With my best friend by my side
About seven foot tall, a big, furry snowball
With a big shag-carpet hide
We run around and stay away from small towns
Where the folks are unaware
Stay outta sight, do our travelin' at night
And most of the time we don't have a care”
“Running with Bigfoot”, de Groovie Ghoulies
El estreno en junio de 1975 de la película Tiburón (Jaws, 1975), realizada para Universal por un joven Steven Spielberg sobre la novela homónima escrita por Peter Benchley, supondría un revulsivo en la industria del cine. Catapultaría la carrera de su director, que no tardaría en ser llamado "el Rey Midas de Hollywood"; supondría el comienzo del fenómeno blockbuster, apropiándose de paso las majors de temas y tropos propios de la serie B para producciones de gran presupuesto, resultando a la postre una carga para las pequeñas productoras así como para sus canales de distribución y devolviendo por ende el poder a las grandes empresas del sector; además de traer de vuelta a las pantallas un nuevo boom de la monster-movie (que había gozado previamente de cierto prestigio en el circuito de los autocines durante los atómicos cincuenta), con todo tipo de fauna gigantesca y/o peligrosa atacando al ciudadano y/o pueblerino de a pie que no estaba seguro en ningún lado, siendo amenazado/agredido desde tierra, aire o mar. Películas también de "venganza animal", donde la fauna parecía pedir cuentas al ser humano por el daño que le estaba ocasionando al planeta, del tipo El día de los animales (Day of the Animals, William Girdler, 1977), que conformaban una parcela entre las producciones de catástrofes que triunfaron durante los setenta en las carteleras de medio mundo.
Dentro de este revival de películas de bestias cabreadas proliferaron de igual modo las dedicadas al Bigfoot (o Sasquatch, o Yeti, o Yowie, o el nombre que se le quiera dar en según qué país o región). Si bien hay ciertos (y algunos notables) precedentes en la década de los cincuenta [1], es en los setenta cuando más se prodigaron títulos sobre este enorme homínido. La cuestión es sencilla, fue en 1967 cuando apareció el metraje de Patterson-Gimlin, aquel borroso fragmento de alrededor de un minuto que supuestamente capturaba a un Bigfoot real cerca de un arroyo en el norte de California para después adentrarse en el bosque. Cuando esas imágenes aparecieron en las noticias, el Sasquatch entró por pleno derecho en la cultura pop. Ya a comienzos de los setenta encontramos filmes como Bigfoot (Robert F. Slatzer, 1970), enfrentando a la criatura con una pandilla de moteros, The Legend of Boggy Creek, Charles B. Pierce, 1972), todo un éxito que generaría varias secuelas (y posteriormente remakes y homenajes) [2], o Shriek of the Mutilated (Michael Findlay, 1974), y tras el estreno de Tiburón arribaron a las pantallas un aluvión de cintas, algunas tomando el esquema argumental del éxito de Spielberg, tales como The Legend of Bigfoot (Harry Winer, 1975), The Mysterious Monsters (Robert Guenette, 1975), Creature from Black Lake (Joy N. Houck Jr., 1976), Sasquatch: The Legend of Bigfoot, Ed Ragozzino, 1976), The Capture of Bigfoot (vd/dvd: La leyenda del Yeti, Bill Rebane, 1979), o Night of the Demon (vd: La noche del demonio; vd/dvd: Bigfoot sangriento, James C. Wasson, 1980), así como algunos telefilmes, caso de Curse of Bigfoot (Dave Flocker, 1975), o Snowbeast (vd: La bestia de las nieves, Herb Wallerstein, 1977).
Junto a esta catarata de títulos sobre tan peludo personaje que se dio en tan señalada década, la industria del cine y la televisión, y del entretenimiento en general, ha seguido tratando el tema en incontables ocasiones hasta el día de hoy. El Pie Grande continúa obsesionando a muchos norteamericanos, que siguen con interés las reseñas de nuevos avistamientos. Las noticias de que se ha divisado a un Bigfoot (o a varios) por parajes silvestres son habituales en periódicos sensacionalistas del tipo del Weeckley World News, compartiendo páginas con las del encuentro con Ovnis y/o alienígenas, las de experiencias paranormales, fantasmas, virus mortales y conspiraciones gubernamentales, o aquellas que aseguran que Elvis sigue vivo y se ha dejado ver (y fotografiar) por las calles de cualquier ciudad del país. Son muchas las culturas alrededor del mundo con su propia versión del eslabón perdido, el gran hombre mono. Quedándonos en los Estados Unidos, presuntamente se ha visto en los cincuenta estados que conforman el país, pero donde más veces aseguran el atisbo del Sasquatch es el Noroeste del Pacífico. Los más acérrimos fans de este enmarañado homínido aseguran que los bosques de aquella zona pueden albergar la friolera de más de dos millares de ejemplares.
Paralelamente al interés mostrado por algunos científicos, como Jane Goodall, Grover Krantz, Ian Redmond, Loren Coleman o Jeffrey Meldrum [3], existen en el país de las barras y estrellas un puñado de organizaciones donde aficionados de los diferentes estados se reúnen para discutir sobre tan peculiar objeto de adoración. Jim Goad [4] asegura que este fetichista comportamiento desvela el anhelo de un pasado más libre, el de un hombre más fuerte que no haya sido debilitado por la civilización, y donde el bosque es un símbolo de las condiciones edénicas preindustriales. Llegando a ser una auténtica cruzada para sus creyentes, por cómo se entregan, una especie de religión alternativa (y no oficial) propia de la white trash americana, observada con suspicacia e incluso sarcasmo no sólo por los intelectuales sino por todo aquél que no comulgue con el tema.
En St. Johns, Portland, Oregón, estaba originalmente la sede de la Western Bigfoot Society, que comenzó su andadura en 1991. Llegó a contar con alrededor de un centenar y medio de afiliados, y entre sus filas no pocos socios aseguraban haber sido testigos de la existencia del Pie Grande. En 1992 Ray trasladó la sede a Hillsboro, Oregón, y cambió el nombre de la misma a International Bigfoot Society. Y no estaban solos, junto a ellos florecieron otros grupos como The Kansas Bigfoot Research Society, The Southern Ohio Society for Bigfoot Investigation, The Southern Oregon Bigfoot Society, The Greater Boston Bigfoot Research Institute o el Western Bigfoot Researchers Organization, por citar algunos. Ray Crowe (1937-2015) fue el fundador y presidente de la Western Bigfoot Society y también el propietario de la librería de segunda mano cuyo sótano albergaba el museo de dicha sociedad y era donde se celebraban las reuniones mensuales de la misma [5]. Allí se podía adquirir memorabilia variada como gorras, camisetas, muñecos e incluso supuestos excrementos del bicho. Además de las reuniones periódicas, organizaban el Bigfoot Daze, un festival de tres días en verano en Carson, Washington. El condado de Skamania, donde está Carson, contaba con una ley que multaba por 15.000 dólares y un año de cárcel a quien matara un ejemplar del Big Foot. Y no contentos con todo esto, contaron con al menos dos libros de ficción, escritos por sendos feligreses de tal sociedad: Children of a Lost Spirit, redactado por Nancy R. Logan, y The Bigfoot Bar & Grill, obra del propio Ray Crowe. Ambos textos se mueven entre el naturalismo y la pura y dura exploitation. Crowe publicó igualmente diversos estudios sobre su tema favorito en los diferentes volúmenes de Bigfoot Behavior. Y también participó en el documental de televisión Sasquatch Odyssey: The Hunt for Bigfoot (Peter von Puttkamer, 1999) y en un episodio de la serie Weird Travels (2003-2006). Por 2006 Ray cerró la librería, debido a graves problemas de salud, aunque continuó haciendo reuniones por diferentes sitios, y en 2008 David Paulides y su North America Bigfoot Search compraron y guardaron los registros en papel de Crowe/IBS y Track Records.
Frente al escepticismo sobre estas cuestiones que presenta la mayoría de la gente, los grupos pro-Bigfoot están lejos de desaparecer. Además de los muchos libros que continúan llegando al mercado, Internet y las redes sociales han unido más a los fans del Pie Grande, que siguen creyendo fervientemente en la existencia del susodicho y discuten apasionadamente sobre las más variadas cuestiones en relación a este gigantesco ser. También en el presente siglo (con horrorosos efectos de CGI) han ido llegando a las plataformas y a canales varios un buen puñado de nuevas películas, como The Untold (Jonas Quastel, 2002), Sasquatch Hunters (Fred Tepper, 2005), Yeti: The Curse of the Snow Demon [tv: Yeti: La maldición del demonio blanco, Paul Ziller, 2008], Bigfoot (Kevin Tenney, 2008), Rage of the Yeti [tv: La furia del Yeti, David Hewlett, 2011], Bigfoot: The Lost Coast Tapes (Corey Grant 2012), Bigfoot (Bruce Davison, 2012), Deadly Descent [tv: Cumbres mortales, Marko Märkilaakson, 2013], Exists (Eduardo Sánchez, 2014), Throwback (Travis Bain, 2015), o Bigfoot the Movie (Jared Show, 2015), entre muchas otras que impiden que se olvide a la criatura en el imaginario colectivo.
Alfonso & Miguel Romero
[1] En agosto de 1958 el diario Humbolt Times, de Eureka, California, anunciaba en su primera página el descubrimiento por parte de un operador de una empresa constructora de unas huellas enormes que podrían corresponder a un enorme homínido, desatando la creencia por todo el país de que contaban con su propia versión del Yeti. Fue Ray L. Wallace quien se ocupó de crear la leyenda de un hombre de apariencia prehistórica que vivía en el interior del bosque y al que bautizó con el término de Bigfoot. Wallace falsificó las huellas de los grandes pies y se ocupó de fabricar otras ilusorias pistas que esparció para hacer creer a la gente de la existencia de la criatura.
[2] Rodada con un tono de documental, como haría también Pierce en su aplaudida cinta de terror The Town that Dreaded Sundown [tv/dvd/br: Pánico al anochecer; vd: Terror al anochecer, 1976].
[3] En la actualidad muchos consideran al Bigfoot como un posible descendiente del Gigantopithecus, un primate homínido que habitó en Asia a finales del Pleistoceno, y que habría pasado a América del Norte a través del Estrecho de Bering, como hicieron también los primeros humanos mucho después.
[4] En Manifiesto Redneck. De cómo los hillbillies, los hicks y la basura blanca se convirtieron en los chivos expiatorios (The Redneck Manifesto: How Hillbillies, Hicks, and White Trash Became America's Scapegoats, 1997).
[5] El interés de Ray por el tema surgió después de que fuera con un grupo de cazadores de Bigfoot de la cercana Vancouver, Washington, que le dejaron en una carretera aislada cerca del bosque. Ray encontró un conjunto de huellas que no podía explicar y decidió en ese momento comenzar un grupo dedicado a la investigación del Sasquatch.
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