Iba llegando esa hora tan
temida. El momento en que mis ojos se apagaban poco a poco, el maldito sueño se
apoderaba de mí.
¿Cuándo comenzaron a
sucederme estas horribles pesadillas? Tenía miedo a mi dormitorio, sobre todo a
mi cama.
Pensé que si dormía en el
salón, en el sofá, todo iría bien y ese temor desaparecería. Pero sólo me
funcionó un par de noches.
Si me quedaba dormido en la
cocina, aquel ser repugnante me acechaba en las sombras. Incluso probé a pasar
la noche en algún hotel. Pero de nuevo ese ser me hacía una visita no deseada.
Nadie me creía. Incluso mis
amigos me dejaron de hablar. Creen que estoy totalmente loco, les asusto.
En las primeras noches hubo
alguien con el valor necesario para pasar la noche conmigo. Pero cuando otra
persona se quedaba, nada ocurría. Ese ser no aparecía. Se escondía.
Visité a psicólogos, pero
solamente decían que todo lo que me pasaba era por el estrés. Estaba en mi cabeza, todo era una
alucinación.
No sabía qué era ese ser,
simplemente existía. Sentía como me miraba mientras yo me encontraba tumbado en
la cama.
Al principio de esta terrible
historia eran sólo ruidos que provenían de debajo de mi cama. En la oscuridad
de la noche se podía escuchar una respiración, y no era la mía. Tenía miedo,
pensaba que de pronto algo de debajo de la cama saltaría sobre mí y me
atraparía.
Una de las noches sentí que la
sábana se iba deslizando hacia debajo de la cama. Como si alguien tirara de
ella. La agarré fuerte y tiré de ella hacia mí. De repente mis ojos pudieron
ver una mano, toda podrida, llena de úlceras sangrantes y cubierta de sangre...
Solté la sabana y me incorporé
de pie sobre la cama. Pasé toda la noche ahí subido, apoyado en la pared.
Al amanecer tuve el valor de bajar de la cama y asomarme debajo. Vi que la sábana se encontraba toda arrugada, formando una pelota sucia
Las otras noches fueron a
peor. Esa mano salía de debajo de la cama y, palpando sobre ella, intentaba
atraparme. Solía quitarme la almohada de un tirón brusco y la metía debajo con ella.
Notaba que me acariciaba los pies con sus dedos asquerosos y pringosos.
No podía dormir. Pasaron
semanas o meses, no tenía ni idea del tiempo que llevaba aguantando esa
situación.
Las noches las pasaba con las
luces encendidas, leyendo, viendo la tele hasta el amanecer.
Cuando el sueño me atrapaba
por un momento, ese ser se ponía ante mí. Era un ser repulsivo: Parecía un cadáver, un puto
zombi sacado de una jodida película de Romero.
Mis nervios estaban rotos, me
encontraba cansado, mal.
Me despidieron del trabajo,
no tenía nada. Mis amigos me dieron de lado. Estaba completamente solo y
acabado.
Y todas las noches lo mismo.
El que me mira estaba de nuevo a mi lado.
Harto de luchar y sufrir,
pensé dejar de seguir peleando. Dejar que esa cosa hiciera lo que tuviera que
hacer y poner fin a esto.
¿Por qué no dejar que pasara
esta noche?
Me encuentro en mi cama,
tumbado, sin taparme. Ya puedo oír esa maldita respiración, los arañazos debajo
de la cama, noto cómo sus manos tocan mis pies. Huele fatal en toda la
habitación.
Veo su cara aparecer poco a poco, saliendo de debajo de la cama. Sus ojos amarillos, su rostro podrido.
Se va incorporando y va subiendo lentamente a mi cama.
Noto su piel húmeda y
pringosa, va subiendo por mi cuerpo. ¡Oh,
dios mío! ¿Por qué me ha pasado esto a mí? Tengo miedo, pero ya no puedo
más.
Abro los ojos, lo tengo encima de mí. Su cara contra la mía. Abre su boca. Un hedor nauseabundo invade mi rostro, me dan ganas de vomitar.
No puedo mover ni un
músculo de mi cuerpo, no puedo emitir sonido alguno. Estoy paralizado, sólo
puedo ver y esperar.
Noto como sus asquerosas manos me desgarran el vientre, siento un dolor infrahumano. Veo como saca mis tripas y se las lleva a la boca, me esta devorando y no puedo hacer nada.
Mi propia sangre gotea sobre mí,
siento cada desgarro en mi cuerpo.
Mi vida por fin se va
apagando. Ya casi no noto dolor, sólo puedo oír cómo la boca de ese ser hace
ruidos comiéndose mi carne.
Mis ojos, llenos de lágrimas,
observan cómo ese ser se acerca a mi cara, me mira fijamente y continúa dándose
el festín conmigo.
Cuento y fotografía Malina Murnau.
No hay comentarios:
Publicar un comentario