Año: Estados
Unidos, 2015
Director: Isaac
Gabaeff
Productores: Jordan
Rosner, Gato Scatena, Juan Gallego, Thomas E. Nicholson, Justin Russell, Jacob
Silver
Guionistas: Alex
Greenfield, Ben Powell
Fotografía: Matt
Wise
Música: Vincent
Gillioz
Intérpretes: Brooke Butler (Kaylee), Cleo Berry (Gilbert), Cynthia Murell (Ronnie),
Dean Geyer (Jonah), Meagan Holder (Chanda), Mitchell Musso (Mitch), Hector
David Jr. (Vance), Nikki Leigh (Marsha), Bryan Billy Boone (Julian), Jamie
Kennedy (patrullero Alex), Adam Powell (surfista), Dana Abed (Nour), Etalvia
Cashin (Heather), Jennifer Churchich (novia), Michael Hunstman (novio), Lauren
Moyer (chica en la playa), David Jason Perez (hípster con cresta).
Sinopsis: Tras una fiesta junto al mar para
celebrar su graduación universitaria, un grupo de veinteañeros despierta en una
playa privada y aislada. Pero, bajo la brillante luz de una mañana de
vacaciones de primavera por lo demás normal, los desprevenidos jóvenes se dan
cuenta de que, de alguna manera, la arena bajo sus pies está viva, lista para
devorar a quien la toque. Ahora, mientras el número de muertos sigue
aumentando, una entidad carnívora que no pueden ver aguarda pacientemente su
más mínimo movimiento en falso. ¿Hay escapatoria de esta playa asesina?
En 1975 Steven Spielberg
cambió el rumbo del cine con Tiburón
(Jaws, 1975), inaugurando la era de
los blockbusters veraniegos,
arrebatándole temas y tropos a la serie B, y reconduciendo el negocio de cara a
la industria y los productores en detrimento de los cineastas.
Extracinematográficamente, como se ha dicho tantas veces, llevó el terror a las
playas, mucha gente tuvo miedo en aquel verano de mediados de los setenta de
meterse en el agua debido al impacto causado por el film que adaptaba el bestseller de Peter Benchley. No
tardaron en hacer aparición, además de las esperables secuelas, oportunas y
oportunistas cintas que plagiaban el éxito de Spielberg para Universal, caso
de, ¡Tintorera! (René Cardona Jr.,
1977), Piraña (Piranha, Joe Dante, 1978) o Barracuda
(Barracuda, Harry Kerwin, 1978),
reincidiendo en el riesgo que aguardaba al hombre al adentrase en el mar.
Jeffrey Bloom, siguiendo la estela del trabajo de Spielberg le daría sin
embargo la vuelta a la tortilla con Playa
sangrienta (Blood Beach, 1981),
donde el peligro costero acechaba y se ocultaba no en el agua, sino bajo la
arena de la playa. Ya no era necesario entrar en el mar para encontrar la
muerte. Una premisa afín a aquel título de principios de los ochenta es lo que
nos proponía Isaac Gabaeff en su primer largometraje en ver la luz [1], aunque
aquí lo no es una criatura crustacea lo que devora a los protagonistas sino
algo venido de otro mundo o tal vez del fondo del mar.
Isaac Gabaeff se licenció
en animación y ejerció en tales tareas en James
y el melocotón gigante (James And The
Giant Peach, 1996), la siguiente propuesta de Henry Selick que seguiría a Pesadilla antes de navidad (The Nightmare Before Christmas, 1993),
ahora sin Tim Burton tras la producción y adaptando una novela de Roald Dhal. Sin
embargo, Gabaeff posteriormente sería contratado como consultor creativo para
una empresa cinematográfica, entrando en el departamento artístico y trabajando
en multitud de producciones para cine y televisión. Aunque siempre tuvo el
gusanillo de dirigir su propia película.
No era la presente la
cinta que nuestro protagonista tenía intención de rodar. Al parecer quería
hacer un drama sobre cuatro personas en un velero que viajaban por Hawai, pero
una serie de imprevistos dieron al traste con el soñado proyecto. Revisando
guiones comprendió rápidamente que The
Sand era el vehículo idóneo. El director, quien se confiesa fan del cine de
terror, quería hacer algo con lo que se sintiera familiarizado, y una cinta del
género era lo más adecuado para que todo saliera de la manera más natural. Se
trata de un film de terror adolescente, pero su responsable no quiso que los
protagonistas fueran un mero grupo de chavales con pocas luces cuyo único
propósito en el film se limitara a ir muriendo en las garras de aquello que se
oculta bajo la arena. Sino que quiso darles una mayor dimensión, para que los
espectadores se identificaran con ellos, con sus ideas de cómo salir de esa
situación, y que lo pasaran mal cuando los personajes eran devorados.
La trama transcurre, al
igual que en Piraña 3D (Piranha 3D, Alexandre Aja, 2010),
durante el Spring Break, las vacaciones estudiantiles de primavera que suelen
celebrarse por marzo en los Estados Unidos. Un grupo de chicos pasan la noche
de fiesta desmadrándose en la playa [2]. La regla es nada de móviles, para que
a nadie se le ocurra hacer fotos o grabar videos y que lo suban a redes, por lo
que recogen todos los celulares en una bolsa que guardan en el maletero de un
coche. A la mañana siguiente, con una enorme resaca, los jóvenes se despiertan
y se dan cuenta que sólo quedan ocho de ellos. No tardarán en advertir, por las
malas, que algo se oculta bajo la arena y está acechando para engullirlos. De
los chavales que se encuentran allí dos estaban en la caseta del socorrista,
cuatro en un coche, uno atrapado en un bidón, y una última sobre un banco. Tras
la muerte de dos de ellos, y de algunos pájaros, resulta obvio el peligro que
les acecha al tocar la arena y que el resto de los asistentes a la fiesta no es
que se fueran sin decir nada, sino que han sucumbido bajo las fauces de aquello
que se oculta bajo el lugar. Los chicos no pueden pisar la arena si no quieren
morir, quedando su espacio de acción muy limitado. Tienen que pedir ayuda, pero
los teléfonos están en el maletero del coche y no es nada fácil su acceso.
Además ¿hasta que punto de la playa esa criatura o lo que sea que aguarda
hambriento puede atraparlos? Junto a la citada Playa sangrienta (el referente más obvio), apreciamos en The Sand ciertas similitudes con el
episodio La balsa (The Raft) [3] de la antología Creepshow 2 (Creepshow 2, Michael Gornick, 1987), y hay quien ha querido ver
también referencias a Temblores (Tremors, Ron Underwood, 1990) [4] e
incluso a Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979).
Estamos, obviamente, ante
una película de terror de bajo presupuesto. Gabaeff dispuso de
sólo doce días para filmarla. Eso sí, la postproducción se alargó bastante. Tuvo
la suerte, empero, que la compañía Frightfest se interesara por
ella y le proporcionara una gran visibilidad, obteniendo incluso algunas
críticas muy positivas y un buen recibimiento por parte del público. El film
hace de la necesidad virtud. Por suerte, y como ocurre en tantas ocasiones,
todo funciona mejor cuanto menos vemos, y los guionistas van dosificando la
aparición de la criatura que se oculta bajo la playa, a la que no llegamos a
vislumbrar (al menos buena parte de ella) hasta avanzado el metraje y,
ciertamente, es lo menos conseguido. Un ser tentacular creado con un CGI que no
resulta del todo convincente. Todo lo contrario que los sangrientos efectos
(también digitales) de algunas muertes, bastante explícitos pero muy logrados. También
resulta un acierto del libreto que no nos digan la procedencia de la criatura.
Sabemos que sale de un huevo (que parece un meteorito) que encuentran en la
playa un par de chavales durante la fiesta. Pero ¿procede de otros mundos o tal
vez se trata de un ser abisal? Lo que está claro es que tiene hambre y conforme
más se alimenta más grande se hace.
Respecto al joven elenco
de actores, se reconoce entre los protagonistas a Hector
David Jr., que fue el primero en ser elegido y a quien el respetable ya había visto
en Percy Jackson y la maldición del rayo
(Percy Jackson & the Olympians: The
Lightning Thief, Chris Columbus, 2010) y en un puñado de producciones de
los Power Rangers en el rol de Mike, el de color verde. Un tipo con aptitudes
acrobáticas que se aprovecharían en la cinta. El rol principal recae en Brooke
Butler, a quien los fans del cine de terror conocían de All Cheerleaders Die [tv/dvd/br: All Cheerleaders Die. Todas las cheerleaders muertas, Lucky McKee y
Chris Sivertson, 2013]. Y en un papel secundario tenemos a Jamie Kennedy, celebrado
por el fandom por encarnar al cinéfilo Randy Meeks en las dos primeras entregas
de la saga Scream. La mayoría de los
integrantes del cast se ajustan al modelo habitual en el cine de terror teen desde el cambio de siglo
hasta hace unos años donde los jóvenes protagonistas acostumbraban a ser
chicos/as guapos/as y con trabajados (y/o retocados) físicos, y Gabaeff no
tiene problema en lucirlos. Dos de los mozalbetes, que podían haber participado
en cualquiera de las entregas de las sagas La
hermandad o 1313 de David
DeCoteau, exhiben belleza y musculatura. Pero son sobre todo ellas las que más muestran
palmito. Una de las muchachas se presenta en topless, será la primera en ser
tragada por lo que acecha bajo la arena (no le dura mucho la resaca), y las
otras tres visten unos pequeños bikinis. Mas ello no quita que sean las féminas
las más fuertes y aguerridas en la película y las verdaderas protagonistas de
la función. Desde comienzos de los 2000 el mal llamado antes sexo débil se fue
haciendo con las riendas del género de terror (principalmente del terror
adolescente), sin tener (al contrario que de unos años a esta parte) que
desprenderse de la belleza y/o el erotismo ni avergonzarse por ello. Kayle
(Brooke Butler), Chanda (Meagan Holder) y Ronnie (Cynthia Murell) se erigen sin
problema como las heroínas de este trabajo, las más listas y decididas a salir
de allí con vida.
[1] Tras el documental Peoplewatching
(2003), rodado en la esquina de su casa en San Francisco, y antes del estreno
del título que aquí nos ocupa, Isaac Gabaeff había dirigido la película The Art of Storytelling, que se vería
después.
[2] La parte de la fiesta es donde, reconocía el director,
pudieron soltarse un poco, probar cosas diferentes en su filmación.
Reconociendo la buena labor de los montadores para ensamblarlas y darles forma
coherente.
[3] Basado en el cuento homónimo de Stephen King.
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