jueves, 11 de enero de 2024

Bloodrage [vd: Rabia de sangre]



 Bloodrage [vd: Rabia de sangre]

T.O.: Bloodrage

Año: Estados Unidos (1980)

Director: Jospeh Zito

Productores: Alan M. Braverman, Jospeh Zito

Guionista: Robert Jahn

Fotografía: Joao Fernandes

Música: Michael Karp

Intérpretes: James Johnson (Ryan), Judith-Marie Bergan (Beverly), Jerry McGee (Charlie), Ian Scott (Richard), Patrick Hines (Gus), Buddy Basch (dependiente de Motor Inn), Harry Linton (dependiente de Times Square), Pelati Pons (víctima de asesinato callejero), Jimi Keys (asesino), Barry Bernstein (policía en asesinato callejero), Erle Bjornstad (gerente del bar del Eastside), Clee Burtonya (chulo en Hallway), Copper Cunningham (prostituta), Tony De Carlo (policía en la comisaría), Ed DeLeo (Karl), Susan Doukas (Myrna), Lawrence Tierney (Malone), ...


Sinopsis: Un chico mata accidentalmente a una prostituta en su pueblo y huye a Nueva York tras ocultar el cuerpo. Tiempo más tarde, el joven continuará asesinando en la Gran Manzana.

Joseph Zito ha quedado en el recuerdo del aficionado al cine de género por un puñado de títulos facturados en la década de los ochenta, tanto en el terror vertiente slasher -El asesino de Rosemary (The Prowler, 1981) y Viernes 13: Capítulo final (Friday the 13th: The Final Chapter, 1984)-, como en el terreno de la acción adrenalínica más pro-Reagan -dos aportaciones de Cannon Films, Desaparecido en combate (Missing in Action, 1984) e Invasión U.S.A. (Invasion U.S.A., 1985), y una fuera del campo de acción de Golan y Globus a cargo de Abramoff Pictures y Scorpion Pictures, Red Scorpion (Red Scorpion, 1988)-. Todas ellas películas de explotación facturadas la mayoría con presupuestos medios o medios-altos por compañías con cierta solvencia. El director, al igual que otros famosos y/o infames realizadores que se harían un nombre en el cine de terror, el thriller y la acción en los ochenta (caso de William Lustig, Tim Kinkaid o David De Coteau), había comenzado su andadura en el séptimo arte en los márgenes del porno, donde se le acredita algún título a comienzos de los setenta, cuando el cine venéreo salía de la ilegalidad para conquistar sin pudor muchas salas de la neoyorkina calle 42, y tantas otras similares a lo largo y ancho de todos los Estados Unidos.


Tras su paso por las películas de sexo explícito, y antes de adentrarse en los títulos arriba mencionados y por los que aún hoy le hacen entrevistas, Joseph Zito había dirigido Abduction (vd: Aberración, 1975), un thriller que tomaba como inspiración el aún candente caso de secuestro de Patricia Hearst [1]; y en la bisagra con el cambio de decenio tenía listo (firmando con el seudónimo de Joseph Bigwood) el film que aquí nos interesa: Bloodrage [vd: Rabia de sangre, 1980], un psychothriller barato, crudo y violento, de narrativa tosca y torpona (propia de las producciones destinadas a su consumo en grindhouses), y protagonizado por uno de los personajes estrella de la década de los setenta, el asesino psicópata.

Si durante los años treinta y cuarenta, debido principalmente a los trabajos de las majors Universal y RKO, se impuso el terror gótico (con fuerte influencia en las formas del expresionismo alemán), con monstruos oriundos de la vieja Europa (los USA se negaban aún a aceptar que el mal procediera de sus propias fronteras); y durante los cincuenta y sesenta, gracias a las propuestas de productoras británicas como Hammer Films, Amicus y otras, hubo una renovación (ahora en color) de aquellos mismos monstruos; desde avanzados los sesenta y durante los setenta se impuso en el cine (y no sólo) de terror la figura del psychokiller, precedida por títulos tan insignes como Mientras Nueva York duerme (While the City Sleeps, 1956), de Fritz Lang, y especialmente el fundacional Psicosis (Psycho, 1960), de Alfred Hitchcock. No es que el cine clásico no fuera rico en asesinos no muy cuerdos, pero en la mayoría de los casos estos estaban más en la onda del mad doctor o personaje similar, movido/motivado por cuestiones de amor loco, alguna venganza personal o pulsiones afines. Los años convulsos de la contracultura y las proclamas por los derechos civiles (raciales, feministas, gays, ecológicos...), de la revolución sexual, de las protestas contra la Guerra del Vietnam, de una fuerte crisis económica y social, y de una violencia generalizada en las grandes urbes que vivieron niveles de delincuencia nunca vistos [2], no eran tiempos propicios para los viejos monstruos clásicos y sobrenaturales y el terror romántico, sino más bien supusieron un campo abonado para el monstruo humano, el psicópata, que en muchas ocasiones se convierte no en el antagonista del héroe, ese villano al que hay que parar los pies, sino en el mismo protagonista de la función. Un personaje que en el cine de los setenta puso en tela de juicio el papel de la sociedad americana, moviéndose en los márgenes de la sociedad del bienestar el psychokiller hizo sentir que algo olía a podrido.


Es el caso del título que nos ocupa. Bloodrage cuenta la historia de Richie, un chico de provincias, retraído sexualmente, que mata por accidente a una prostituta llamada Beverly (Judith-Marie Bergan) cuando al fin se decide a visitarla, pero se muestra incapaz de “pasar a mayores” y es atosigado por ella. El muchacho trata de esconder el cadáver y pone tierra de por medio marchando a Nueva York, con el objetivo de ocultarse en la gran ciudad. Para su desgracia, el sheriff de su pueblo, Ryan, está obsesionado con la fallecida, y al no encontrarla en casa sale en su busca llegando también a la urbe.

Zito, como muchos otros realizadores usamericanos durante los setenta, nos muestra un Nueva York sucio, sórdido y decadente. Richie, en su huida, se aloja en una horrible habitación de un hotel de mala muerte en un barrio de la ciudad donde el asesinato y el robo son moneda común. Donde los chulos, los camellos, los borrachos, los yonkis, las prostitutas y los delincuentes de poca monta se han apoderado de unas calles que lucen orgullosas negocios dedicados al sexo, como salas X, librerías eróticas o clubes de striptease. La misma ciudad de los rascacielos que transitaba y maldecía otro psicópata, el Travis Bickle de Taxi Driver (Taxi Driver, 1976), de Martin Scorsese, pidiendo una lluvia purificadora que limpiara toda la depravación y degradación de las avenidas, calles y callejones de la Gran Manzana. Las mismas calles que, como plaga de langosta, arrasaron e hicieron suyas un buen lote más de psicópatas, algunos ficticios, como el Burt al que presta su físico Jamie Gillis en el largometraje porno Water Power (1977), de Shaun Costello, o el Frank Zito que encarna el gran (en todos los sentidos) Joe Spinell en el psychothriller Maniac (Maniac, 1980), de William Lustig; junto a otros (por desgracia) reales, caso de Richard Cottingham, alias “el asesino del torso” o “el asesino de Times Square”, quien asesinó al menos a 18 mujeres entre 1967 y 1980 [3].  Y si la primera víctima de Richie fue, digamos, más bien por accidente, la resbaladiza psique del joven, tan apocado sexualmente, estallará ante las costumbres carnales y faltas de prejuicios de la gente de la ciudad, que mucho han cambiado tras la revolución sexual y la imposición del amor libre, y el muchacho empezará a matar ahora sí de manera consciente y premeditada. Lucy (Blair Trigg), una camarera que conoce en un bar y quien le invita a su casa para tener relaciones, será el pistoletazo de salida a una ristra de cadáveres que terminarán por poner al sheriff de provincias tras su pista.


Y si el retrato que da la película respecto a la juventud y los delincuentes y/o trabajadores sexuales resulta patética y descarnada, tampoco los agentes de la ley merecen gran admiración por parte de su responsable. Ryan marcha a Nueva York en busca de la prostituta que Richie ha matado (y ocultado su cuerpo), pero el sheriff se mueve por intereses personales (está encaprichado con la mujer) más que profesionales, y en la ciudad impone la ley de la fuerza pese a que no tenga jurisdicción. También la bofia de la gran ciudad es propensa a golpear primero y preguntar después, a saltarse normas y burocracia y hacer la vista gorda según convenga, y a pasar de realizar su trabajo prefiriendo empinar el codo en el bar, como bien demuestra ese jefe de policía, estoicamente interpretado por el veterano Lawrence Tierney [4], que suelta algunas frases lapidarias dignas de enmarcar. Más que de misógino, el film puede ser a día de hoy tildado de misántropo, pues no se mueve por sus fotogramas personaje alguno con valores de ningún tipo y/o digno de admiración y/o lástima.

Al igual que otros tanto psicópatas, ficticios y/o reales [5], Richie vuelve a obsesionarse con una prostituta, en este caso una chica que vive (y trabaja) en el edificio de enfrente y a la que observa desde la ventana de la cocina del apartamento de otra inquilina del mugriento hotel, Candice (Rita Eberhart), una groupie alcohólica y drogadicta que no parece hacer nada de provecho (retratada como un auténtico despojo humano) y con la que nuestro protagonista ha establecido algo parecido a una amistad (por decirlo de alguna manera). El acercamiento del joven a su (nuevo) objeto de adoración (cosificación se preferiría decir actualmente) nos lleva (de manera algo forzada) al clímax final que lo enfrentará con su némesis en una resolución abrupta que apenas da lugar a ningún tipo de catarsis para con el espectador. Richie y Ryan guardan muchas similitudes (procedencia, obcecación por la misma mujer, tajantes en quitar a quien les molesta de en medio...), si bien el segundo se escuda tras una placa que le aporta inmunidad, y en su búsqueda para con el primero (tras descubrir que Beverly ha sido asesinada) hay más de vendetta personal que de trabajo/obligación o justicia.

Bloodrage es un (sencillo) film de explotación que aprovechaba el tirón comercial del cine de psicópatas, donde no faltan las esperadas (en aquel entonces) dosis de desnudos femeninos y crímenes más o menos sangrientos y gráficos. Un producto rodado de manera rápida (y algo tosca) con la intención de ser rentabilizado lo antes posible en su exhibición por salas de grindhouse (en muchas ocasiones en programa doble). Pero que al mismo tiempo supone un reflejo, más bien mirada inquisitiva, de la sociedad de su momento (y su pérdida de valores) que experimentaría un cambio radical poco después con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia del país.


Alfonso & Miguel Romero


[1] Aún sin ser una película pornográfica, Abduction se llevó la calificación “X” tras pasar censura.

[2] La inseguridad ciudadana generaría en la cartelera títulos donde la policía se saltaba las normas en pos de castigar el crimen -cf: Harry el sucio (Dirty Harry, 1971), de Don Siegel-, y aquellos en los que era el ciudadano de a pie quien terminaba por ejercer de juez, jurado y verdugo -cf: El justiciero de la ciudad (Death Wish, 1974), de Michael Winner-.

[3] Recomendable en relación a tan deleznable tipejo la serie documental Escena del crimen: El asesino de Times Square (Crime Scene: The Times Square Killer, 2021), de Joe Berlinger.

[4] En la segunda de sus tres colaboraciones con Zito.

[5] Venga al caso el Matthew (interpretado por Fred Holbert) de Scream Bloody Murder [tv/dvd: Asesino sangriento, 1973], de Marc B. Ray.



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