miércoles, 29 de marzo de 2023

De perdidos al río

Título original: Whithout a Paddle


Año: (2004, Estados Unidos)


Director: Steven Brill


Productores: Donal De Line, Lynsey Jones


Guionistas: Fred Wolf, Harris Goldberg, Tom Nursall, Jay Leggett, Mitch Rouse


Fotografía: Jonathan Brown


Música: Christophe Beck


Intérpretes: Matthew Price (joven Tom), Andrew Rumbold (joven Dan), Calr Snell (joven Billy), Antony Starr (Billy Newwood), Dax Shepard (Tom Marshall), Matthew Lillard (Jerry Conlaine), Seth Geen (Dan Mott), Nadine Bernecker (Angie), Danielle Cormack (Tony), David Stoot (Dick Stark), Bonnie Somerville (Denise), Scott Adsit (hombre grasiento), Morgan Reese Fairhead, Liddy Holloway (Bonnie Newwood), Mia Blake (Giselle), Bruce Phillips (ministro), Kate Harcourt (anciana), Ray Baker (sheriff Briggs), Gregory Cruz (guía del río), Ethan Suplee (Elwood), Abraham Benrubi (Dennis), Rachel Blanchard (Flor), Christina Moore (Mariposa), Burt Reynolds (Del Knox), Susan Brady (Leslie), Connor Carty-Squires (boy scout), ...

Sinopsis: Al fallecer un amigo común y reencontrase en el entierro de éste, tres treintañeros deciden cumplir el sueño del difunto: encontrar el dinero del caso de D.B. Cooper.


En estos tiempos de conservadurismo sociocultural en los que parece imperativo que toda película tiene que ser seria, dramática y tratar temas importantes y/o de actualidad. En los que la corrección política, el buenrollismo, lo woke, los inclusivismos y demás tonterías encadenan y esclavizan, como la actual censura que son, la libertad de expresión. Obligando a sus responsables a acatar una serie de reglas que dan como resultado unos productos insípidos, profilácticos, donde reina una armonía impostada y falsa, que edulcoran y falsean incluso la Historia, mientras como el Gran Hermano son vigilados celosamente (y hasta el delirio) por un puñado de reaccionarios travestidos de liberales de nuevo cuño, lobos con disfraz de cordero. Tiempos, decíamos, en los que una cada vez más aplastante producción en el terreno del audiovisual en términos globales no lleva pareja una mayor calidad intrínseca, y aún menos una variedad cultural específica al ser impuesta una única línea de pensamiento. En los que los directores se pretenden la mayoría “autores” (en el más cahierista de los significados), olvidando el increíble legado de tantos y tantos “artesanos” profesionales del séptimo arte al servicio de la industria y el público. En los que los géneros han mutado (para mal), y el terror se quiere ver “elevado” mientras la comedia (que tira casi siempre a la “dramedia”) tiene que tener “mensaje” y reflejar una “crítica” para con algún tema candente. En los que buena parte de la crítica e incluso, y esto es aún más triste, de un público que se ha auto colocado galones, miran desde sus altares el trabajo de los demás con desprecio y arrogancia, despotricando contra todo lo que se salga de sus personales y particulares gustos y preferencias. En las que los cinéfilos gafapastas continúan buscando la puta película perfecta en cada cinta que se estrena (ahora más en plataformas que en salas), midiéndolo todo con el rasero de Bergman, Bresson y Dreyer. En los que una legión de freaks, unidos y fortalecidos a través de las redes, creen haber descubierto (y algunos hasta parece que han inventado) el cine de unos pocos años a esta parte, ciñéndose las más de las veces a reivindicar un puñado de títulos manidos que ellos tildan de obras maestras... En estos tiempos a algunos aún nos gusta, en lugar de sacudirnos la caspa y mirar por encima del hombro a todo/s lo/s demás, mejor disfrutar no sólo de las (supuestas) grandes obras de cine, que también, sino además de las películas de mero entretenimiento. Esas que se ruedan sin mayor pretensión que la de hacer al respetable desconectar durante una hora y media, más o menos (o eso era hasta hace unos años), y que gustan aún más en compañía y con una(s) cerveza(s) y algo para picar. 



El terror y la comedia siguen siendo, aún hoy, los dos géneros más denostados, precisamente por la enorme cantidad de trabajos rodados para un consumo rápido y destinados, en múltiples ocasiones, a un público juvenil y desprejuiciado. Algunas décadas (por motivos políticos, sociales, económicos, etc) fueron más proclives a una mayor producción orientada a una audiencia adolescente, como sucedió durante los cincuenta y los ochenta del pasado siglo XX. El nuevo siglo (y milenio), coincidiendo con la caída del VHS y la irrupción del DVD, así como con la proliferación de canales especializados, arrancó igualmente con una generosa producción cinematográfica que tenía a la audiencia joven en su principal target, continuando por ofrecer a ésta nuevas películas de los géneros citados. Propuestas que recuperaban y adaptaban para su momento los códigos que triunfaran en décadas anteriores. La comedia universitaria y sexual irrumpió con las fuerzas renovadas, y de igual modo los productores se empeñaron en traer el cine de terror teen de nuevo a las carteleras (y los videoclubs) por medio de un puñado de remakes de clásicos del género y de producciones afines.

De perdidos al río fue una de las muchas comedias juveniles que se rodaron a principios de los 2000. Una película que, siguiendo a títulos teenager señeros de los ochenta, como Los Goonies (The Goonies, 1985) de Richard Donner (con Steven Spielberg en la producción), nos proponía la búsqueda de un tesoro a cargo de un grupo de jóvenes. Aunque en esta ocasión no se trataba de una pandilla de niños, sino de un trío de treintañeros inmaduros que se comportan como unos adolescentes. La película que aquí nos interesa tomaba como su particular quimera la búsqueda del dinero que se agenció el criminal conocido como D.B. Cooper [1]. Su huida de la justicia y la incertidumbre en relación a su paradero seguiría intrigando al público con el paso de los años, ya que es el único caso de piratería aérea que sigue sin resolverse en los Estados Unidos [2]. En De perdidos al río se especula que, al saltar del avión secuestrado, D.B. Cooper debió de caer en Oregón (aunque el rodaje tuvo lugar realmente en Nueva Zelanda por motivos económicos), y hasta allí se desplazan los chicos protagonistas en homenaje póstumo a su amigo de la infancia que acaba de fallecer, ya que la busca de ese dinero era el gran sueño del difunto.

Los papeles principales, los del trío de treintañeros protagonistas, recayeron en Dax Shepard, Matthew Lillard y Seth Green [3]. Todos muy bien escogidos para unos personajes que parecen escritos a su medida. El primero no había intervenido en muchos títulos antes del que aquí nos interesa, mientras que sus dos compañeros tenían ya a esas alturas una larga experiencia frente a las cámaras, trabajando sobre todo en comedias y en algunos títulos fantaterroríficos. ¿Quién no recuerda a Lillard en Scream. Vigila quien llama (Scream, 1996), de Wes Craven, o a Green en El diablo metió la mano (Idle Hands, 1999), de Rodman Flender, y la serie Buffy, cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer (1999-2003), creada por Joss Whedon?, varias de las mejores y más inteligentes muestras del terror teen de su época. Ambos intérpretes además cuentan, en sus extensas trayectorias, con muchos trabajos prestando sus voces en aplaudidas producciones de animación.



La dirección corrió a cargo del neoyorkino Steven Brill. Un tipo conocido por su participación en el campo de la comedia, tanto en tareas de guionista, caso de la producción Disney Somos los mejores (The Mighty Ducks, 1992) y sus dos secuelas o Listos para luchar (Ready to Rumble, 2000) [4]; como en los títulos en los que se encargó de la realización: Pesos pesados (Heavyweighs, 1995) [6], Little Nicky (Little Nicky, 2000), Vaya resaca (Walk of Shame, 2014), o la que aquí nos ocupa.

De perdidos al río viene a ser una temprana muestra de reivindicación del cine de aventuras juveniles de los años ochenta. Ya en el prólogo, donde vemos de niños jugando a los tres protagonistas y a su cuarto amigo (en cuyo funeral volverán a reencontrase los primeros años después), encontramos guiños directos a las películas de Indiana Jones o a Los Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984) [5], y posteriormente hay momentos que recuerdan (y mucho) a Cuenta conmigo (Stand by Me, 1986). A la película de Ivan Reitman la homenajean con los chavales yendo en bici y vestidos con los monos que lucían los protagonistas de aquélla. Sí, doce años antes de que Matt y Ross Duffer hicieran lo mismo con los jóvenes protagonistas de Stranger Things (Stranger Things, 2016-), haciendo llorar y/o eyacular de emoción nostálgica a tantos espectadores. Y es que, claro, en 2004 las redes, así como la globalización de contenidos e información, no eran lo mismo, y no se había puesto (más bien impuesto) de moda los ochenta. En aquellos primeros 2000 aún había que pagar por ver las películas, yendo al cine o alquilándolas en los videoclubs. No se habían desarrollado mucho todavía las descargas para ver los contenidos a golpe de click, ni impuesto las plataformas con contenidos abrumadores, y entonces, como es lógico, no había tantos “cinéfilos” ni “ochenters” reivindicando aquella tan traída década.

Junto a esa temprana y sana recuperación del espíritu aventurero y naif de las producciones juveniles de los ochenta, De perdidos al río rescata así mismo tópicos y personajes prototipos de la hicksploitaion. No faltan los hillbillies poco hospitalarios con los que llegan de fuera (inevitables el mecánico y el sheriff), arraigados en viejas costumbres (no muy civilizadas) y ajenos a los avances (como los niños jugando a lomos de un enorme cerdo). De hecho, el film a ratos viene a ser una versión juvenil y paródica de la mítica Defensa (Deliverance, 1972), de John Boorman, a la que incluso hacen referencia en algunas frases. Nuestros tres urbanitas fracasarán también en su trayecto en canoa, incapaces de dominar los rápidos de un peligroso río [7] al tratar de dominar la naturaleza. E igualmente se las tendrán que ver con un par de agresivos montañeses -Ethan Suplee, el Randy de Me llamo Earl (My Name is Earl, 2005-2009) [8], y Abraham Benrubi, el Francis Lawrence de Parker Lewis nunca pierde (Parker Lewis Can’t Lose, 1990-1993), quienes atienden una enorme plantación de marihuana en medio del bosque y no les hace ninguna gracia que venga gente de fuera a husmear por allí. En su huida, evitando que los acribillen estos dos rednecks y procurando no caer en las fauces de sus dos peligrosos rottweylers [9], los muchachos se toparán con un par de chicas hippies que viven en lo alto de un árbol (que darán pie a una serie de chistes sexuales y escatológicos), y un tipo que lleva más de veinte años habitando en las montañas, Del Knox, el (ficticio) compinche de D.B. Cooper, al que da vida nada menos que Burt Reynolds, uno de los protagonistas del citado film de Boorman. Reynolds, el action-hero por antonomasia del cine sureño de los setenta, haciendo gala de su fama de macho-man, ayudará a los chicos enfrentándose a cuerpo descubierto y armado con su rifle contra los dos agresivos hillbillies y sus ametralladoras, haciendo a éstos huir con el rabo entre las piernas.



Como era de esperar, el viaje en busca del tesoro supondrá también un viaje emocional y un paso hacia la madurez de los tres protagonistas. Llegando a conocerse mejor cada uno de ellos a sí mismos y a sus compañeros, y preparándose para afrontar sus respectivos futuros. Dan, un doctor de éxito, pero tímido y apocado, aprenderá a tener valor y coraje, como el hombre de hojalata de El Mago de Oz (no parece baladí su afición por C3PO); Jerry, eterno adolescente que sólo piensa en el surf y la fiesta, pondrá los pies en la tierra con miras a una vida adulta y responsable; y el más alocado Tom... bueno, también él sacará alguna lección de todo esto.

Dejando a un lado las incoherencias esas que le gusta sacar a la gente porque se aburre mucho, como que el oso que da lugar a un puñado de momentos cómicos es un Kodiak, una especie que no existe en Oregón sino en el sur de Alaska; así como sabiendo de antemano que no estamos ante una de las grandes películas de su década (ni de su año), De perdidos al río es una simpática comedia juvenil con la que pasar un buen rato durante unos cien minutos. Sin ínfulas ni pretensiones, pero a la vez sin la mojigatería que reina hoy (a nivel mundial) en el género, y más en la comedia destinada a un público adolescente.



Pese a las (esperables) malas críticas y al desdén mostrado por el público, no debió de funcionar muy mal la película, pues unos años después llegaría una secuela: Without a Paddle: Nature’s Calling [tv/dvd: De perdidos al río 2, 2009]. Realizada por un Ellory Elkayem que se salía de su habitual zona de confort, el fantástico, esta continuación partía de un argumento parecido [10] a la original, pero de la que no repetían nadie del equipo ni del reparto. En España llegaría directamente para el mercado doméstico, sin pase previo por las carteleras.


Alfonso & Miguel Romero


[1] D. B. Cooper es el nombre atribuido al tipo que secuestró un Boeing 727 en los Estados Unidos el 24 de noviembre de 1971, recibiendo un cuantioso botín por su rescate y saltando en paracaídas en su huida desde la aeronave. El nombre que el secuestrador usó para abordar el avión fue Dan Cooper. Sin embargo, las iniciales “D. B.” al parecer se asociaron permanentemente con el secuestrador debido a un error de comunicación con la prensa, que tuvo conocimiento de que, poco después del secuestro, el FBI había interrogado a un hombre de Portland llamado D. B. Cooper, quien por otro lado nunca fue considerado un sospechoso importante. Pese al gran número de pistas que se fueron encontrando con el devenir de los años, no se encontró evidencia concluyente sobre la identidad del secuestrador y su paradero. El 12 de julio de 2016, el FBI anunció que daba por terminada la investigación activa del caso.

[2] A comienzos de los ochenta el caso de D.B. Cooper sería llevado a las pantallas con la película Un millón de dólares en el aire (The Pursuit of D.B. Cooper, 1981), con dirección de Roger Spottiswoode (y Buzz Kulik).

[3] El mismo año de la que aquí tratamos, Matthew Lillard y Seth Geen coincidieron también en el reparto de Scooby-Doo 2: Desatado (Scooby-Doo 2: Monsters Unleashed), de Raja Gosnell.

[4] En la promoción de esta comedia ambientada en el mundo del wrestling, David Arquette, uno de los protagonistas de la película, se ganó la antipatía (e incluso el odio) de muchos fans de dicho deporte-espectáculo. Ello llevaría al actor a interesarse en practicar lucha libre y ganarse el respeto de aquéllos. Muy recomendable al respecto el documental You Cannot Kill David Arquette [tv: No podréis matar a David Arquette, 2020], de David Darg y Price James.

[5] Hay más referencias a la cultura popular de quienes vivieron los ochenta, caso de las diversas referencias al universo de Star Wars, como el muñeco de C3PO que guardan en una caja o la persecución en quads emulando El retorno del Jedi (Star Wars: Episode VI. Return of the Jedi, 1983). Seth Green es un reconocido fan de Star Wars, ha prestado su voz a diversos personajes de la famosa saga galáctica, e incluso parodiado a ésta en series de animación como Padre de familia (Family Guy, 1999-) o Robot Chicken (Robot Chicken, 2001-), de la segunda además es cocreador, productor y guionista.

[6] Un título, escrito entre Brill y el aplaudido Bill Apatow, que guarda cierta relación por un lado con sus películas sobre el equipo juvenil de hokey, y por otro con comedias juveniles de campamentos como la saga iniciada por Ivan Reitman con Los incorregibles albóndigas (Meatballs, 1979). Intervenía Ben Stiller en un rol que parece a todas luces un antecedente del personaje que interpretaría casi una década después en Cuestión de pelotas (Dodgeball: A True Underdog Story, 2004), de Rawson Marshall Thurber.

[7] También podemos ver referencias a otro film con ríos y canoas, Los albóndigas en remojo (Up the Creek, 1984), de Robert Butler.

[8] Dax Shepard y Seth Geen también intervinieron en algún episodio de Me llamo Earl.

[9] Que responden a los nombres de Lynyrd y Skynyrd, en evidente alusión a la más conocida banda de rock sureño de todos los tiempos.

[10] Al igual que su predecesora, la secuela situaba su trama en Oregón, pero en este caso sí se rodó en dicho estado.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Paranormal álbum

 Nuevo vídeo subido a mi canal de youtube. Después de años sin añadir nada nuevo, lo hice. Uno en particular que personalmente me gusta mucho. Se puede ver  mis gustos y como soy, al menos un poco. Espero que sea de su agrado mi álbum.



Aquí os dejo el enlace 

Paranormal


viernes, 10 de marzo de 2023

Nosferatu- Vampiro de la Noche

Pequeñas reseñas a mi manera de describir mis películas de vampiros favoritas. Sacada de mi libro "Secretos de Vampiros" Aquí no hago una reseña a uso de datos y tal. Simplemente lo que me trasmite ese filme en concreto. La primera en salir a la luz será la genialidad creada por Herzog, Nosferatu.


Nosferatu - Vampiro de la Noche

Año: 1979

Director: Werner Herzog

Increíble remake del filme Nosferatu (1922) de F. W. Murnau. Superior incluso a la original

Herzog crea una obra de arte que te atrapa ya con el comienzo de la  película, con una música inquietante y agobiante. Es un cuadro en movimiento. Te captura y no puedes liberarte hasta el fin, creándote una duda: me ha gustado o simplemente he soñado una terrible pesadilla. Con unos colores apagados y deprimente, pero al mismo momento maravillosos. Es una obra que te atrapa y fascina.

La película, para describirla con una sola palabra, sería una locura Fascinante.





viernes, 3 de marzo de 2023

El Destripador de Nueva York

Nueva Reseña a cargo de los hermanos Romero.



Título original: Lo squartatore di New York 

Año: 1982 (Italia) 

 Director: Lucio Fulci 

Productores: Fabrizio De Angelis, Jose De Lemos 

Guionistas: Lucio Fulci, Gianfranco Clerici y Vincenzo Mannino, Dardano Sacchetti 

Fotografía: Luigi Kuveiller 

Música: Francesco De Masi 

Intérpretes: Jack Hedley (teniente Fred Williams), Almanta Suska (Fay Majors), Howard Ross (Mickey Scellenda), Andrea Occhipinti (Peter Bunch), Alexandra Delli Colli (Jane Forrester Lodge), Paolo Malco (doctor Paul Davis), Cinzia de Ponti (Rosie), Cosimo Cinieri (doctor Lodge), Daniela Doria (Kitty), Babette New (señora Weissburger), Zora Kerova (Eva), Antone Pagám (Morales), Josh Cruze (Chico), Marsha MacBride (policía),... 

Sinopsis: Un asesino está dejando un reguero de cadáveres cruelmente mutilados en la ciudad de Nueva York. Todas las víctimas son mujeres bellas y jóvenes. El homicida además llama a la desconcertada policía para burlarse de ellos narrando sus hazañas imitando la voz del pato Donald.

 Comentario: Tomando en consideración el término giallo, según la crítica cinematográfica, como los thrillers sangriento-terroríficos producidos en Italia entre 1962, con La muchacha que sabía demasiado (La ragazza che sapeva troppo) de Mario Bava como film fundacional, y 1982, con el Tenebre (Tenebrae) de Dario Argento como último título genuino, El destripador de Nueva York, una producción de Fabrizio De Angelis estrenada en salas ese mismo año de colofón, resulta un giallo tardío [1]. Para cuando llega a las pantallas, está triunfando en las carteleras de medio mundo el slasher norteamericano a raíz del éxito de La noche de Halloween (Halloween, 1978) de John Carpenter y, sobre todo, de la palomitera Viernes 13 (Friday the 13th, 1980) de Sean S. Cunningham [2], y el director romano presenta la cinta (disfrazada) como un slasher, si bien en fondo y forma no deja de ser no ya un giallo, sino uno de sus más brutales y definitivos exponentes. Si a un realizador (con la habitual tendencia sajona) le interesa qué le ocurre al asesino (y a la víctima) antes y después del crimen, para el giallo lo visual, sobre todo los asesinatos, están por encima de la narrativa, del guión, de los personajes, e incluso del villano y sus motivaciones. La planificación, los movimientos de cámara, la liturgia en las torturas y ejecuciones, etc,... es lo substancial.


La primera incursión en el thriller de Lucio Fulci se remonta a 1969 con Una historia perversa/Una sull altra/Perversion Story, de ribetes hitchconianos, con evidentes ecos de Vértigo (De entre los muertos) (Vertigo, 1958). Pero será tras la llegada de Dario Argento al género y su particular deconstrucción del mismo iniciada con El pájaro de las plumas de cristal (L ucello’dalle piume di cristallo/Das Geheimnis der schwarzen Handschuhe, 1969) cuando Fulci rueda su primer giallo genuino con Una lagartija con piel de mujer/Una lucertona con la pelle di donna/Le venin de la peur/A Woman in a Lizard s’Skin (1971), título que aprovecha de aquél tanto la denominación zoológica como la música a cargo de Ennio Morricone para elaborar a la postre uno de los trabajos más personales de su autor, así como uno de los mejores thrillers all'italiana de la década: surrealista, psicodélico, sexy y con algo de crítica social, algo característico del cine transalpino del periodo. Al año siguiente borda el más destacable giallo rural, junto con La casa dalle finestre che ridono (1977) de Pupi Avati, en Angustia de silencio (Non si sevicia un paperino), ambas películas además comparten un fuerte hálito anti-clerical. Y en 1977 dirige el más flojo Siete notas en negro (Sette notte in nero), adaptando la novela Terapia morta de Vieni Razzini. Tras éste, Fulci deja aparcado el giallo para embarcarse en sus exitosas cintas de terror sobrenatural y gore descarnado que tanta fama (para bien y para mal) le granjearían.

Debido al éxito comercial del Zombi (Zombi/Dawn of the Dead, 1978) de George A. Romero, con parte de producción italiana, no lo olvidemos, Fulci no tarda en tener lista la falsa secuela Zombi 2 (1979), estrenada en las pantallas españolas como Nueva York bajo el terror de los zombi. A ésta la seguirán las más personales Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella città dei morti viventi, 1980), El más allá (...E tu vivrai nel terrore! L aldilà, 1981), o Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981), primando siempre las escenas de choque, lo visual, sobre el guión (endeble e incluso en ocasiones prácticamente inexistente, con la mera función de tratar de unir de alguna manera las escenas sangrientas), tocando la moral de los críticos y de la cinefilia más ortodoxa (empeñados en la tradición sajona de los guiones "sólidos") mientras llenaba las butacas con un público ávido de emociones fuertes.


Como indican Mike Hostench y Jesús Martí, en El destripador de Nueva York tenemos "una sucesión de escenas escabrosas, de sexo y violencia, hilvanada por una leve trama de investigación policial" [3]. Hombres y mujeres parecen en el film arrastrados por una espiral de pasiones sexuales y violentas en diversas modalidades: ninfomanía, prostitución (masculina y femenina), espectáculos porno, masturbación, etc... Si bien en los giallos de Lucio Fulci el sexo funciona como el motor del crimen, en el film que nos ocupa es ya el definitivo leit-motiv. Parece que de algún modo el sexo invoca el asesinato. Con esta cinta, su director alcanzaba las mayores cotas de terror, sadismo y nihilismo de toda su filmografía, y pese a ello (o tal vez por ello) muestra un más atinado sentido del ritmo y un mejor pulso en la dirección. Hay una mayor fluidez y coherencia narrativa, a la par que se muestra más comedido respecto a sus habituales tics visuales. De igual modo, Fulci se ciñe más a la historia, sin derivaciones ni digresiones por meter todo aquello que pudiera impactar al espectador, aunque chirriara, en especial sus usuales auto referencias a títulos propios anteriores [4]. Así mismo, el montaje, a cargo de Vincenzo Tomassi, dota al film de un cuidado ritmo y una mayor coherencia respecto a sus celebrados títulos previos. Franco De Masi se encargó en la que nos ocupa de la música, en lugar de Fabio Frizzi (quien venía realizando dichas labores en las últimas producciones del director), más en consonancia con los sonidos característicos del policiaco de la época [5]. La fotografía correría en esta ocasión a cargo de Luigi Kovalier, quien no trabajaba con Lucio Fulci desde Una lagartija con piel de mujer, retratando en la presente un Nueva York sucio y deprimente, acorde a esa ciudad degradada por el vicio y la corrupción, donde sus habitantes se mueven por pulsiones, por necesidades físicas básicas, como la que mostraran títulos usamericanos imprescindibles como Taxi Driver (Taxi Driver, 1976), de Martin Scorsese, o Maniac (Maniac, 1980), de William Lustig, en unos años en que The Deuce, y en especial la calle 42, habían convertido a la ciudad de los rascacielos en una de las capitales mundiales del vicio, y el apodado asesino“de Times Square [6] dejaba a su paso un reguero de cadáveres de prostitutas, strippers y otras trabajadoras del sexo. La acción de El destripador de Nueva York transcurre en buena parte en negocios relacionados con la pornografía y la prostitución. Continuando con Hostench y Martí, "la fotografía de Luigi Kovalier retrata un Nueva York como solo lo hacen los directores chinos o italianos que quieren simular un rodaje americano. Es un extraño e inintencionado estilo que se aprecia también en directores tan dispares como Umberto Lenzi o John Woo". En su actualización del mito de Jack el destripador Fulci“y sus guionistas localizan su historia en Nueva York, ciudad hiper violenta en la que, según dicen los personajes, nueve personas mueren cada día y seis de ellas con mujeres [7].


La ética de un director la define no sólo la elección de unos concretos momentos de la película, sino también el enfoque moral revelado en ésta, y Fulci muestra, como siempre en él aunque fuera un reconocido católico, su visión descaradamente amoral y perversa. Para este realizador, el Infierno está presente en la realidad cotidiana que vivimos, en nuestro día a día. Considera que la realidad material del mal conlleva al crimen. El hombre está condenado de antemano, por su propia naturaleza humana, al mal y a la perdición. Cada cuál crea su oportuno infierno interior, correspondiente a sus propios vicios personales. Dios nos ha abandonado, los hombres viven en un infierno carnal, sin ninguna posibilidad de redención. "No hay alivio para sus protagonistas, no hay castigo, sólo queda el dolor de la carne, el horror del sexo" [8]. Para resultar aún más desconcertante (y afín a la filosofía de su responsable), el culpable tras esta orgía de sangre y muerte se destapa, lejos de ser un supercerebro maquiavélico propio de un relato de Edgar Wallace, como un desgraciado, "tampoco el asesino es un demonio, más bien un condenado más, atrapado en su propio infierno" [9].


Si en la mente del espectador, de Nueva York bajo el terror de los zombi quedaron grabadas las imágenes de un muerto viviente peleando con un tiburón o aquella del ojo astillado, de El destripador de Nueva York (¿qué obsesión tenía este hombre con la Gran Manzana?) resulta inolvidable la escena en la que el asesino pato Donald va rajando con una cuchilla a la prostituta amiga del inspector (Daniela Doria) mientras narra la tortura a la policía, impotente desde el otro lado del hilo telefónico.

Algunas curiosidades: El teniente encargado del caso es encarnado por el inglés Jack Hedley, quien el año anterior había aparecido en Sólo para sus ojos (For your Eyes Only), de John Glenn. El psicólogo homosexual que le echa una mano es Paolo Malco, inolvidable en Aquella casa al lado del cementerio. Zora Kerova, siguiendo con su repertorio de muertes violentas -era la chica colgada por los pechos en Caníbal feroz-(Cannibal Ferox, 1981)-, interpreta a la actriz del show sexy que termina con una botella rota en sus partes. Alexandra Delli Colli, vista también en Zombi holocausto (Zombi Holocaust, 1980) de Marino Girolami, es la ninfómana casada con un marido impotente que sale en busca de algo de marcha (acabará mal, por supuesto) y nos obsequia con algunos de los momentos más inspirados de la cinta. Y el propio Fulci tiene un cameo como superintendente de policía [10]. En esta ocasión los FX no estuvieron a cargo del habitual Ginetto de Rossi, sino de los hermanos Rochetti, destacando la labor del maquillador Franco Di Girolamo. Por la parte final del film, hay una escena genial en la que una de las víctimas asesina a su novio al creer que éste es el destripador, de modo similar a cuando en la posterior Maniac Cop [tv/vd/dvd/br: Maniac Cop, 1988], de William Lustig, los ciudadanos matan a policías al verlos con el uniforme y pensar que se trata del psicópata que está llenando de cadáveres la ciudad.


El destripador de Nueva York, una de las muchas participaciones del director con el guionista Dardano Sacchetti [11], se estrenó en nuestro país con la clasificación "S", distribuido, como otros títulos de Fulci, por José Frade. La edición española en vídeo, igualmente a cargo de José Frade, a pesar de que faltaran algunos segundos, no sufrió los severos cortes de otros no pocos trabajos de este director distribuidos por la misma casa. En el Reino Unido molestó especialmente al órgano censor, el BBFC (British Board of Film Classification), y encabezaría el infame listado de las nasty-movies. En muchos otros países sufrió mutilaciones y/o variaciones en el montaje; en los USA, por ejemplo, llegaría a las salas con algunos cortes, aunque conocería posteriormente ediciones íntegras en VHS, laser-disc, DVD y Bluray.

Tras la presente, Lucio Fulci volvería a sus queridos (que tan bien habían funcionado en la taquilla) terrores sobrenaturales con una (otra) historia ambientada en Nueva York, Manhattan Baby, de nuevo dejando a un lado la coherencia y permitiendo que los efectos tomaran el protagonismo, pero sin recurrir a una de las marcas de la casa, el gore, y defraudando por tanto a sus fans más incondicionales.

 Alfonso & Miguel Romero


[1] Y no sería el último, en 1984 estrena Murderock Uccide a passo di danza [ tv: El baile de la muerte; tv/vd: Murderock; dvd: Murderock. Danza mortal], llevando el esquema del giallo al mundo de los gimnasios y el baile que hacían furor en la primera mitad de los ochenta. 

[2] Para un interesante análisis sobre semejanzas, préstamos, etc... entre el thriller latino mediterráneo y su sucesor anglosajón del otro lado del Atlántico, véase el capítulo "Giallo vs Slasher: relaciones sangrientas", de Tomás Fernández Valentí, dentro del libro colectivo El giallo italiano: la oscuridad y la sangre (Nuer Ediciones, 2001). Y de este mismo autor el posterior artículo "Giallo y Slasher: relaciones sangrientas", dentro de la segunda parte del Dossier Giallo incluido en el número 413 (Julio-Agosto de 2011) de la revista Dirigido por. 

[3] Mike Hostench y Jesús Martí en su entrada sobre esta película en el libro Pantalla de sangre (Midons Editorial, 1996). 

[4] Alguno hay, no obstante, como el personaje de la vidente a la que da vida Almanta Suska, ya usado en trabajos previos como Siete notas en negro o Miedo en la ciudad de los muertos vivientes. 

[5] Además del score de Francesco De Masi, encontramos un par de temas previamente usados en otras cintas italianas de explotación. Caso de Tic“ nervioso de Berto Pisano, escuchado antes en Nadie es perfecto (Dove vai se il vizietto non ce l hai, 1979), de Marino Girolami; y Disperazione ,“de Alessandro Alessandroni, oído en SS-9 campo de exterminio y violencia (KZ9 Lager di sterminio, 1977), de Bruno Mattei. 

[6] Muy recomendable la miniserie documental sobre el susodicho: Escena del crimen: El asesino de Times Square (Crime Scene. The Times Square Killer, 2021). 

 [7] Javier Pueyo en su monográfico Lucio Fulci. Autopsia de un cineasta (Tyrannosaurus Books, 2015). 

[8] Ángel Sala en su reseña de Una lagartija con piel de mujer dentro del citado Dossier Giallo para Dirigido por. 

 [9] Jesús Palacios en su entrada "El séptimo círculo: el giallo según Lucio Fulci", en El giallo italiano: la oscuridad y la sangre. 

 [10] También hizo de poli en Aenigma [tv/vd/dvd: Aenigma, 1987] y Demonia (1990). Otro rol frecuente en sus cameos era el de doctor: Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, El gato negro (Gatto nero, 1981), Manhattan Baby ( Mahattan Baby, 1983) o Un gatto nel cervello (1990). 

 [11] Dardano Sacchetti empezó a trabajar en labores de guionista con Dario Argento, y terminaría compartiendo créditos con algunos de los más destacados nombres del terror italiano: Mario y Lamberto Bava, Michelle Soavi y, por supuesto, Lucio Fulci. La primera vez que colaboraron juntos fue en Siete notas en negro, a la que seguirían las tan aplaudidas Nueva York bajo el terror de los zombi (donde no figuraba en los genéricos por motivos fiscales), Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, El más allá, Aquella casa al lado del cementerio, El destripador de Nueva York, Manhattan Baby y Roma año 2072 D.C. Los gladiadores (I guerrieri dell anno’2072, 1983). En El destripador de Nueva York, Sacchetti participó en el libreto junto al propio Fulci, Gianfranco Clerici y Vincenzo Mannino. El guionista expuso en una entrevista publicada en el nº 14 de Fangoria (Ediciones Zinco, diciembre de 1992): Fulci es un hombre que agota a cualquiera. Trabajar con él no resulta divertido ni agradable. He escrito guiones para él que se han convertido en películas de mucho éxito, pero me alegro haber dejado de trabajar con él porque, entre otras cosas, no parece capaz de cambiar, de adaptarse al paso del tiempo