jueves, 11 de octubre de 2012

Visiones de Félicien Rops




El pintor  simbolista belga Félicien Rops (7 de julio de 1833-23 de agosto de 1898) es un innovador del siglo XIX. Para muchos, un provocador nato a través de sus obras. En ella toca sin ningún pudor desde el  sexo más duro a imágenes de satanismo. No guarda el menor secreto en sus dibujos y pinturas, todo es representado con el máximo detalle.

No pretendo hacer aquí una biografía de Rops, porque esto se puede encontrarse en cualquier enlace de internet, libros y demás. Quiero hablar de las que considero sus obras más características, y no las voy analizar desde el punto de vista de criticos y especialista en arte, sino desde mi propio punto de vista.

Me centraré en La Tentación de San Antonio, Satán Esparciendo Semillas y el Sacrificio. Aunque desde luego recomiendo que se vean todas sus obras, sin duda algunas son fantásticas.


LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO (1878)


Aquí vemos como Satanás quita  de la cruz al nazareno y pone en su lugar a una mujer desnuda y saca la lengua como símbolo de burla. El propósito es escandalizar a San Antonio, que está aterrorizado y sólo acierta a taparse los oídos.
Atrás un cerdo mira atento a la cruz, reflejando que todos los humanos en el fondo son unos cerdos, unos animales sucios y reprimidos.
Vuelan unos querubines de muerte, que presagian cambios en el cristianismo. No es todo tan puro como ellos quieren que creamos.





SATÁN ESPARCIENDO SEMILLAS (1882)



En este dibujo se puede ver la oscuridad, la decadencia de una ciudad.
Una imagen oscura y gigantesca va esparciendo semilla (personas) con la finalidad de que todo esa vida de farsa y estupidez termine, dando una oportunidad a la nueva llegada de un ser que producirá cambios.
Es, en su sencillez, una obra única.





EL SACRIFICIO (1883)



Nos dice que todo cambio lleva un sacrificio, pero que este no debe suponerse malo.
En esta obra se representa a un ser con forma extraña, triples cuernos, cuerpo de esqueleto y pene de tamaño imposible, que va a sacrificar a una mujer. Si observamos bien, la mujer está libre y deseosa de ese sacrificio. 
De nuevo aparecen los querubines con forma de esqueletos; uno de ellos se introduce algo por su propia voluntad. No le da miedo la masturbación. En el altar se ve una imagen con forma de esqueleto haciendo lo mismo.
Este dibujo representa la liberación del sexo. Y la pequeña mancha de sangre, que no es de la mujer, el final de unas mentes reprimidas.

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