sábado, 25 de noviembre de 2023

Rambo: Last Blood


Título original: Rambo: Last Blood

Año: (Estados Unidos/Hong Kong/Francia/Bulgaria/España/Suecia, 2019)

Director: Adrian Grunberg

Productores: Avi Lerner, Yariv Lerner, Les Weldon

Guionistas: Matthew Cirulnick, Sylvester Stallone, Dan Gordon (historia), David Morrell (personaje)

Fotografía: Brendan Galvin

Música: Brian tyler

Intérpretes: Sylvester Stallone (John Rambo), Paz Vega (Carmen Delgado), Sergio Peris Mencheta (Hugo Martínez), Adriana Barraza (María Beltrán), Yvette Monreal (Gabriela), Genie Kim (encargado del bar), Joaquín Cosio (Don Manuel), Pascacio López (El Flaco), Óscar Jaenada (Víctor Martínez), Alexander Dimitrov (Heli Pilot), Aaron Cohen (capitán de policía), Jessica Madsen (Becky), Louis Mandilor (sheriff), Jamieson Urquhart (joven en la fiesta), Brayden Pindur (joven en la fiesta), Fenessa Pineda (Gizelle) Marco de la O (Manuel), Álvaro Flores (hombre del cártel), ...

Sinopsis: Después de haber vivido un infierno, John Rambo se retira a su rancho familiar, pero su descanso se ve interrumpido por la desaparición de su ahijada tras cruzar ella la frontera con México. El veterano de guerra emprende un peligroso viaje en su búsqueda, enfrentándose a uno de los cárteles más despiadados de la zona. Así descubre que, tras la desaparición de la chica, hay oculta una red de trata de blancas. Con sed de venganza, llevará adelante una última misión desarrollando nuevamente sus habilidades para el combate.

Con la llegada de los ochenta moría, herido debido a todo tipo de excesos, el denominado Nuevo Hollywood. Además, dos de sus integrantes, George Lucas y Steven Spielberg, habían traído de vuelta la fantasía clásica (y blanca), el entretenimiento y el sentido del pulp al patio de butacas por la puerta grande, en enormes y fastuosas superproducciones a cargo de las grandes productoras y contando con los últimos avances en efectos especiales, con lo que, de paso les quitaban temas y tropos propios a las compañías de serie B, que no podrían competir en medios contra Universal, Paramount, Fox y compañía. Hollywood era, más que nunca en su historia hasta entonces, industria. Con las distintas majors formando parte de diferentes conglomerados industriales mucho más amplios y complejos [1], el arte quedaba supeditado al producto (más) rentable. El sueño de “el director es la estrella”, que tantas obras magnas dejara en los setenta, había terminado. La llegada de Ronald Reagan a la presidencia, con su giro hacia la derecha en la política y en todos los aspectos de la sociedad y su visión proteccionista, benefició a este cine de entretenimiento y además propició y miró con buenos ojos unas películas de acción de buenos y malos que resultaron muy rentables de cara a la taquilla. La Meca del Cine, tras décadas de crisis financiera, resurgía fortalecida, con los esteroides propios de sus action heroes. Fue éste el escenario más propicio para el triunfo por todo lo alto de un personaje como John Rambo.


Sylvester Stallone había dado sus primeros pasos en el cine en la década de los setenta. Protagonizando alguna cinta de (muy) bajo presupuesto para rellenar la parrilla de los cines de la calle 42 [2], y con pequeñas intervenciones en producciones de Hollywood de distinta catadura. Su primer rol destacado lo supuso el Stanley Rosiello que interpretó en Días felices (The Lords of Flatbush, 1974), de Martin Davidson, una de las películas “de nostalgia” que surgieron tras el éxito del American Graffiti (American Graffiti, 1973) de George Lucas. Como bien recordaría años después el también actor Joe Spinell, Stallone era un tipo que no se achantaba, y que peleó todo lo que hizo falta para poder no sólo colocar a un estudio el guion que había escrito, sino también protagonizarlo. Se trataba, por supuesto, de Rocky (Rocky, 1975), que realizaría John G. Avildsen, la película que encumbró al actor de la noche a la mañana y que incluso ganó varios premios Oscar, incluyendo los de mejor película y mejor director. Convertido en toda una estrella, Stallone daría algunos pasos en falso, pinchando en la taquilla sus siguientes propuestas, caso de F.I.S.T. Símbolo de fuerza (F.I.S.T., 1978), compartiendo créditos en el libreto junto a Joe Eszterhas y Norman Jewison y realizada por este último, o La cocina del infierno (Paradise Alley, 1978), que además de escribir también dirigió. Tuvo que volver al personaje de Rocky en una secuela estrenada en 1979, que también guionizó y realizó, para gozar de nuevo del beneplácito del público.


Tras protagonizar junto a Billy Dee Williams y Rutger Hauer Halcones de la noche (Nighthawks, 1981), de Bruce Malmuth, y participar en Evasión o victoria (Victory, 1981), de John Huston, retomaría al púgil Rocky Balboa en una tercera entrega en 1982, que una vez más le proporcionó cuantiosos beneficios en la taquilla. Y a continuación nuestro hombre encarnaría por primera vez a su otro más emblemático personaje, John Rambo, en Acorralado (First Blood, 1982), tomando como base la novela de mismo título escrita por David Morrell en 1972, sobre un veterano de la guerra de Vietnam, afectado psicológicamente por dicha contienda, que encuentra a su vuelta el rechazo del país que le envió a luchar. Dirigida por Ted Kotcheff, el actor no participó en esta ocasión en el libreto. Hubo fricciones durante el rodaje, Stallone y su agente no estaban nada satisfechos con los resultados, y para colmo le desagradaba el final donde, al igual que en el libro el protagonista fallecía, aunque en la cinta moría abatido a manos del coronel Trautman (interpretado en el film por Richard Crenna). En recientes declaraciones del intérprete [3], éste ha comentado que llegó a abandonar el set, siendo amenazado por los productores con llevarlo a los tribunales por incumplimiento de contrato. Sly quería un final más esperanzador, menos deprimente, para no contribuir, en sus propias palabras, a la gigantesca ola de suicidios de los excombatientes afectados por estrés postraumático que sacudía cada año al país de las barras y estrellas. Las primeras proyecciones de prueba le dieron la razón al actor: a la audiencia no le convencía esa sombría conclusión, y rodaron otra en el que John Rambo sobrevivía y era detenido. Además, dejar con vida al personaje le vendría de perlas porque así pudo recuperarlo en varias secuelas que funcionaron estupendamente en taquilla. Acorralado, no obstante, se sumaba a las películas anti-Vietnam que se rodaron entre los setenta y principios de la década siguiente. Un punto de vista que cambiaría radicalmente en Hollywood durante los años de esplendor de la Administración Reagan, y uno de los mejores ejemplos de esta transición lo supuso precisamente Rambo: Acorralado Parte II (Rambo: First Blood Part II, 1985), la consagración del personaje [4]. Una película producida por TriStar Pictures que contó con George Pan Cosmatos tomando los mandos de la realización y que se alzó como la tercera más taquillera a nivel mundial en aquel 1985, sólo superada por Regreso al futuro (Back to the Future), de Robert Zemeckis, y Rocky IV (Rocky IV), la cuarta entrega del boxeador italoamericano que una vez más fue escrita y dirigida por el propio Stallone, y que también resultó la más pro-Reagan de la saga. Muchas películas, tanto medianas y/o grandes producciones destinadas para su estreno en cines, como baratas cintas filmadas para engrosar las estanterías de los videoclubs [5], copiaron la película de Pan Cosmatos y Stallone, que se convirtió por derecho propio en un icono de su década y en un título imprescindible para entender no sólo el cine de esos años sino también la misma sociedad que la aclamó.


Pese a tratar de probar suerte en otro tipo de proyectos, la taquilla le demostró a nuestro protagonista que lo que los espectadores requerían de él era cine de acción [6]. Stallone y Pan Cosmatos volvieron a trabajar juntos en Cobra, el brazo fuerte de la ley (Cobra, 1986), una producción de la Cannon que se convertiría en otra de las action-movies más aplaudidas de su época, aunque su rendimiento en el box-office no fue el deseado [7]. Menos dinero dio aún en su estreno (debido por un lado a una floja respuesta por parte del respetable y por otro al dineral que se embolsó la estrella) la otra cinta que Sly rodó con la misma compañía, Yo, el Halcón (Over the Top, 1987), realizada por Menahem Golan, uno de los capitostes de la casa. Y en 1988 arrasaría de nuevo en las carteleras con Rambo III (Rambo III), con dirección de Peter McDonald y ahora con producción de la Carolco [8]. Y aún habría lugar para una nueva secuela del boxeador Rocky en la bisagra del cambio de década, Rocky V (Rocky V, 1990), retomando John G. Avildsen los mandos [9] y cuya inclinación hacia el melodrama no llegó a convencer a sus fans.

El cambio en la política y en los gustos del público, la llegada de nuevos héroes de acción (menos musculosos y más sensibles) para un relevo en la audiencia, la mirada negativa que la crítica y la prensa en general dirigieron hacia el cine (de consumo) de los años ochenta, y el mismo agotamiento de lo que se dio a llamar la muscle-opera fueron alejando a Sylvester Stallone de los primeros puestos entre las producciones más rentables. Viendo como su aceptación entre el público iba menguando progresivamente conforme avanzaban los noventa. Incluso sus esfuerzos por cambiar de registro y ofrecer papeles totalmente distintos a la imagen que se tenía de él, caso de Cop Land (Cop Land, 1997), de James Mangold, fue tomado con bastante indiferencia en su momento. A la entrada del nuevo siglo continuó intentando destacar en el cine de acción, pero la audiencia le había vuelto la espalda. Get Carter (Asesino implacable) (Get Carter, 2000) [10], de Stephen Kay, Driven (Driven, 2001), una suerte de Rocky ambientada en el mundo de la Fórmula 1 y con dirección de Renny Harlim -quien también ocupara dichas labores en Máximo riesgo (Cliffhanger, 1993)-, el psychothriller D-Tox (Ojo asesino) (D-Tox, 2002), de Jim Gillespie, o El protector (Avenging Angelo, 2002), de Martyn Burke, supusieron flojos intentos de rascar la vieja fama y que no logaron hacer apenas ruido en las carteleras. Siguieron una serie de títulos en los que Stallone participó más bien como guest star. Parecía que su tiempo había pasado, aunque aún conservaba su estatus de estrella. Por 2005 la cosa parecía poder cambiar, Quentin Tarantino anunciaba como su próximo proyecto un remake del film italiano Aquel maldito tren blindado (Quel maledetto treno blindato, 1978), de Enzo G. Castellari (estrenado en los USA como The Ingloruis Bastards), para el que quería reunir en su reparto a los grandes nombres del cine de acción de los ochenta, como Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger o el propio Stallone. Un trabajo que podía suponer el empujón que le hacía falta para volver a primera fila. Pero Schwarzenegger, metido por aquellos años en política, no tenía espacio en su apretada agenda para ningún rodaje. Finalmente, Tarantino se involucró en la filmación de Death Proof (Death Proof, 2007), cinta homenaje al cine de explotación que se estrenaría en los cines usamericanos en programa doble junto a Planet Terror (Planet Terror, 2007) de su amigo Robert Rodriguez. Y lo que finalmente sería Malditos bastardos (Inglorius Basterds, 2009), tras continuas reescrituras, mucho distaba de lo que inicialmente anunció su responsable. Aunque para cuando llega a los cines la película bélica del realizador de Reservoir Dogs (Reservoir Dogs, 1992), la situación de Stallone en la industria ha cambiado mucho.


En 2005 Sylvester Stallone anunciaba, por motivo/celebración del 30 aniversario de su primer gran taquillazo, que tenía en preparación una nueva película sobre Rocky que llevaría el título de Rocky Balboa, y cuyo rodaje daría comienzo en diciembre de ese año. Los medios no tardaron en burlarse del proyecto y avecinar lo peor, previendo un nuevo batacazo comercial. Y, sin embargo, en su estreno en diciembre de 2006 la audiencia reaccionó positivamente. La cinta, una vez más escrita y dirigida por Stallone, suponía un homenaje no sólo al personaje sino a toda la saga, algo que agradecieron sus fans. Sly, animado por los resultados, emprendió la recuperación de su otro personaje más representativo, y en enero de 2008 llegaba a las salas de medio mundo John Rambo (John Rambo), nuevamente con dirección del mismo Stallone (y compartiendo la escritura del libreto con Art Monterastelli). Una cinta de acción que no tenía problemas en mostrar en pantalla gore y violencia, alejada de los asépticos y estilizados actioners que habían ido imponiéndose en las carteleras. Y de igual modo la platea aplaudió la propuesta. Gracias una vez más a Rocky y Rambo (y en sendas cintas con los nombres y apedillos de éstos y sin números romanos detrás), Sylvester Stallone había dejado de ser veneno para la taquilla, y gozaba nuevamente del beneplácito de Hollywood.


Aquella historia de congregar a las viejas glorias del cine de acción de la era Reagan debía de seguir rondando por la cabeza de Stallone, y reunió a Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis junto a un puñado más de estrellas de las películas de mamporros de los ochenta y noventa (y a otras más recientes), en una producción de Millennium Films, una de las compañías detrás de John Rambo y en la que se encontraban gente de la vieja escudería de Cannon. Creando de paso para sí otro personaje que quedaría grabado a fuego en el cine de género, el de Barney Ross, el líder de Los mercenarios (The Expendables, 2010) [11], otro triunfo de cara a los espectadores y el inicio de una nueva franquicia. Además, Sly y Arnold volverían a mostrar la buena química que se da entre ambos en el film carcelario Plan de escape (Escape Plan, 2013) [12], realizada por el sueco Mikael Hafström [13], haciéndonos pensar en cómo hubiera sido una película que hubiera reunido a ambos astros del cine de acción en sus años gloriosos [14].


Rocky Balboa y John Rambo supusieron perfectos puntos finales para sus respectivas sagas. Sin embargo, el dinero manda y éstas no terminarían ahí. Aunque con su personaje alejado de los cuadriláteros, el universo del púgil retomaría continuidad con Creed. La leyenda de Rocky (Creed, 2015), de Ryan Coogler, que a su vez generaría diversas secuelas. Mientras que el excombatiente volvería en Rambo: Last Blood (Rambo: Last Blood, 2019) [15] para, ahora parece que sí de manera definitiva, dar por terminada sus aventuras. 

Las críticas de esta quinta entrega de la franquicia del traumatizado exboina verde fueron muy negativas. David Morrell, el escritor del libro que dio lugar a Acorralado, confesó avergonzarse de ver su nombre asociado a esta última secuela. El autor declaró para Newsweek que se trataba de una película de explotación para gridhouses propia de los años setenta [16]. No andaba equivocado. Por un lado, el film muestra (en su último tramo) una auténtica carnicería, sin remilgo alguno por enseñar en pantalla toda la sangre y casquería que haga falta (o que sus responsables vean conveniente); y por otro es cierto que podía haber sido una película de acción ajena a las andanzas del personaje que él creó. Sin embargo, una de las bazas fuertes del film, al entender de quienes firman este texto, es precisamente su carácter de película explotativa propia de décadas pasadas, alejada del actual mainstream y del cine de acción tan característico de las plataformas, que parece en todo momento estar pidiendo disculpas por la violencia mostrada (o sugerida). Rambo: Last Blood es, ante todo, un film exploitation que no se avergüenza de ello sino, al contrario, muestra sus cartas sin buscar coartadas morales o de cualquier tipo. Es un film de venganza, como lo fueran en tiempos los spaghetti-westerns, o las películas de justicieros urbanos tipo El ex preso de Corea (Rolling Thunder, 1977), de John Flynn, o Vigilante (Vigilante, 1983), de William Lustig. Una cinta ajena al actual buenrrollismo, a la censura de lo políticamente correcto, a lo woke, a los inclusivismos y al resto de imposiciones a las que se ve sometido el audiovisual de hoy día y que suponen un cáncer para el mismo. Un trabajo que, como dice Morrell, parece un título típico de grindhouses, y es que está más próximo en no pocas ocasiones a las exploitations ochenteras de Rambo que a la saga original. Y no sólo a las que se rodaron en los USA [17], sino también a las italianas [18], que del mismo modo fueron legión, encabezando la avanzadilla las distintas partes de Thunder, orquestadas por Fabrizio De Angelis y con Mark Gregory (Marco De Gregorio en el DNI) como el mazas protagonista. Rambo: Last Blood es un film más modesto (en pretensiones y presupuesto) que su inmediato precedente, John Rambo. Una cinta que parece más adecuada para los viejos cines de barrio (o de extrarradio) de los setenta y ochenta, e incluso para los direct to video de los ochenta y noventa, que para la cartelera de los últimos años. Un trabajo a sabiendas en todo momento de su condición de película de entretenimiento que se muestra a destiempo con las corrientes que gobiernan en las salas de exhibición y en el mercado de streaming.


A Rambo: Last Blood se le ha achacado que su ritmo es algo lento, que le falta acción y que ésta no llega hasta su parte final, que algunos de sus personajes aparecen y desaparecen de la trama sin mucho que aportar, así como una cierta torpeza en la dirección en lo que concierne a Adrian Grunberg. Todo ello es cierto. La película se toma su tiempo para describirnos la nueva situación de su protagonista, ahora retirado en el rancho familiar en Arizona (al que llegaba en el final de John Rambo), donde pretende vivir en paz con los demás y consigo mismo (pese a los demonios internos que aún le acosan), cuidando de quienes le rodean. La desaparición de su ahijada le llevará a cruzar la frontera en su busca, y aún en determinados momentos en los que parece que el personaje va a estallar (y lo deseamos), éste se muestra muy comedido. Todo parece direccionado hacia ese último tercio en el que la parte más salvaje (instintiva y racional) del ya viejo exsoldado va a acabar con los culpables de la muerte de la joven. Ojo por ojo y sangre por sangre, aunque sea la última. Grunberg de igual modo brilla en su trabajo de puesta en escena en la traca final, donde todo está mucho más cuidado y al igual que el protagonista es cuando saca toda su artillería, mientras que en el resto del metraje se muestra más funcional e incluso descuidado. Eso sí, tal como hiciera con Mel Gibson en Vacaciones en el infierno (Get the Gringo, 2012), el director sabe que aquí la estrella es Stallone, y no trata de quitarle protagonismo, al contrario que ocurre hoy día con tantos realizadores que se pretenden artistas.

Este film realizado por Grunberg comparte ciertos paralelismos con la coproducción USA-mexicana There Are No Saints/The Jesuit [tv: No hay santos, 2022], de Alfonso Pineda Ulloa (y con guion de Paul Schrader) [19]. En los dos filmes tenemos a un protagonista, de turbio pasado y acosado por sus fantasmas personales, que se ve obligado a cruzar la frontera a México en busca de un familiar que ha sido raptado y al que no conseguirá salvar de su trágico destino, desencadenando a su paso una despiadada matanza para alcanzar la redención. De igual modo, en sendas películas transitamos por lo peorcito de México, dando una imagen de cierta parte y gentes del país azteca que hoy muchos tacharán de prototípico y de racista (algo que, si bien puede ser cierto, no quita que no exista) y de anticuado, más propio (y es que lo es) de los films de la era Reagan que de su momento de estreno. También en las dos películas tenemos la presencia (en papeles no muy largos) de la española Paz Vega interpretando a una mexicana. Hollywood sigue requiriendo a intérpretes de nuestra tierra para dar vida en la pantalla a personajes mexicanos. En Rambo: Last Blood tenemos, además de a la actriz sevillana, a Sergio Peris Mencheta y a Óscar Jaenada, otros dos actores de la piel de toro que han probado suerte cruzando el charco y han participado en producciones usamericanas. Además, el film protagonizado por Stallone tuvo rodaje en Gran Canarias, por lo que la presencia de actores nacionales es aún más evidente.


La cinta de Grunberg y Stallone, para disfrutarla plenamente, necesita de un segundo visionado. Y no para llegar a comprender su trama o las motivaciones de sus personajes, todo lo contrario, son tan sencillas como universales, vistas anteriormente en infinidad de ocasiones. Sino porque el primer visionado coge al espectador desprevenido, pues lo que le ofrece no es un blockbuster con vocación de rompetaquillas, ni un actioner propio de su tiempo al estilo de, sin ir más lejos, Los mercenarios [20], sino que está más cerca de aquellos filmes que se quedan al margen, que antaño llegaban directamente a los videoclubs, y antes aún se estrenaban en pequeñas salas y autocines ajenos a la distribución de las producciones de los grandes estudios y que acogían a un público variado (adolescentes, trabajadores de cuello azul, hillbillies, minorías raciales, ...) sin más aspiración que pasar un rato de entretenimiento. Y es que, si hoy el terror se pretende elevado, el cine de acción no le anda lejos. Rambo, el héroe reaganiano por antonomasia, es un dinosaurio para los tiempos que corren, para estos años en los que impera la dictadura de la corrección política, de los ofendiditos milenaristas, de la diversidad sexual/racial/religiosa metida con calzador y todo tipo de inclusivismos forzosos, donde está censurada no ya la violencia sino el tipo de violencia y según a qué víctimas va dirigida. Donde las películas de acción se han convertido muchas veces en panfletos político-sociales donde prima el discurso moralista/paternalista/anti-colonialista-o-imperialista/pro-feminista sobre el puro y duro entertainment. Unos tiempos en los que las películas de héroes y superhéroes, con predominio en sus propuestas por parte de Marvel y DC [21], presentan un exceso de solemnidad y parecen más preocupadas en buscar motivaciones/traumas y soltar peroratas para justificar la conducta de sus protagonistas y antagonistas (ese Zack Snyder...), cuando no lo llevan a un infantilismo vergonzoso -Thor: Love & Thunder (Thor: Love & Thunder, 2022), de Taika Waititi-, o a un panegírico de empoderamiento de manual para millennials -la serie She-Hulk: Abogada Hulka (She-Hulk: Attorney at Law, 2022), creada por Jessica Gao, o las películas Black Panther: Wakanda Forever (Black Panther: Wakanda Forever, 2022), de Ryan Coogler, o The Marvels (The Marvels, 2023), de Nia DaCosta)-. Héroes y superhéroes los del cine de los últimos tiempos que, de tan creídos y crecidos de sí mismos, están lejos de la ironía, el pop y el espíritu lúdico y festivo de la Barbarella (Barbarella, 1969) de Roger Vadim o el Flash Gordon (Flash Gordon, 1980) de Mike Hodges, de la épica brutal del Conan, el bárbaro (Conan the Barbarian, 1982) de John Milius (las tres producciones de Dino De Laurentiis), o del erotismo desvergonzado de la Gwendoline (Gwendoline, 1984) de Just Jaeckin. Todas ellas adaptaciones de cómics célebres donde sus respectivos realizadores se acercaron al mundo de las viñetas sin tener que renegar de sus señas de identidad. Incluido el esteta Jaeckin, fotógrafo de moda y exitoso director de películas eróticas. Porque ésa es otra, el actual cine de acción (a excepción de alguna rara producción de serie Z) está castrado, tanto en términos generales (por lo aséptico del producto) como en el más literal, porque el erotismo y el sexo han sido desterrados del séptimo arte, tanto por el hecho de conseguir una calificación para todos los públicos y así llegar a una mayor audiencia, como por el temor de ser tachada su presencia de machismo mal o nada disimulado y no irritar a una potencial porción del respetable -pensemos en Joe Huff (Brian Bosworth) acostándose con chicas de Playboy de las que no sabe ni le interesa ni su nombre en Frío como el acero (Stone Cold, 1991), de Craig R. Baxley, que hoy levantaría ampollas-.


Conforme el corriente siglo (y milenio) avanza tecnológicamente a pasos agigantados, retrocede en cuestiones morales encaminándonos a una nueva Edad Oscura. Muchas voces claman ofendidas, despotricando sobre todo de la cultura popular del pasado siglo XX, a la que se mira (con rabia y desdén) desde una (supuestamente) excelsa y educada visión milenarista, y se pretende censurar y se censuran (no estamos tan lejos de las distopías de Ray Bradbury) a autores respetados y/o de éxito tan distintos entre sí como Ian Fleming, Stephen King o Roald Dahl, todos esenciales en la educación y entretenimiento de múltiples generaciones. Y algunas plataformas, sin despeinarse siquiera, cortan o alteran digitalmente momentos concretos a películas dispares como 1, 2, 3... Splash (Splash, 1984), de Ron Howard, o a la (merecidamente) oscarizada French Connection. Contra el imperio de la droga (The French Connection, 1971), de William Friedkin. Es en estos tiempos cuando más se agradece revisar/revisitar Rambo: The Last Blood, especialmente su último tercio, ése que ha molestado a más de uno/a. Placer culpable (o no), ejemplo de un cine de acción ajeno a los modos y modas imperantes, e incluso alejado del (cansino) revisionismo ochentero, más dado a abrazar todo lo que se parezca a los (tan blancos) productos Amblin. En el film de Grunberg, un Rambo envejecido (como el propio Stallone) encara una última misión, alejándose de la merecida paz que estaba viviendo, pero que por otro lado le hará conseguir la redención que acabe con sus fantasmas... aunque le cueste la vida. ¿O es tal vez que el propio Rambo decidiera auto-inmolarse, aburrido y asqueado del actual panorama cinematográfico y sus estúpidas reglas no escritas en el que sabe no tiene cabida?

Alfonso & Miguel Romero

[1] Para salir adelante en el complejo panorama en el que se encontraban las grandes compañías cinematográficas desde la década de los cincuenta, se vieron obligadas a diversificar sus fuentes de ingresos y a buscar socios financieros. Los Grandes Estudios acabaron por integrarse en enormes conglomerados económicos para los que la actividad cinematográfica no era necesariamente la parte más destacable de su negocio global. En 1963, la MCA (Music Corporation of America) adquirirá la Universal, en 1966 la GULF + WESTERN se hará con el control de la Paramount, Seven Arts absorberá a la Warner en 1967 y tan sólo un par de años más tarde surgirá un nuevo conglomerado de la fusión de la Warner/Seven Arts con Kinney-National S. (que poseía negocios inmobiliarios, de fabricación de grabadoras y producía spots publicitarios) con el nombre de Warner Comm. Co.

[2] Sería, por ejemplo, el caso del softcore The Italian Stallion [tv/vd/dvd: El semental italiano, 1976], realizada por Morton M. Lewis. De ella os hablamos en el siguiente enlace: https://cerebrin.wordpress.com/2019/07/31/italian-stallion-tv-vd-dvd-el-semental-italiano/

[3] En el documental para Netflix Sly [tv: Sly, 2023], de Thom Zimny.

[4] Un título en las antípodas de No hay lugar para esconderse (No Place to Hide, 1973), de Robert Allen Schnitzer. Uno de los primeros trabajos en los que participó un joven Sylvester Stallone.

[5] Desaparecido en combate (Missing in Action, 1984), dirigida por Joseph Zito para la Cannon, se había estrenado un año antes, con Chuck Norris de protagonista. Otro actor que en sus declaraciones a la prensa aclamó la política de Ronald Reagan. Cannon explotaría la franquicia con varias secuelas. Zito y Norris, de nuevo para la productora de Menahem Golan y Yoran Globus, rodaron también juntos Invasión U.S.A. (Invasion U.S.A., 1985), título de acción imprescindible de los años de Reagan en la Casa Blanca. Joseph Zito, ya fuera del ámbito de Cannon, filmó además una de las más simpáticas películas que copiaron el éxito de Pan Cosmatos, Red Scorpion (Red Scorpion, 1988), con Dolph Lundgren, el Ivan Drago de Rocky IV, dando vida a un socias (ruso) de John Rambo.

[6] Sus esfuerzos en géneros como la comedia o el musical no llegaron a cuajar en la taquilla, como demostraron los resultados de Staying Alive (Staying Alive, 1983), secuela de Fiebre del sábado noche (Saturday Night Fever, 1976), de John Badham, que Stallone escribió y produjo, y Rinhestone (Rinhestone, 1984), comedia musical dirigida por Bob Clark que protagonizó al lado de la cantante country Dolly Parton.

[7] Basada en una novela de Paula Gosling publicada en 1974 (muy cambiada y adaptada para los gustos del público de los ochenta), que sería llevada de nuevo al cine en 1995 con Caza legal (Fair Game), ahora con dirección de Andrew Sipes.

[8] En el libreto participó Sheldon Lettich, un nombre fundamental en el cine de acción made in USA, sobre todo por sus muchas colaboraciones al lado de Jean-Claude Van Damme.

[9] Según comentara el propio realizador en el documental sobre su persona John G. Avildsen; King of the Underdogs [tv: John G. Avildsen: el gran desconocido, 2017], de Derek Wayne Johnson, dirigió Rocky V porque le aseguraron que sería el punto y final de la franquicia.

[10] Remake del film británico Asesino implacable (Get Carter, 1971), de Mike Hodges, que ya contara en los setenta con una versión blaxploitation a cargo de George Armitage, Hit Man [tv/vd: Hit Man, 1972].

[11] El título (original), por cierto, remitía a una frase de John Rambo en Rambo: Acorralado Parte II.

[12] En 1989 Stallone protagonizó un film ambientado en una prisión, Encerrado (Lock Up, 1989), con dirección de John Flynn. Además que tras los muros de una cárcel se desarrollaba parte de la trama de otro de los títulos que la estrella estrenó ese mismo año, Tango y Cash (Tango & Cash), dirigido por Andréi Konchalovski (quien fue despedido por los productores sin acabar el rodaje y sustituido por Albert Magnoli).

[13] Un trabajo que también engendraría distintas continuaciones, éstas para el mercado doméstico y sin la presencia de Arnold.

[14] Tanto en el citado más arriba documental dedicado a Stallone para Netflix como en la serie documental sobre Arnold Schwarzenegger para la misma plataforma estrenado este mismo 2023, las dos estrellas hablan de su rivalidad en los ochenta, cuando ambos copaban los primeros puestos en la taquilla. “No podíamos estar los dos en el mismo sitio” declara el austríaco. Aunque hoy, amigos y colaboradores, muestran gran respeto y admiración el uno por el otro. Sly llega a confesar de su viejo competidor que “Era superior. Simplemente tenía todas las respuestas... Tenía el cuerpo. Tenía la fuerza. Ese era su carácter... Quería ser el número uno. Y desafortunadamente para mí, lo consiguió”.

[15] Stallone escribió el guion de El protector (Homefront) (Homefront, 2013), según la novela homónima de Chuck Logan, con la idea de convertirla en una película para la saga de John Rambo, aunque finalmente sería un vehículo de acción para su colega Jason Stathan, el Navidad de la saga de Los mercenarios.

[16] Literalmente “... Es la típica película ultraviolenta de explotation de los años setenta a lo grindhouse, y técnicamente también tiene cosas en común con ellas. Los escenarios se ven cutres y la dirección es horrible. Rambo podría haberse llamado John Smith y la película no cambiaría. Asumo que la audiencia está familiarizada con el pasado de Rambo, pero cualquiera por debajo de los 40 años se preguntará qué demonios pasa en esos túneles”.

[17] El éxito a nivel mundial de Rambo: Acorralado Parte II propició desvergonzadas y baratas copias en casi cualquier rincón del mundo. Países como Turquía, Filipinas o Indonesia, muy dadas a realizar su versión de los taquillazos foráneos, no perdieron la oportunidad de marcarse el tanto.

[18] No sólo las aventuras de John Rambo tuvieron su respuesta italiana, también Cobra dejaría huella en la filmografía transalpina con títulos como Cobra nero [vd: Black Cobra, 1987], dirigido por Stelvio Massi y protagonizado por Fred Williamson, que incluso contó con un par de secuelas firmadas por Edoardo Margheriti.

[19] Analizamos este film en el siguiente enlace: https://cerebrin.wordpress.com/2023/10/10/there-are-no-saints-the-jesuit-tv-no-hay-santos/

[20] La cuarta y última hasta la fecha entrega de esta franquicia, Los Mercen4rios (Expend4ables, 2023), dirigida por Scott Waugh, también muestra una bajada en el caché (por los resultados), pese a las cifras oficiales.  Pero en intenciones queda muy lejos de Rambo: Last Blood.

[21] Sylvester Stallone se dejaría ver, a modo de cameo, en un par de entregas de la saga de Guardianes de la Galaxia, dando vida al pirata Stakar Ogord, y prestaría su voz al Rey Tiburón de El Escuadrón Suicida (The Suicide Squad, 2021), todas ellas escritas y realizadas por James Gunn. Aparte de éstas, Sly protagonizó su propia cinta de superhéroes, ajena a Marvel y DC (y a sus modos), Samaritan [tv: Samaritan, 2022], con dirección de Julius Avery; un trabajo que iba a estrenar MGM en salas en noviembre de 2020 pero que, debido al Coronavirus, no veríamos hasta agosto de 2022 y directamente en plataformas de la mano de Amazon Prime Video.




jueves, 9 de noviembre de 2023

Gustavo Adolfo Bécquer (Mi pequeña colección)





Mi pequeña joya. Cubierta nueva, con texto muy antiguo.




2 billetes de 1965, uno en peor estado y el otro como nuevo.



Copia del billete, del libro billetes de España.

Lo que ha sido no tiene razón de ser nuevamente y no será

martes, 7 de noviembre de 2023

The Barnstormers: M/T (Warner, 2023).

 


Hace poco, con motivo de su 25º aniversario, se reeditaba el tercer trabajo de la banda de punk-rock australiana The Living End, aquel CD homónimo que editara Modular Recordings en 1998 y que les supusiera el álbum más importante de su carrera, el que los catapultó a las primeras filas. En este 2023 volvía al mercado en un nuevo formato de doble CD y LP, incluyendo como bonus un concierto que en su momento fuera emitido por la radio. Buena forma de terminar el 2023 para su líder, Chris Cheney, que también ha visto este año publicado el primer disco de The Barnstormers, su nuevo proyecto de rock ‘n’ roll y rockabilly junto al veterano Jimmy Barnes [1] (cantante de los imprescindibles Cold Chiesel, no muy conocido por estos lares pero toda gran estrella en las Antípodas, donde ha llegado a alcanzar hasta veinte números uno en las listas de ventas), su compañero en el programa de televisión Rockwiz. Ya en dicho espacio se les pudo ver interpretando en directo versiones de clásicos de los 50’s como “Sweet Love on my Mind” del Johnny Burnette Trio o el “Train Kept-a-Rollin” al estilo que en 1956 grabaran estos mismos. Afortunadamente, la cosa no quedó ahí y se han montado una superbanda internacional para registrar un buen puñado de versiones. Cheney se encarga de la guitarra dejando el puesto de vocalista a las potentes cuerdas vocales de Barnes con su estilo soul-rock. Les acompaña a las cuatro cuerdas Kevin “Caveman” Shirley (más conocido por su faceta de productor de Iron Maiden, Led Zeppelin, Aerosmith o el propio Barnes), quien lleva viviendo en Australia desde hace ya años; al piano (entre otros instrumentos) encontramos al británico Jools Holland (teclista de Eric Clapton, George Harrison y tantos otros); y sentado a la batería tenemos a un norteamericano, nada menos que Slim Jim Phantom de los Stray Cats [2].


El 26 de mayo (y con el arte de Vince Ray en la cubierta) ya estaba a la venta este su álbum debut en CD y vinilo de la mano de Warner. Incluyendo once canciones con una fuerza  y factura como pocas, entre las que podemos encontrar excelentes  revisiones de temas de los años dorados del R’n’R, caso del mencionado “Sweet Love on my Mind”, “Lonesome Train” (desde luego tienen fijación por Johnny Burnette), “Crazy Crazy Lovin’” de Johnny Carroll, “Sweet Nothins” de Brenda Lee, “Workin’ for the Man” de Roy Orbison, “Dear Dad” de Chuck Berry, “Thirteen Women” de Bill Haley … pero también otras ajenas al rockin’ más canónico y que ellos llevan a su terreno, caso de “Johnny’s Gone” del cantante australiano de pub-rock Don Walker, o el “Real Wild Child” de Iggy Pop, que han sido precisamente las que han elegido para promocionar este más que recomendable disco, que el propio Barnes ha declarado que es el mejor de su carrera.

Difícil es que una banda así llegue a tocar alguna vez en directo [3], y ni sabemos si el proyecto tendrá continuidad, lo que sí podemos asegurar es que estamos (con permiso del señor Brian Setzer y su excelente The Devil Always Collects) ante el mejor disco de rockabilly actual editado en este 2023 que ya acaba.

Alfonso & Miguel Romero

 [1] The Living End ya habían grabado con Jimmy Barnes una revisión de uno de los grandes éxitos de éste, “Lay Down Your Guns”.

[2] La banda de Brian Setzer era una de las mayores influencias para The Living End cuando estos últimos aún se llamaban The Runaway Boys. Incluso se puede apreciar la huella de los gatos de Massapequa en alguna de sus composiciones caso de “Second Solution”, incluida en su tercer trabajo.

[3] De hecho, Barnes y Cheney presentaron el disco con los músicos que suelen acompañar al primero.