Malina Murnau
“Las hojas secas” (1865).
Pongo ésta en primer lugar ya que, aunque no sea una de sus obras más conocidas, a mí en particular me encanta. Es muy cortita, pero en esa brevedad transmite mucho. La decadencia de la vida, el pasar del tiempo. Y lo breve que puede ser una vida. La primera vez que lo leí me encanto. Al leerlo te das cuenta lo hermoso y triste que es al mismo tiempo, una pequeña joya.
"El Monte de las Ánimas" (1861).
En esta leyenda que más se puede pedir, es una maravilla desde el principio hasta el fin. Noche de difuntos y la festividad de todos los santos. Alonso en busca de esa cinta que perdió su prima Beatriz, y que esta reta a ir a buscarla en el monte de las ánimas. Todo un clásico. La más leída y conocida del autor.
“La promesa” (1885).
Esa mano, esa promesa... Imposible dejarla fuera de mis favoritas. Romanticismo en cada palabra, lenguaje poético en todo su esplendor. El amor, la muerte. Margaritas siempre.
Muy complicado quedarme con tres, pero creo que he elegido bien, ya que son las que me inspiraron para crear mis primeros poemas. La muerte, el amor, el miedo.
Pero dejo fuera auténticas joyas. Por eso me gusta el de elegir tres. Hay que machacar el coco y decidir realmente cual te gusta más y con cual te quedarías.
Neferet
"El Monte de las Ánimas" (1861).
Leyenda por antonomasia del autor.
Creo que es una de las leyendas más leídas precisamente porque es atemporal. Escrita antes de los 23 años de edad, entra dentro de la colección de narraciones sorianas, todas exquisitas. A destacar el seguimiento hora a hora, casi al minuto diría yo de la lucha interna por la culpa y los terrores nocturnos de Beatriz. Abordando, así mismo las consecuencias del castigo por la vanidad y el capricho. Terminando con un final visualmente sobrecogedor e impactante.
"La venta de los gatos" (1862).
La escojo por el gran cariño que le tengo, al ser tan autobiográfica y transcurrir en mi ciudad. La venta siempre ha sido un lugar al que he podido acudir en mi adolescencia. Destacó la descripción histórica de la ciudad y de esta venta y su entorno en 1.860. La trama es un romance donde es testigo el autor con un trágico desenlace como no podía ser de otro modo. (Se trasluce la comparación luz y sombras con la Sevilla del ayer y del hoy).
“Cartas desde mi celda” (1864).
Lo he escogido porque son relatos menos conocidos al no incluirse en las leyendas. Relatan su periplo en Soria, que se encontraba en un retiro convaleciente. La descripción del viaje, desde que coge el tren, el monasterio de Veruela, los lugares abandonados, propios del romanticismo como el cementerio de la aldea, que describe con tanto detalle, hace que te traslades allí sumergiéndote a otra época en un abrir y cerrar de ojos.
En concreto las cartas sexta, séptima y quizás también la octava, son las más interesantes porque hablan de las últimas brujas que existieron en España (considerándose real la historia que narra), así como la brujería de la época y todo lo que rodea ese mundo.
Alfonso Romero
“Lentamente caen las hojas secas al pasar
Y el Cierzo empieza a hablar
En una tibia mañana el sol asoma ya
No llega a calentar
Cuando divises el monte de las Ánimas
No lo mires, sobreponte
Y sigue el caminar”
Que decía una de las estrofas del tema “Camino Soria” de Gabinete Caligari. Y es que la fuerte impronta de Gustavo Adolfo Bécquer ha quedado bien patente a lo largo de los años en múltiples artistas, más allá y más acá de la literatura: el cine, el cómic, o la música, por ejemplo, han sabido homenajear y absorber la obra de este genial poeta y narrador nacido en Sevilla. Sus “Rimas y leyendas”, así como el resto de sus escritos, son un referente ineludible para múltiples generaciones (lástima que los más jóvenes hayan mostrado poco interés en su obra... y en la cultura en general).
“El miserere” (1862).
Carlos Giménez llevó al arte secuencial este genial relato en una historieta que vería la luz por primera vez en 1971 en las páginas de la revista Trinca. La búsqueda de la redención tras años de pecado, llevarán a un romero a tratar de escribir un miserere que le redima de su pasado. Pero no encontrará sino la locura al tratar de trascribir ese cántico que se oye todas las noches de Jueves Santo.
"El Monte de las Ánimas" (1861).
Ambientada en Soria, como bien nos recordaron los Gabinete, sobre un monte que fue guarida de los caballeros templarios y donde se vivió una batalla terrible entre dicha orden y los nobles. Desde entonces, cada año durante la noche de todos los Santos, las almas de los guerreros caídos en la batalla regresan a nuestro mundo. Un referente claro para “La noche del terror ciego” (1972), y las otras tres películas que Amando de Ossorio dedicó a sus vengativos templarios redivivos.
“La cruz del diablo” (1871).
Una leyenda sobre la condición, digamos, diabólica de algunos hombres. Con un noble caballero convertido en un cruel tirano en el pueblo de Bellver. Paul Naschy (Jacinto Molina en su DNI) escribió un guion para llevarla al cine (con otras leyendas), proyecto del que quedaría finalmente excluido y que dirigió el británico John Gilling... quedando lejos de sus más notables trabajos para Hammer Films.
Ángel Marrero
“La cruz del diablo” (1871).
Sin duda, una de las leyendas favoritas de cualquier fan de Bécquer. Me encanta esta historia del caballero maldito, cuya armadura vacía pero viviente recuerda a la de aquel otro gran clásico de la literatura gótica que es "El castillo de Otranto", obra del escritor inglés y pionero del género Horace Walpole. Mi primer contacto con el relato de Bécquer fue a través de "La cruz de los atormentados", una historia del dibujante Joan Boix inspirada en su leyenda, donde la cruz demoníaca sigue ganando almas para el averno.
“El miserere” (1862).
Otra encantadora historia de fantasmas, la cual me hace recordar "Los elixires del diablo" del escritor romántico alemán E. T. A. Hoffmann. Aquí encontramos a un compositor arrepentido de sus pecados (curiosamente de origen alemán), que viajando como peregrino por tierras españolas será testigo de un pavoroso espectáculo: el cántico fantasmal de unos monjes asesinados en su monasterio un Jueves Santo. En los años setenta, el dibujante Carlos Giménez hizo una adaptación al cómic tan alucinante como amena.
“El beso” (1863).
Otra maravillosa leyenda de ruinas y fantasmas, a la que Bécquer le otorgó ciertas connotaciones patrióticas. Durante los tiempos de la guerra de la Independencia, un destacamento de soldados franceses busca alojamiento en un convento abandonado de Toledo. Allí su capitán se enamora de una estatua funeraria, que representa a una bella dama, a cuyo lado se alza también la estatua de su esposo, un valeroso caballero que luchó antaño contra los moros que invadieron España. Al intentar besar a la estatua de la dama, el capitán gabacho recibe una tremenda bofetada por parte de la estatua del caballero que lo mata en el acto. Me sigue alucinando este final tan inesperado como brutalmente "gore". Bajo estas líneas dejo una simpática y viejuna ilustración del relato.
Eduardo Álvarez Cónsul
"El Monte de las Ánimas" (1861).
De este libro siempre recordare el final.
"Maese Pérez el organista" (1861).
Esta historia la ley en mi época de estudiante y todavía recuerdo a un compañero de clase a quien un profesor le dijo " Maese Pérez el cínico ".
"La venta de los gatos" (1862).
Hace unos años pasé por un sitio de Sevilla llamado "La venta de los gatos" y ufff... me acorde de esta historia de Bécquer pues alguien me dijo que se inspiró en dicha venta.
Miguel Romero
A pesar de su fama y prestigio universal poco se ha adaptado su obra, qué pronto nos olvidamos de los nuestros…
"Maese Pérez el organista" (1861).
Esta leyenda del organista que tocaba en el sevillano convento de Santa Inés, recuerdo que antes de leerla vi la adaptación que hizo de ella Televisión Española. Eran los tiempos de Pilar Miró…
"El miserere" (1862).
Uno de sus más famosos cuentos. Fue una de sus historias incluidas en el film “La cruz del diablo”, que John Gilling dirigiera en 1975.
También Carlos Jiménez hizo una adaptación al cómic.
"El monte de las ánimas" (1861)
Otra de sus más conocidas leyendas. También formó parte del film de Gilling.
Carlos Enríquez
Uno de los grandes del Romanticismo español. Difícil centrarme en solo tres obras si incluimos su poesía, que el bueno de Gustavo Adolfo nunca llegó a ver publicada en vida. Sin embargo, si nos enfocamos únicamente en sus leyendas, la elección se vuelve más sencilla. Mis favoritas son, sin duda, “El Monte de las Ánimas” y “Los ojos verdes”, ambas con elementos naturales en común y un componente macabro y sobrenatural. Son dos cuentos románticos de terror y misterio que, en resumidas cuentas, podríamos etiquetar como «góticos», dada su fuerte raigambre medieval. Además, he querido incluir un poema, uno de mis favoritos de todos los tiempos, por evocador, por su impecable escritura y por el tema que trata: “Volverán las oscuras golondrinas”.
"El Monte de las Ánimas" (1861).
Cuando era niño, en un campamento de verano en Navezuelas, un animador nos contó esta leyenda con la única ayuda de unos trapos, una linterna y su rostro. Me marcó. Horas después, en las tiendas de campaña, temblábamos como hojas, muertos de miedo. Por cierto, otro día, ese mismo chaval nos contó “La noche del terror ciego” (¡más templarios!). Casi nada. Otra noche sin pegar ojo.
Volviendo a “El monte...”, Bécquer juega con lo sobrenatural, con antiguas leyendas sorianas, con los conflictos entre la Orden del Temple y la nobleza de Castilla, con el eterno elemento femenino de su obra y con esos lugares oscuros donde «lo muerto» no descansa. El monte es el destino, el lugar mágico. Toda la historia está imbuida de un ambiente medieval y misterioso que arrastra al lector a mascar la tragedia. No quiero contar más para no arruinar la experiencia de lectura.
“Los ojos verdes” (1861).
Bécquer nos sumerge en otra historia de terror, en la que un cazador se adentra en el bosque y conoce a una misteriosa mujer de ojos verdes. Aquí don Gustavo Adolfo juega con antiguas creencias sobre los espíritus femeninos demoníacos que habitan en el Moncayo. La historia explora temas como el amor apasionado, la culpa, el más allá y otros elementos sobrenaturales, dejando en el lector un escalofriante sentido de la inevitabilidad del destino y del peso de los pecados pasados.
“Volverán las oscuras golondrinas” (1870).
Un poema sublime, con una forma y un ritmo evocadores. En resumen, Bécquer nos habla de cómo todo transcurre de manera inevitable, de cómo el tiempo se nos escapa sin posibilidad de retenerlo. La imagen de las golondrinas regresando simboliza esos momentos que se repiten, pero nunca de la misma manera. De igual modo, «Volverán las tupidas madreselvas» nos recuerda que la naturaleza sigue su curso, a pesar de lo que nosotros queramos. Nuestras vidas no se detienen, y lo que vivimos, una vez pasado, jamás regresa. Podemos interpretar esto como la nostalgia de un amor irrecuperable (tema absoluto en el romanticismo) o con cualquier otro asunto al que queramos extrapolar la idea, y esa sensación que de que el tiempo lo ha cambiado todo y por mucho que hagamos no lo podemos recuperar.
Para acabar, decir que lo curioso de estas obras es que Bécquer no necesita ser demasiado explícito para llegar al lector. Usa símbolos y metáforas para tratar temas universales como el amor, la muerte y la fugacidad de la vida. A veces parece que te habla directamente al corazón, como si te contara algo personal, pero al mismo tiempo logra que cualquiera se identifique con sus palabras. Esa capacidad de sumergirte en su mundo plagadito de sensaciones intensas (como buen autor romántico) es lo que hace grande su obra. Ya sea la nostalgia de un amor perdido o el terror que transmite un monte plagado de vida «nocturna», su estilo sigue atrapando a la gente. Por eso, todavía hoy, seguimos hablando de él y de sus historias y, con toda seguridad, esto va a seguir ocurriendo. Por cierto, atención a su faceta de ilustrador, merece la pena echar un vistazo a sus dibujos.
Alfonso Carlos López
Bécquer, nacido en Sevilla en el 17 de febrero de 1836 y fallecido en Madrid el 22 de diciembre de 1870, ha sido uno de los mejores escritores que hayan existido. Ese estilo romántico que tanto me gusta, muy influido además por el romanticismo alemán, es sencillamente magnífico. De este escritor insigne he escogido estas tres obras:
“El Monte de las Ánimas” (1861).
Un cuento increíble que vio la luz el 7 de noviembre de 1861 con todos los ingredientes del terror clásico que lo envuelve. El comienzo es espectacular, creando ya el ambiente con lo de la habitación a la noche: el tañido de las campanas, el crujir de los cristales estremecidos por el aire frío de fuera… Entrando en materia, cuenta lo que le ocurrió a Alonso al querer complacer a su prima Beatriz en la noche de difuntos, con su desafío a su citado primo de que vaya a recuperar una cinta perdida esa noche en el Monte de las Ánimas. Se narra la leyenda de los Templarios en su batalla con los nobles de Soria por envidia, ya que un rey les encargó la defensa del feudo a esta orden, enterrándose en el atrio de la iglesia los muertos de ambos bandos. En la Noche de Todos los Santos se oye doblar la campana de la iglesia y las ánimas corren por el monte envueltas en sus ropas echas jirones. Como se dice: la imaginación es un caballo que se desboca…
“El miserere” (1862).
Publicado el 17 de abril de 1862 nos relata la tragedia de unos monjes asesinados por un caballero malvado que había sido desheredado por su padre ya que se construyó un monasterio con los caudales que le hubieran correspondido a él. Todos los Jueves Santo las almas de los religiosos vuelven y entonan el Miserere. Cuenta como un músico llega al Monasterio de Fitero (Navarra) para pasar la noche ya que peregrina a Santiago. Allí le narran una historia terrorífica que le llevará a la locura ya que querrá escuchar el miserere de los monjes sin hacer caso de que no vaya al monte donde se aparecen y cantan. Me gusta mucho la finalización donde pasa a partitura lo que había oído, pero al no poder haber escuchado el final no pudo concluirlo y murió enloquecido por el esfuerzo quedando la obra inconclusa y con frases extrañas.
“Maese Pérez el organista” (1861).
Este cuento de 1861 nos adentra en una leyenda recogida por Bécquer donde un organista de la iglesia de Santa Inés de Sevilla muere tocando en Nochebuena. Se describe el ambiente de la Sevilla de la época y se describe a Maese Pérez como ciego, virtuoso, bondadoso, de 78 años, enfermo y con una hija novicia. El citado día hay una gran afluencia de gente a la misa. Él pensaba iba a ser la última para él ya que iba a ser sustituido por otro músico, pero se presenta y por ello interpreta una música celestial muriendo en el momento de la consagración. A partir de ahí la historia narra diversos acontecimientos, con su apoteosis final que es cuando el órgano suena solo. Está narrado maravillosamente con una prosa evocadora y refleja muy bien el mundo sobrenatural.
Otros trabajos imprescindibles suyos son: “La ajorca de oro”, “El beso”, “La cruz del diablo”, “El gnomo”, “La venta de los gatos”, etc.
Joanna
“Maese Pérez el organista” (1861).
La historia del organista Maese Pérez y sus prodigiosas manos que todos querían escuchar en Nochebuena en la misa del gallo, y que seguiría tocando... incluso más allá de su muerte.
“El gnomo” (1863).
Situada en Aragón, a las faldas del monte del Moncayo, un anciano relata a jóvenes como advertencia la existencia de unos malvados seres, los gnomos, cuya llamada, como las de las sirenas, puede llevarte a la perdición.
“El beso” (1863).
Ambientada en Toledo, en los tiempos de la España ocupada por las tropas napoleónicas, narra la historia de un capitán francés seducido por la belleza de una estatua. El amor nos lleva a hacer locuras.
Jorge Arincón
Había leído las leyendas hacía mucho tiempo y me picó la curiosidad de volverlas a releer porque me encapriche de la magnífica edición que sacó Valdemar hace poco.
Tenía un poco de miedo de que tanto tiempo después me decepcionaran y no las encontrase tan buenas cómo la primera vez.
Después de releerlas, tengo que decir que me siguen pareciendo espectaculares y deberían de ser de lectura obligatoria para cualquier chaval en el colegio. Ahí van mis favoritas,
"La rosa de pasión" (1862).
Que los judíos son un pueblo que no ha despertado especiales simpatías a lo largo de la historia, por decirlo suavemente, es un hecho.
Esta leyenda del autor bebe de las creencias populares que enraizaron y que pintaban al prototipo de judío cómo tipo avaro de nariz picuda.
Prejuicios a parte, el relato es fantástico y sirve cómo extensión para crítica a cualquier fanatismo religioso sobre el que se impone el amor de la hija del protagonista.
No había reparado en éste relato cuando los leí por primera vez y con la relectura reciente de las leyendas se ha convertido en mi favorito.)
"La ajorca de oro" (1861).
Me encanta este relato y especialmente ese final. La atmósfera de tensión que consigue crear el autor con el protagonista aterrado en la iglesia vacía de madrugada, es impresionante.
"Maese Pérez el organista" (1861).
Posiblemente sea el relato más reconocido de todos los que componen las leyendas.
El relato cómo casi todos los que componen las leyendas, te absorbe desde el principio y su desenlace es de los que no se olvidan.
David Cortabarria
Vericuetos del destino, hace décadas que no escribo nada sobre Bécquer (1836-1870, ¡Qué pronto te fuiste, genio!), nuestro Edgar Allan Poe patrio (salvando las diferencias, por supuesto). Sus leyendas contienen muy buen material para una antología del terror fantástico, y de haber sido un autor americano habría tenido más difusión que el ya mencionado Poe o Lovecraft.
Selecciono tres de sus leyendas que más me gustan.
"La cruz del diablo" (1860).
Una premisa interesantísima, una armadura maldita de un psicópata señor feudal que dio rienda suelta a su maldad en las espantosas cruzadas, y que termina siendo poseída por el diablo que la lía de mala manera en el pueblo de Bellver de Cerdaña. Qué lástima que Sam Raimi o John Carpenter no se hubieran fijado en esta leyenda, porque habría dado para una muy interesante adaptación de puro fantaterror.
"La creación" (1861).
Extraña y deliciosamente atípica, sobre cómo el dios alquimista Brahma fecunda a Maya, engendrándose así los gandharvas, quienes experimentan en el alucinante laboratorio de su padre la creación de un nuevo mundo… Mi leyenda favorita de Bécquer, que aquí se adelantó muchas décadas a escritores como Terry Pratchett o Neil Gaiman, que habrían estado encantados de haber escrito semejante delicia. Y encima con giro final, en la más pura línea de los relatos ultracortos de Fredric Brown. Una joya oculta del siempre reivindicable Bécquer.
"Los ojos verdes" (1861).
Una leyenda que leí hace ya mucho tiempo, pero que se me quedó grabada en la memoria. Una seducción fatal y diabólica, que hunde sus raíces en arcanas fuentes literarias. Con un par de retoques sería un muy buen relato de una antología de Stephen King. Malsano, melancólico y con un toque de fatalidad que lo convierten en una de mis leyendas favoritas.
Susanna Annasus
Es de los primeros escritores y poetas del que me enamoré perdidamente siendo niña. Recuerdo que no tenía ninguna obra de él, e iba a la biblioteca a copiar sus poemas, empapelé mi cuarto con muchos poemas suyos, poster de películas, y las letras de las canciones que me gustaban. Era caótico la mezcla explosiva que había en esas paredes y en la puerta.
Y tengo un detalle super emotivo, que el tío de mi amiga, le di tanta pena supongo, de ver una niña tan pequeña obsesionada, que me regaló un librito pequeño, que guardo como un tesoro. Con la cubierta roja, y para mí fue el mejor de los regalos. Un gesto tan sencillo, pero que me marcó, porque alguien se había dado cuenta por mi pasión por las letras.
De Bécquer es que me encanta todo, hasta su imagen. Con los años fui aprendiendo que era una métrica trabajada, una métrica sencilla, pero de una mente privilegiada. Era poeta, pintor, escritor, colaboró con obras como las zarzuelas, porque también le apasionaba la música. Le influía el romanticismo alemán como Heine, y le influía también escritores como Byron. Una de las frases que repetía mucho era que “la mejor poesía escrita es aquella que no se escribe”.
Me cuesta decidirme cuál sería mis favoritos de él, mientras miro mi pequeño librito con su poemario. Creo que a todos los que nos apasionan escritores así, nos resulta muy difícil decidirnos, pero haré un super esfuerzo por Malina.
Aparte quería destacar, que también le influía los amigos y compañeros que tenía que eran poetas como él, supongo que se embriagaba de todos ellos, y conseguía plasmarlo.
De sus rimas, la que siempre me sentí muy identificada y me hacía emocionarme, era la rima VIII (25) de su obra “El libro de los gorriones: colección de proyectos, argumentos, ideas y planes de cosas diferentes que se concluirán o no según sople el viento”. Es un manuscrito de 1869, y recopilado por amigos suyos (Campillo y Ferrán) fueron haciendo recopilatorio y ayudando así a la viuda de Bécquer y sus hijos con el dinero que sacaban. Pues este poema dice así:
"Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo,
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves,
cual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar, como ardientes
pupílas de fuego,
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar de la duda en que bogo,
ni aun sé lo que creo,
¡sin embargo, estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro!"
Con estos versos, me sentía reflejada y sentía que realmente él expresaba los mismos sentimientos que tenía yo en mi corazón. No había conocido todavía ni el amor, siendo tan pequeña, ni sabía cómo era, ni cómo sería, pero ya con Bécquer me imaginaba ese laberinto de pasiones del romanticismo.
Él se muestra tal cual es en sus rimas, extrae todo sentimiento que lleva dentro y puedes llegar incluso a sentir el calor, el frio que transmite. Muy realista y observador, con una capacidad de escribir detalles y también expresar todo el caos del mundo interior.
De sus leyendas, que me gustaban muchísimo, sobre todo cuando celebrábamos la noche de difuntos (soy de una familia muy practicante, curioso) pues me gustaba leer las leyendas de Bécquer, era muy conocida su leyenda urbana del monte de las ánimas. Pero para mí, la leyenda que más me gustaba y con la que me sentía muy identificada era “El rayo de Luna”, escrita en 1862. Y la sitúa en Soria. Describe como un poeta Manrique, va expresando sus sentimientos incomprendidos, su locura interior, abandonando toda la realidad. Persigue una fantasía, una mujer, y se deleita, se enamora, se apasiona por ella sin verla. Para mi es una de las leyendas más pasionales que he leído de Bécquer.
Pienso que él se sentía así, buscaba y buscaba esa amada, que se perdía entre los árboles, y que tristemente no lograba atrapar, ni encontraba.
Otra leyenda “Maese Pérez el organista”, es una leyenda recogida por Bécquer de 1861, trata de la leyenda de un organista que tocaba en el Convento de Santa Inés en Sevilla. Me gusta muchísimo, porque un poco me recuerda a Poe (espero que nadie me quiera matar por el comentario). Me fascina la evocación del arte que no muere, que siga “vivo” aún tras su muerte. Es una leyenda que atrae a leerla, a conocer que está sucediendo. Con suspense, y ese halo de romanticismo. Muy cultural, y muy conocedor de la sociedad en aquel tiempo.
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