viernes, 3 de marzo de 2023

El Destripador de Nueva York

Nueva Reseña a cargo de los hermanos Romero.



Título original: Lo squartatore di New York 

Año: 1982 (Italia) 

 Director: Lucio Fulci 

Productores: Fabrizio De Angelis, Jose De Lemos 

Guionistas: Lucio Fulci, Gianfranco Clerici y Vincenzo Mannino, Dardano Sacchetti 

Fotografía: Luigi Kuveiller 

Música: Francesco De Masi 

Intérpretes: Jack Hedley (teniente Fred Williams), Almanta Suska (Fay Majors), Howard Ross (Mickey Scellenda), Andrea Occhipinti (Peter Bunch), Alexandra Delli Colli (Jane Forrester Lodge), Paolo Malco (doctor Paul Davis), Cinzia de Ponti (Rosie), Cosimo Cinieri (doctor Lodge), Daniela Doria (Kitty), Babette New (señora Weissburger), Zora Kerova (Eva), Antone Pagám (Morales), Josh Cruze (Chico), Marsha MacBride (policía),... 

Sinopsis: Un asesino está dejando un reguero de cadáveres cruelmente mutilados en la ciudad de Nueva York. Todas las víctimas son mujeres bellas y jóvenes. El homicida además llama a la desconcertada policía para burlarse de ellos narrando sus hazañas imitando la voz del pato Donald.

 Comentario: Tomando en consideración el término giallo, según la crítica cinematográfica, como los thrillers sangriento-terroríficos producidos en Italia entre 1962, con La muchacha que sabía demasiado (La ragazza che sapeva troppo) de Mario Bava como film fundacional, y 1982, con el Tenebre (Tenebrae) de Dario Argento como último título genuino, El destripador de Nueva York, una producción de Fabrizio De Angelis estrenada en salas ese mismo año de colofón, resulta un giallo tardío [1]. Para cuando llega a las pantallas, está triunfando en las carteleras de medio mundo el slasher norteamericano a raíz del éxito de La noche de Halloween (Halloween, 1978) de John Carpenter y, sobre todo, de la palomitera Viernes 13 (Friday the 13th, 1980) de Sean S. Cunningham [2], y el director romano presenta la cinta (disfrazada) como un slasher, si bien en fondo y forma no deja de ser no ya un giallo, sino uno de sus más brutales y definitivos exponentes. Si a un realizador (con la habitual tendencia sajona) le interesa qué le ocurre al asesino (y a la víctima) antes y después del crimen, para el giallo lo visual, sobre todo los asesinatos, están por encima de la narrativa, del guión, de los personajes, e incluso del villano y sus motivaciones. La planificación, los movimientos de cámara, la liturgia en las torturas y ejecuciones, etc,... es lo substancial.


La primera incursión en el thriller de Lucio Fulci se remonta a 1969 con Una historia perversa/Una sull altra/Perversion Story, de ribetes hitchconianos, con evidentes ecos de Vértigo (De entre los muertos) (Vertigo, 1958). Pero será tras la llegada de Dario Argento al género y su particular deconstrucción del mismo iniciada con El pájaro de las plumas de cristal (L ucello’dalle piume di cristallo/Das Geheimnis der schwarzen Handschuhe, 1969) cuando Fulci rueda su primer giallo genuino con Una lagartija con piel de mujer/Una lucertona con la pelle di donna/Le venin de la peur/A Woman in a Lizard s’Skin (1971), título que aprovecha de aquél tanto la denominación zoológica como la música a cargo de Ennio Morricone para elaborar a la postre uno de los trabajos más personales de su autor, así como uno de los mejores thrillers all'italiana de la década: surrealista, psicodélico, sexy y con algo de crítica social, algo característico del cine transalpino del periodo. Al año siguiente borda el más destacable giallo rural, junto con La casa dalle finestre che ridono (1977) de Pupi Avati, en Angustia de silencio (Non si sevicia un paperino), ambas películas además comparten un fuerte hálito anti-clerical. Y en 1977 dirige el más flojo Siete notas en negro (Sette notte in nero), adaptando la novela Terapia morta de Vieni Razzini. Tras éste, Fulci deja aparcado el giallo para embarcarse en sus exitosas cintas de terror sobrenatural y gore descarnado que tanta fama (para bien y para mal) le granjearían.

Debido al éxito comercial del Zombi (Zombi/Dawn of the Dead, 1978) de George A. Romero, con parte de producción italiana, no lo olvidemos, Fulci no tarda en tener lista la falsa secuela Zombi 2 (1979), estrenada en las pantallas españolas como Nueva York bajo el terror de los zombi. A ésta la seguirán las más personales Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella città dei morti viventi, 1980), El más allá (...E tu vivrai nel terrore! L aldilà, 1981), o Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981), primando siempre las escenas de choque, lo visual, sobre el guión (endeble e incluso en ocasiones prácticamente inexistente, con la mera función de tratar de unir de alguna manera las escenas sangrientas), tocando la moral de los críticos y de la cinefilia más ortodoxa (empeñados en la tradición sajona de los guiones "sólidos") mientras llenaba las butacas con un público ávido de emociones fuertes.


Como indican Mike Hostench y Jesús Martí, en El destripador de Nueva York tenemos "una sucesión de escenas escabrosas, de sexo y violencia, hilvanada por una leve trama de investigación policial" [3]. Hombres y mujeres parecen en el film arrastrados por una espiral de pasiones sexuales y violentas en diversas modalidades: ninfomanía, prostitución (masculina y femenina), espectáculos porno, masturbación, etc... Si bien en los giallos de Lucio Fulci el sexo funciona como el motor del crimen, en el film que nos ocupa es ya el definitivo leit-motiv. Parece que de algún modo el sexo invoca el asesinato. Con esta cinta, su director alcanzaba las mayores cotas de terror, sadismo y nihilismo de toda su filmografía, y pese a ello (o tal vez por ello) muestra un más atinado sentido del ritmo y un mejor pulso en la dirección. Hay una mayor fluidez y coherencia narrativa, a la par que se muestra más comedido respecto a sus habituales tics visuales. De igual modo, Fulci se ciñe más a la historia, sin derivaciones ni digresiones por meter todo aquello que pudiera impactar al espectador, aunque chirriara, en especial sus usuales auto referencias a títulos propios anteriores [4]. Así mismo, el montaje, a cargo de Vincenzo Tomassi, dota al film de un cuidado ritmo y una mayor coherencia respecto a sus celebrados títulos previos. Franco De Masi se encargó en la que nos ocupa de la música, en lugar de Fabio Frizzi (quien venía realizando dichas labores en las últimas producciones del director), más en consonancia con los sonidos característicos del policiaco de la época [5]. La fotografía correría en esta ocasión a cargo de Luigi Kovalier, quien no trabajaba con Lucio Fulci desde Una lagartija con piel de mujer, retratando en la presente un Nueva York sucio y deprimente, acorde a esa ciudad degradada por el vicio y la corrupción, donde sus habitantes se mueven por pulsiones, por necesidades físicas básicas, como la que mostraran títulos usamericanos imprescindibles como Taxi Driver (Taxi Driver, 1976), de Martin Scorsese, o Maniac (Maniac, 1980), de William Lustig, en unos años en que The Deuce, y en especial la calle 42, habían convertido a la ciudad de los rascacielos en una de las capitales mundiales del vicio, y el apodado asesino“de Times Square [6] dejaba a su paso un reguero de cadáveres de prostitutas, strippers y otras trabajadoras del sexo. La acción de El destripador de Nueva York transcurre en buena parte en negocios relacionados con la pornografía y la prostitución. Continuando con Hostench y Martí, "la fotografía de Luigi Kovalier retrata un Nueva York como solo lo hacen los directores chinos o italianos que quieren simular un rodaje americano. Es un extraño e inintencionado estilo que se aprecia también en directores tan dispares como Umberto Lenzi o John Woo". En su actualización del mito de Jack el destripador Fulci“y sus guionistas localizan su historia en Nueva York, ciudad hiper violenta en la que, según dicen los personajes, nueve personas mueren cada día y seis de ellas con mujeres [7].


La ética de un director la define no sólo la elección de unos concretos momentos de la película, sino también el enfoque moral revelado en ésta, y Fulci muestra, como siempre en él aunque fuera un reconocido católico, su visión descaradamente amoral y perversa. Para este realizador, el Infierno está presente en la realidad cotidiana que vivimos, en nuestro día a día. Considera que la realidad material del mal conlleva al crimen. El hombre está condenado de antemano, por su propia naturaleza humana, al mal y a la perdición. Cada cuál crea su oportuno infierno interior, correspondiente a sus propios vicios personales. Dios nos ha abandonado, los hombres viven en un infierno carnal, sin ninguna posibilidad de redención. "No hay alivio para sus protagonistas, no hay castigo, sólo queda el dolor de la carne, el horror del sexo" [8]. Para resultar aún más desconcertante (y afín a la filosofía de su responsable), el culpable tras esta orgía de sangre y muerte se destapa, lejos de ser un supercerebro maquiavélico propio de un relato de Edgar Wallace, como un desgraciado, "tampoco el asesino es un demonio, más bien un condenado más, atrapado en su propio infierno" [9].


Si en la mente del espectador, de Nueva York bajo el terror de los zombi quedaron grabadas las imágenes de un muerto viviente peleando con un tiburón o aquella del ojo astillado, de El destripador de Nueva York (¿qué obsesión tenía este hombre con la Gran Manzana?) resulta inolvidable la escena en la que el asesino pato Donald va rajando con una cuchilla a la prostituta amiga del inspector (Daniela Doria) mientras narra la tortura a la policía, impotente desde el otro lado del hilo telefónico.

Algunas curiosidades: El teniente encargado del caso es encarnado por el inglés Jack Hedley, quien el año anterior había aparecido en Sólo para sus ojos (For your Eyes Only), de John Glenn. El psicólogo homosexual que le echa una mano es Paolo Malco, inolvidable en Aquella casa al lado del cementerio. Zora Kerova, siguiendo con su repertorio de muertes violentas -era la chica colgada por los pechos en Caníbal feroz-(Cannibal Ferox, 1981)-, interpreta a la actriz del show sexy que termina con una botella rota en sus partes. Alexandra Delli Colli, vista también en Zombi holocausto (Zombi Holocaust, 1980) de Marino Girolami, es la ninfómana casada con un marido impotente que sale en busca de algo de marcha (acabará mal, por supuesto) y nos obsequia con algunos de los momentos más inspirados de la cinta. Y el propio Fulci tiene un cameo como superintendente de policía [10]. En esta ocasión los FX no estuvieron a cargo del habitual Ginetto de Rossi, sino de los hermanos Rochetti, destacando la labor del maquillador Franco Di Girolamo. Por la parte final del film, hay una escena genial en la que una de las víctimas asesina a su novio al creer que éste es el destripador, de modo similar a cuando en la posterior Maniac Cop [tv/vd/dvd/br: Maniac Cop, 1988], de William Lustig, los ciudadanos matan a policías al verlos con el uniforme y pensar que se trata del psicópata que está llenando de cadáveres la ciudad.


El destripador de Nueva York, una de las muchas participaciones del director con el guionista Dardano Sacchetti [11], se estrenó en nuestro país con la clasificación "S", distribuido, como otros títulos de Fulci, por José Frade. La edición española en vídeo, igualmente a cargo de José Frade, a pesar de que faltaran algunos segundos, no sufrió los severos cortes de otros no pocos trabajos de este director distribuidos por la misma casa. En el Reino Unido molestó especialmente al órgano censor, el BBFC (British Board of Film Classification), y encabezaría el infame listado de las nasty-movies. En muchos otros países sufrió mutilaciones y/o variaciones en el montaje; en los USA, por ejemplo, llegaría a las salas con algunos cortes, aunque conocería posteriormente ediciones íntegras en VHS, laser-disc, DVD y Bluray.

Tras la presente, Lucio Fulci volvería a sus queridos (que tan bien habían funcionado en la taquilla) terrores sobrenaturales con una (otra) historia ambientada en Nueva York, Manhattan Baby, de nuevo dejando a un lado la coherencia y permitiendo que los efectos tomaran el protagonismo, pero sin recurrir a una de las marcas de la casa, el gore, y defraudando por tanto a sus fans más incondicionales.

 Alfonso & Miguel Romero


[1] Y no sería el último, en 1984 estrena Murderock Uccide a passo di danza [ tv: El baile de la muerte; tv/vd: Murderock; dvd: Murderock. Danza mortal], llevando el esquema del giallo al mundo de los gimnasios y el baile que hacían furor en la primera mitad de los ochenta. 

[2] Para un interesante análisis sobre semejanzas, préstamos, etc... entre el thriller latino mediterráneo y su sucesor anglosajón del otro lado del Atlántico, véase el capítulo "Giallo vs Slasher: relaciones sangrientas", de Tomás Fernández Valentí, dentro del libro colectivo El giallo italiano: la oscuridad y la sangre (Nuer Ediciones, 2001). Y de este mismo autor el posterior artículo "Giallo y Slasher: relaciones sangrientas", dentro de la segunda parte del Dossier Giallo incluido en el número 413 (Julio-Agosto de 2011) de la revista Dirigido por. 

[3] Mike Hostench y Jesús Martí en su entrada sobre esta película en el libro Pantalla de sangre (Midons Editorial, 1996). 

[4] Alguno hay, no obstante, como el personaje de la vidente a la que da vida Almanta Suska, ya usado en trabajos previos como Siete notas en negro o Miedo en la ciudad de los muertos vivientes. 

[5] Además del score de Francesco De Masi, encontramos un par de temas previamente usados en otras cintas italianas de explotación. Caso de Tic“ nervioso de Berto Pisano, escuchado antes en Nadie es perfecto (Dove vai se il vizietto non ce l hai, 1979), de Marino Girolami; y Disperazione ,“de Alessandro Alessandroni, oído en SS-9 campo de exterminio y violencia (KZ9 Lager di sterminio, 1977), de Bruno Mattei. 

[6] Muy recomendable la miniserie documental sobre el susodicho: Escena del crimen: El asesino de Times Square (Crime Scene. The Times Square Killer, 2021). 

 [7] Javier Pueyo en su monográfico Lucio Fulci. Autopsia de un cineasta (Tyrannosaurus Books, 2015). 

[8] Ángel Sala en su reseña de Una lagartija con piel de mujer dentro del citado Dossier Giallo para Dirigido por. 

 [9] Jesús Palacios en su entrada "El séptimo círculo: el giallo según Lucio Fulci", en El giallo italiano: la oscuridad y la sangre. 

 [10] También hizo de poli en Aenigma [tv/vd/dvd: Aenigma, 1987] y Demonia (1990). Otro rol frecuente en sus cameos era el de doctor: Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, El gato negro (Gatto nero, 1981), Manhattan Baby ( Mahattan Baby, 1983) o Un gatto nel cervello (1990). 

 [11] Dardano Sacchetti empezó a trabajar en labores de guionista con Dario Argento, y terminaría compartiendo créditos con algunos de los más destacados nombres del terror italiano: Mario y Lamberto Bava, Michelle Soavi y, por supuesto, Lucio Fulci. La primera vez que colaboraron juntos fue en Siete notas en negro, a la que seguirían las tan aplaudidas Nueva York bajo el terror de los zombi (donde no figuraba en los genéricos por motivos fiscales), Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, El más allá, Aquella casa al lado del cementerio, El destripador de Nueva York, Manhattan Baby y Roma año 2072 D.C. Los gladiadores (I guerrieri dell anno’2072, 1983). En El destripador de Nueva York, Sacchetti participó en el libreto junto al propio Fulci, Gianfranco Clerici y Vincenzo Mannino. El guionista expuso en una entrevista publicada en el nº 14 de Fangoria (Ediciones Zinco, diciembre de 1992): Fulci es un hombre que agota a cualquiera. Trabajar con él no resulta divertido ni agradable. He escrito guiones para él que se han convertido en películas de mucho éxito, pero me alegro haber dejado de trabajar con él porque, entre otras cosas, no parece capaz de cambiar, de adaptarse al paso del tiempo

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