992
Texto y dibujo de Malina Murnau
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