jueves, 28 de agosto de 2025

The Sand

 

Año: Estados Unidos, 2015

Director: Isaac Gabaeff

Productores: Jordan Rosner, Gato Scatena, Juan Gallego, Thomas E. Nicholson, Justin Russell, Jacob Silver

Guionistas: Alex Greenfield, Ben Powell

Fotografía: Matt Wise

Música: Vincent Gillioz

Intérpretes: Brooke Butler (Kaylee), Cleo Berry (Gilbert), Cynthia Murell (Ronnie), Dean Geyer (Jonah), Meagan Holder (Chanda), Mitchell Musso (Mitch), Hector David Jr. (Vance), Nikki Leigh (Marsha), Bryan Billy Boone (Julian), Jamie Kennedy (patrullero Alex), Adam Powell (surfista), Dana Abed (Nour), Etalvia Cashin (Heather), Jennifer Churchich (novia), Michael Hunstman (novio), Lauren Moyer (chica en la playa), David Jason Perez (hípster con cresta).

Sinopsis: Tras una fiesta junto al mar para celebrar su graduación universitaria, un grupo de veinteañeros despierta en una playa privada y aislada. Pero, bajo la brillante luz de una mañana de vacaciones de primavera por lo demás normal, los desprevenidos jóvenes se dan cuenta de que, de alguna manera, la arena bajo sus pies está viva, lista para devorar a quien la toque. Ahora, mientras el número de muertos sigue aumentando, una entidad carnívora que no pueden ver aguarda pacientemente su más mínimo movimiento en falso. ¿Hay escapatoria de esta playa asesina?

En 1975 Steven Spielberg cambió el rumbo del cine con Tiburón (Jaws, 1975), inaugurando la era de los blockbusters veraniegos, arrebatándole temas y tropos a la serie B, y reconduciendo el negocio de cara a la industria y los productores en detrimento de los cineastas. Extracinematográficamente, como se ha dicho tantas veces, llevó el terror a las playas, mucha gente tuvo miedo en aquel verano de mediados de los setenta de meterse en el agua debido al impacto causado por el film que adaptaba el bestseller de Peter Benchley. No tardaron en hacer aparición, además de las esperables secuelas, oportunas y oportunistas cintas que plagiaban el éxito de Spielberg para Universal, caso de, ¡Tintorera! (René Cardona Jr., 1977), Piraña (Piranha, Joe Dante, 1978) o Barracuda (Barracuda, Harry Kerwin, 1978), reincidiendo en el riesgo que aguardaba al hombre al adentrase en el mar. Jeffrey Bloom, siguiendo la estela del trabajo de Spielberg le daría sin embargo la vuelta a la tortilla con Playa sangrienta (Blood Beach, 1981), donde el peligro costero acechaba y se ocultaba no en el agua, sino bajo la arena de la playa. Ya no era necesario entrar en el mar para encontrar la muerte. Una premisa afín a aquel título de principios de los ochenta es lo que nos proponía Isaac Gabaeff en su primer largometraje en ver la luz [1], aunque aquí lo no es una criatura crustacea lo que devora a los protagonistas sino algo venido de otro mundo o tal vez del fondo del mar.


Posters de Playa sangrienta (1981) y The Sand (2015), no hay lugar para las coincidencias

Isaac Gabaeff se licenció en animación y ejerció en tales tareas en James y el melocotón gigante (James And The Giant Peach, 1996), la siguiente propuesta de Henry Selick que seguiría a Pesadilla antes de navidad (The Nightmare Before Christmas, 1993), ahora sin Tim Burton tras la producción y adaptando una novela de Roald Dhal. Sin embargo, Gabaeff posteriormente sería contratado como consultor creativo para una empresa cinematográfica, entrando en el departamento artístico y trabajando en multitud de producciones para cine y televisión. Aunque siempre tuvo el gusanillo de dirigir su propia película.

No era la presente la cinta que nuestro protagonista tenía intención de rodar. Al parecer quería hacer un drama sobre cuatro personas en un velero que viajaban por Hawai, pero una serie de imprevistos dieron al traste con el soñado proyecto. Revisando guiones comprendió rápidamente que The Sand era el vehículo idóneo. El director, quien se confiesa fan del cine de terror, quería hacer algo con lo que se sintiera familiarizado, y una cinta del género era lo más adecuado para que todo saliera de la manera más natural. Se trata de un film de terror adolescente, pero su responsable no quiso que los protagonistas fueran un mero grupo de chavales con pocas luces cuyo único propósito en el film se limitara a ir muriendo en las garras de aquello que se oculta bajo la arena. Sino que quiso darles una mayor dimensión, para que los espectadores se identificaran con ellos, con sus ideas de cómo salir de esa situación, y que lo pasaran mal cuando los personajes eran devorados.

La trama transcurre, al igual que en Piraña 3D (Piranha 3D, Alexandre Aja, 2010), durante el Spring Break, las vacaciones estudiantiles de primavera que suelen celebrarse por marzo en los Estados Unidos. Un grupo de chicos pasan la noche de fiesta desmadrándose en la playa [2]. La regla es nada de móviles, para que a nadie se le ocurra hacer fotos o grabar videos y que lo suban a redes, por lo que recogen todos los celulares en una bolsa que guardan en el maletero de un coche. A la mañana siguiente, con una enorme resaca, los jóvenes se despiertan y se dan cuenta que sólo quedan ocho de ellos. No tardarán en advertir, por las malas, que algo se oculta bajo la arena y está acechando para engullirlos. De los chavales que se encuentran allí dos estaban en la caseta del socorrista, cuatro en un coche, uno atrapado en un bidón, y una última sobre un banco. Tras la muerte de dos de ellos, y de algunos pájaros, resulta obvio el peligro que les acecha al tocar la arena y que el resto de los asistentes a la fiesta no es que se fueran sin decir nada, sino que han sucumbido bajo las fauces de aquello que se oculta bajo el lugar. Los chicos no pueden pisar la arena si no quieren morir, quedando su espacio de acción muy limitado. Tienen que pedir ayuda, pero los teléfonos están en el maletero del coche y no es nada fácil su acceso. Además ¿hasta que punto de la playa esa criatura o lo que sea que aguarda hambriento puede atraparlos? Junto a la citada Playa sangrienta (el referente más obvio), apreciamos en The Sand ciertas similitudes con el episodio La balsa (The Raft) [3] de la antología Creepshow 2 (Creepshow 2, Michael Gornick, 1987), y hay quien ha querido ver también referencias a Temblores (Tremors, Ron Underwood, 1990) [4] e incluso a Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979).

Algo oculto bajo la arena está hambriento

Estamos, obviamente, ante una película de terror de bajo presupuesto. Gabaeff dispuso de sólo doce días para filmarla. Eso sí, la postproducción se alargó bastante. Tuvo la suerte, empero, que la compañía Frightfest se interesara por ella y le proporcionara una gran visibilidad, obteniendo incluso algunas críticas muy positivas y un buen recibimiento por parte del público. El film hace de la necesidad virtud. Por suerte, y como ocurre en tantas ocasiones, todo funciona mejor cuanto menos vemos, y los guionistas van dosificando la aparición de la criatura que se oculta bajo la playa, a la que no llegamos a vislumbrar (al menos buena parte de ella) hasta avanzado el metraje y, ciertamente, es lo menos conseguido. Un ser tentacular creado con un CGI que no resulta del todo convincente. Todo lo contrario que los sangrientos efectos (también digitales) de algunas muertes, bastante explícitos pero muy logrados. También resulta un acierto del libreto que no nos digan la procedencia de la criatura. Sabemos que sale de un huevo (que parece un meteorito) que encuentran en la playa un par de chavales durante la fiesta. Pero ¿procede de otros mundos o tal vez se trata de un ser abisal? Lo que está claro es que tiene hambre y conforme más se alimenta más grande se hace.

Respecto al joven elenco de actores, se reconoce entre los protagonistas a Hector David Jr., que fue el primero en ser elegido y a quien el respetable ya había visto en Percy Jackson y la maldición del rayo (Percy Jackson & the Olympians: The Lightning Thief, Chris Columbus, 2010) y en un puñado de producciones de los Power Rangers en el rol de Mike, el de color verde. Un tipo con aptitudes acrobáticas que se aprovecharían en la cinta. El rol principal recae en Brooke Butler, a quien los fans del cine de terror conocían de All Cheerleaders Die [tv/dvd/br: All Cheerleaders Die. Todas las cheerleaders muertas, Lucky McKee y Chris Sivertson, 2013]. Y en un papel secundario tenemos a Jamie Kennedy, celebrado por el fandom por encarnar al cinéfilo Randy Meeks en las dos primeras entregas de la saga Scream. La mayoría de los integrantes del cast se ajustan al modelo habitual en el cine de terror teen desde el cambio de siglo hasta hace unos años donde los jóvenes protagonistas acostumbraban a ser chicos/as guapos/as y con trabajados (y/o retocados) físicos, y Gabaeff no tiene problema en lucirlos. Dos de los mozalbetes, que podían haber participado en cualquiera de las entregas de las sagas La hermandad o 1313 de David DeCoteau, exhiben belleza y musculatura. Pero son sobre todo ellas las que más muestran palmito. Una de las muchachas se presenta en topless, será la primera en ser tragada por lo que acecha bajo la arena (no le dura mucho la resaca), y las otras tres visten unos pequeños bikinis. Mas ello no quita que sean las féminas las más fuertes y aguerridas en la película y las verdaderas protagonistas de la función. Desde comienzos de los 2000 el mal llamado antes sexo débil se fue haciendo con las riendas del género de terror (principalmente del terror adolescente), sin tener (al contrario que de unos años a esta parte) que desprenderse de la belleza y/o el erotismo ni avergonzarse por ello. Kayle (Brooke Butler), Chanda (Meagan Holder) y Ronnie (Cynthia Murell) se erigen sin problema como las heroínas de este trabajo, las más listas y decididas a salir de allí con vida.

Efectos digitales sangrientos para The Sand

The Sand no es elevated horror, no habla de grandes temas ni pretende aleccionar a nadie. Es una tan sencilla como efectiva cinta de terror teen de corte veraniego/playero que dura unos 84 minutos, bien llevada por su director, ingeniosamente escrita por sus dos guionistas (pese a algunos diálogos amorosos que lastran un poco la acción pero que no tacha sus virtudes) y con unos entregados intérpretes que dan muy bien el tipo y alegran de paso la vista. Y tiene además un estupendo desenlace, muy adecuado a su espíritu de serie B de toda la vida. Los supervivientes creen haber vencido, pero ese triunfo es sólo parcial. Si al final de Abierto hasta el amanecer (From Dusk Till’ Dawn, Robert Rodriguez, 1996) un plano aéreo nos mostraba que bajo la Teta Enroscada se encontraba un templo azteca, y había un auténtico cementerio de camiones y demás vehículos de los incautos caídos a lo largo de los años bajo los colmillos de los vampiros y vampiras del lugar; de igual manera Isaac Gabaeff nos enseña al elevar la cámara un enorme socavón en la arena que nos alerta por un lado que la criatura se ha ido y por otro de las enormes dimensiones que ésta ha alcanzado; a continuación vemos una gigantesca sombra bajo el mar en dirección a una luminosa ciudad que no sabe lo que le espera. La victoria de nuestros protagonistas es una ilusión, ellos han salido vivos del percance (que no ilesos todos), pero es un triunfo sólo personal y quién sabe si incluso temporal.

Alfonso & Miguel Romero

[1] Tras el documental Peoplewatching (2003), rodado en la esquina de su casa en San Francisco, y antes del estreno del título que aquí nos ocupa, Isaac Gabaeff había dirigido la película The Art of Storytelling, que se vería después.

[2] La parte de la fiesta es donde, reconocía el director, pudieron soltarse un poco, probar cosas diferentes en su filmación. Reconociendo la buena labor de los montadores para ensamblarlas y darles forma coherente.

[3] Basado en el cuento homónimo de Stephen King.

Jamie Kennedy grita de dolor

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